«Si te muerde una serpiente en una zona rural de Sudán del Sur, te pueden pasar varias cosas:
Podrías morir. Los niños son especialmente vulnerables y para llegar a la atención sanitaria en estas zonas de Sudán del Sur hay un largo camino. Dependiendo de dónde vivas, puede suponer más de un día a pie hasta el centro de salud más cercano. Muchas personas mueren por una mordedura de serpiente antes de poder llegar a recibir asistencia.
Puede que vivas lo suficientemente cerca de un centro de salud como para caminar, o para que tus familiares te lleven para recibir tratamiento: antídoto, cura de las heridas, analgésicos y antibióticos. Si el centro sanitario al que llegas no tiene antiveneno o este ha caducado, puedes perder la vida.
También podrías llegar a sobrevivir sin tratamiento. Experimentarás dolor, hinchazón y otros síntomas importantes. Puede que te quede una herida crónica de la propia mordedura, o que se cure. Tal vez quede una cicatriz, pero seguirás con vida.
El hospital de Médicos Sin Fronteras está en la pequeña ciudad de Lankien, en el estado de Jonglei. Es uno de los escasísimos centros sanitarios de la zona. Uno esperaría ver menos heridos por mordeduras serpientes en las zonas más urbanizadas, pero lo cierto es que recibimos regularmente pacientes con este tipo de heridas.
Sin embargo, durante mi misión, no vi ni un solo caso en el que alguien llegara a urgencias inmediatamente después de una mordedura. Lo que sí vimos fue gente que acudía al hospital meses después del suceso; a menudo, cuando las consecuencias menos visibles de la mordedura salían finalmente a la luz.
Recuerdo el caso de una mujer que llegó al hospital. Había sido mordida en el tobillo hacía cuatro o cinco días. Lo primero que percibí fue un fuerte olor característico de infección. Antes de ver su tobillo, supe que estaría mal.
Cuando una serpiente te muerde, una de las lesiones que puede generar, aparte de las producidas por el veneno en sí, es una herida punzante muy profunda. Y, a través de esta, las bacterias —tal vez procedentes de los colmillos de la serpiente o de tu propia piel— se inyectan casi en lo más profundo del cuerpo.
Se puede dar el caso que, mientras las heridas superficiales están cicatrizando, las bacterias pueden multiplicarse, causando infección y erosionando el hueso. Esto es algo que también vemos en las zonas de conflicto, en pacientes con heridas de bala o de metralla sin acceso a un tratamiento adecuado.
Con el tiempo, la infección profunda puede extenderse hasta tal punto que vuelve a atravesar la piel, lo que provoca una herida abierta. Esto no ocurre en todos los casos de mordedura de serpiente sin tratar, pero llegan a Lankien pacientes con este problema y la mujer con el tobillo infectado era uno de ellos, uno de los peores casos que había visto.
La infección ósea se trata con antibióticos pero, cuando es especialmente grave, los pacientes necesitan un desbridamiento quirúrgico (en el que se elimina el tejido infectado) o incluso, llegado el caso, la amputación. Nuestro hospital no tiene quirófano, así que utilizamos la telemedicina para consultar con colegas cirujanos de otros proyectos de MSF.
Estaba claro que los antibióticos no iban a ser suficientes en este caso y nos planteamos la cuestión de la amputación.
Era una decisión complicada, ya que significaba que tendría que depender de las muletas en una zona en la que casi todos los desplazamientos se hacen a pie, a veces implican largas distancias y en terrenos difíciles. Pero sin la amputación, la infección se extendería y empeoraría. Llevaba años sufriendo, y el fuerte olor del tejido infectado hacía que también se padeciera al estigma de la comunidad.
Al final, la mujer y el equipo acordaron que la amputación era la mejor opción. Mis compañeros se encargaron de trasladarla en nuestro pequeño avión de abastecimiento a otro hospital de MSF, donde cuentan con las instalaciones y el personal necesarios para realizar la operación con seguridad.
Las mordeduras de serpiente son una crisis sanitaria desatendida, y se requiere un enfoque ambicioso para abordarla. En todo el mundo, MSF trabaja con los gobiernos, los servicios de salud, los donantes y las comunidades para tratar de lograr un cambio para las personas afectadas. La respuesta tiene que ver tanto con el acceso a un antídoto asequible y de buena calidad como con una mayor inversión en la sensibilización de las comunidades, los primeros auxilios y la prevención de las mordeduras.
La operación de la mujer se desarrolló sin problemas, pero el impacto de la lesión le acompañará el resto de su vida.
Es necesario un cambio urgente para garantizar que menos personas tengan que enfrentarse a las consecuencias de esta enfermedad olvidada, que ponen en peligro su vida y sus medios de subsistencia«.