Hoy, las necesidades ya superan la capacidad de respuesta: es una crisis de solidaridad, una crisis de moralidad. Hacemos un llamamiento a los líderes mundiales a que cumplan sus promesas de apoyo y de reducir sus emisiones de carbono. El mundo no puede dejar de lado a quienes sufren las consecuencias más trágicas.
El cambio climático no es una amenaza lejana. Ya está afectando drásticamente a personas vulnerables en todo el mundo. En particular, el clima cambiante está teniendo efectos devastadores para las personas que viven en situaciones de conflicto armado y para quienes no tienen acceso a la asistencia de salud básica.
Médicos Sin Fronteras (MSF), el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) y el Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja trabajamos estrechamente con las comunidades en los países donde la convergencia de cambio climático, conflictos armados y emergencias sanitarias es una cruel realidad. De los 25 países más vulnerables al cambio climático y con menos recursos de adaptación, la mayoría están, además, afectados por conflictos armados. En muchos de estos lugares, no hay acceso a asistencia sanitaria básica. Cuando las conmociones climáticas ocurren en países con alimentos, agua y recursos económicos limitados, la vida, la salud y los medios de subsistencia corren peligro.
Somalia ha sufrido un ciclo de sequías e inundaciones imprevisibles en los últimos años, lo que agravó una situación humanitaria ya de por sí desesperante, complicada aún más por tres décadas de conflicto armado. La población no ha tenido suficiente tiempo para adaptarse debido a la alta frecuencia y gravedad de las crisis climáticas. Las organizaciones humanitarias también han dado respuesta a las inundaciones en Sudán del Sur y en todo el Sahel; los ciclones devastadores en Madagascar y Mozambique; y la intensa sequía en el Cuerno de África.
La crisis climática empeora las crisis sanitarias y humanitarias.
Como organismos humanitarios, vemos con preocupación la realidad actual y las previsiones para el futuro. La producción de alimentos y los medios de supervivencia están amenazados por sequías, inundaciones, plagas de insectos y cambios en los patrones de las lluvias. Vemos que los fenómenos climáticos son cada vez más extremos y potentes, como los ciclones que destruyen la infraestructura de salud esencial. Vemos los cambios en los patrones de enfermedades mortales como el paludismo, el dengue y el cólera. Los conflictos armados y la violencia aumentan la necesidad de asistencia de salud de emergencia y, a la vez, limitan la capacidad de las instalaciones de salud.
Todas estas situaciones tienen lugar en un mundo cuya temperatura aumentó 1,2 grados centígrados respecto de los niveles preindustriales, a la vez que somos testigos de cómo las personas más vulnerables pagan el precio de un problema causado de manera desmesurada por los países más ricos del mundo. El calentamiento adicional llevará a consecuencias catastróficas si no se toman medidas de mitigación urgentes y ambiciosas, y si no se moviliza el apoyo adecuado para que las personas y los países más afectados puedan adaptarse a los crecientes riesgos climáticos.
«Hoy, las necesidades ya superan la capacidad de respuesta. Esta es una crisis de solidaridad que está dando lugar a una crisis de moralidad. El mundo no puede dejar sin apoyo a quienes sufren las consecuencias más trágicas», subraya Stephen Cornish, nuestro director general en Suiza.
La ayuda económica y técnica para las personas que más la necesitan no llega en los niveles que debería. El compromiso establecido en el Acuerdo de París para aumentar el apoyo a los países menos desarrollados no tiene en cuenta que una cantidad significativa de ellos también sufre por los conflictos armados y que debería dárseles prioridad. Hasta la fecha, no se han cumplido las promesas de reducir las emisiones de carbono y de ayudar a los países que sufren las peores consecuencias.
«Vemos los graves efectos combinados de los riesgos climáticos crecientes y los conflictos armados de Afganistán a Somalia, de Malí a Yemen. Nuestra labor en estos lugares ayuda a la población a hacer frente a la crisis climática. Pero los organismos humanitarios no pueden responder solos a una multiplicidad de problemas. Sin ayuda económica y política decisiva para los países más vulnerables, el sufrimiento no hará más que empeorar», dice Robert Mardini, director general del CICR.
Hacemos un llamamiento a los dirigentes mundiales para que cumplan con los compromisos contraídos en el Acuerdo de París y la Agenda 2030, y que tomen las medidas necesarias para que las personas más vulnerables y afectadas por conflictos armados reciban el apoyo adecuado para adaptarse al cambio climático. Debemos encontrar soluciones de manera colectiva y facilitar el acceso a financiación para una acción climática adecuada en entornos complejos.
Abandonar a las personas a su propia suerte no es una opción.