Mimi y Paty huyeron de la República Democrática del Congo por la violencia étnica y el conflicto constante, Paty en 2014 y Mimi en 2017. Paty es ingeniero electromecánico y trabajaba como camarógrafo de video y Mimi como profesora de teología islámica, después de haber cursado estudios en Irán. Tienen 42 y 35 años, respectivamente.
Consiguieron reunirse en Brasil, vivieron en São Paulo y durante un tiempo su vida era plácida, lo suficiente como para tener su primer hijo, ahora de tres años, y poder enviar algo de dinero a sus familiares. Pero la pandemia de COVID-19 y la crisis económica que esta generó cortó de raíz su estancia y, como muchos migrantes en países latinoamericanos, tuvieron que tomar la decisión de comenzar su camino hacia Estados Unidos o Canadá, en donde habría mejores oportunidades de trabajo.
Mimi estaba ya muy avanzada en su embarazo. Dejaron Brasil, vía Perú, Ecuador y Colombia. En este último país consiguieron pagar a unos guías y negociaron para que Mimi transitara una parte de la selva del Darién a caballo. “Al cuarto día, entre la primera y la segunda montaña, después de una zona de playa, fuimos atacados; nos asaltaron en el camino y me caí del caballo”, explica Mimi y añade que los asaltantes eran cinco, armados con pistolas y machetes: “creí que el bebé se había hecho daño”. Los desvalijaron y los despojaron de todo: “dinero, móviles, documentación, comida, bolsas, nos dejaron sin nada… vimos cómo se llevaban a unas chicas venezolanas y haitianas para violarlas. No estamos seguros, pero creemos que estaban compinchados con los guías”.
“A partir de ahí tuvimos que caminar siete días en la jungla. Nos quedamos retrasados del grupo e íbamos con otra pareja. Atravesamos montañas, llanos, ríos. Llegó un momento en el que mi mujer ya no podía caminar más, tenía mucho dolor en el vientre. Nos quedamos al lado del río y se hizo de noche. Ahí nació el bebé, el 24 de febrero. La pareja que nos acompañaba ayudó con el parto, cortaron el cordón umbilical con una cuchilla de afeitar”, explica Paty.
“Salí con mi pequeño de tres años a buscar ayuda como fuera. Caminamos tres horas y conseguimos alertar a unos soldados del SENAFRONT. Gracias a ellos pudimos salir de la selva todos, mi mujer y el bebé en helicóptero, hasta el hospital”.
Mimi y Paty, su pequeño M.A, de tres años (brasileño) y el recién nacido (panameño) han recibido apoyo por parte de nuestra organización en la Estación de Recepción Migratoria de San Vicente. El pasado 11 de marzo continuaron su camino hacia el norte, “allá donde podamos encontrar trabajo. Estados Unidos o Canadá serían nuestro objetivo, nuestro ideal, pues es allá donde esperamos seguir adelante”, concluye Mimi.