Járkov tenía una población de 1,8 millones de habitantes antes de la guerra. En las últimas semanas se ha vaciado parcialmente. «La ciudad parece ahora más bien desierta. Hay poca gente en las calles y la mayoría de las tiendas están cerradas», afirma Michel-Olivier Lacharité, coordinador general de MSF en Ucrania. «Todavía hay algunas farmacias y mercados abiertos para que la población pueda encontrar comida, pero el mercado principal de Járkov está cerrado«.
Desde que empezó el conflicto, los bombardeos son continuos, sobre todo en la parte norte de la ciudad. «Los bombardeos siguen produciéndose durante todo el día, siguiendo un patrón aparentemente aleatorio. Las sirenas avisan a la gente y también hay un sistema de alerta en los teléfonos inteligentes. Las sirenas suenan varias veces al día. Es bastante angustioso«, relata Lacharité.
Para las 350.000 personas que, según las autoridades locales, quedan la ciudad, las estaciones de metro son el lugar más seguro. «Hay tres líneas en la ciudad de Járkov y la mayoría de las estaciones, si no todas, están en uso». Cada estación acoge a un centenar de personas durante el día, un número que puede duplicarse o triplicarse fácilmente por la noche.
«La mayoría de las personas que viven en el metro son mayores o vulnerables. Llevan allí más de 40 días de frío y humedad, durmiendo en tiendas de campaña», informa Lacharité.
© MSF.
Hemos instalado clínicas móviles en varias estaciones de las tres líneas de metro de la ciudad. Algunas consultas tienen lugar por la noche. A pesar del toque de queda, los equipos pueden desplazarse de una estación a otra por los túneles. Desde el inicio de las actividades ya se han realizado más de 500 consultas médicas, principalmente por infecciones de las vías respiratorias e hipertensión, consecuencias de las condiciones de vida en el metro, pero también del estrés. «Incluso en el subsuelo se sienten las vibraciones de los bombardeos en la superficie», recalca Lacharité.
Nina, de 83 años, era apenas bebé durante la Segunda Guerra Mundial. «Tengo demasiado miedo de salir de mi ciudad, nunca he estado en el extranjero. Quiero demasiado a Járkov», dice con una sonrisa triste. «Sus parques, sus plazas. Pero es probable que las bombas lo destruyan todo. Tengo miedo de que no queden más que ruinas».
Además de las consultas médicas, también ofrecemos apoyo en materia de salud mental. Para los niños y adolescentes que ahora viven en el metro, el factor de estrés más común es el miedo a salir a la calle.
«El potencial de comportamiento inducido por la ansiedad aumenta a medida que la guerra y la inestabilidad persisten y la inseguridad se convierte en una característica permanente de la vida. Sin embargo, aquí los niños están sobrellevando bastante bien la situación extrema por ahora», dice Devash Naidoo, responsable de actividades de salud mental de MSF.
Nuestros equipos también están distribuyendo bienes de primera necesidad para el día a día: hornos microondas para calentar la comida, detergentes y filtros de agua para proporcionar agua potable por la noche. «Hay tiendas de campaña y camas improvisadas instaladas por todas partes, lo que significa que la situación sanitaria en estos puestos no siempre es ideal», dice el médico de MSF Guillaume Mongeau.
A pesar de las condiciones de vida, para muchos permanecer en el metro es la única opción. «El frío, la falta de sueño, todo esto no es nada comparado con la guerra. Al menos aquí estamos a salvo«, subraya Ludmilla, de 40 años. Se quedó en casa con su familia todo el tiempo posible, hasta que se produjo una explosión cerca de su vivienda. «Temí mucho por mi hijo cuando le vi agarrar a nuestro gato con fuerza contra su pecho mientras decía: ‘Mamá, no quiero morir'».