Hemos iniciado actividades en una comunidad de llegada de migrantes y dos Estaciones de Recepción Migratoria (ERM) en el Darién, ofreciendo servicios médicos básicos y atención en salud mental y colaborando con diferentes instituciones públicas, el Ministerio de Salud y otras organizaciones internacionales. Hacemos un llamado a la creación de rutas seguras que protejan a la población en tránsito.
“El sufrimiento que estamos viendo en nuestros pacientes por el viaje que hacen es enorme. Muchos de ellos llevan semanas o meses de camino y atravesar el Darién es duro, por la travesía difícil y larga. Y a la que hay que sumar los relatos terribles que nos han hecho de violencia, de robos, de agresiones sexuales y asaltos”, explica Raúl López, nuestro coordinador de terreno. “De ahí que llamemos a las autoridades responsables, colombianas y panameñas, a que garanticen la protección de los que están en tránsito por sus países; que se alivie a una población expuesta de un mayor sufrimiento, de más agresiones, abuso y violencia”.
Iniciamos nuestras actividades en la comunidad de Bajo Chiquito y en las Estaciones de Recepción Migratoria (ERM) de San Vicente y Lajas Blancas el mes pasado, después de comprobar no solo el aumento en el número de migrantes llegados al país, sino también las necesidades médicas y de salud mental existentes. Nuestro equipo está compuesto por médicos, enfermeras, psicólogos y logistas, que además de ofrecer servicios médicos y de salud mental, también realizan mejoras en las infraestructuras de salud, y asesoramiento en materia de agua y saneamiento.
En los últimos meses, Panamá ha reportado un incremento de migrantes llegados desde Colombia a través de la selva del Darién. Entre los meses de enero y mayo más de 15.000 migrantes han llegado a Panamá. En el mes de mayo, se ha registrado la entrada 5.303 migrantes, de acuerdo con el Servicio Nacional de Migración panameño. Buena parte de los migrantes proceden de Haití y Cuba, a los que se suman ciudadanos de diferentes países africanos francófonos, pakistaníes y yemeníes. Aunque muchos son adultos, también hay familias con niños y muchas mujeres embarazadas en avanzado estado de gestación. En el mes de mayo hemos realizado 3.390 consultas médicas y una media de 5 consultas individuales y 5 grupales de salud mental al día.
“Es una ruta muy dura, tanto por el paraje a atravesar como por la duración del camino de entre 5 y 10 días, dependiendo de la estación seca o lluviosa. Nos han reportado episodios de violencia, robos, falta de comida y falta de agua. Y nuestros pacientes también han visto migrantes que no han podido seguir avanzando por extenuación o ahogados por la crecida de los ríos. Las patologías que más vemos están relacionadas con afectaciones cutáneas y laceraciones en las extremidades, así como deshidratación y diarrea. Los niños suelen presentar fiebre, diarrea y desnutrición”, explica López. “Pero una de las cuestiones que más nos preocupa e indigna es que muchas de las mujeres que atendemos nos informan de que han sido abusadas sexualmente en el camino”. En solo los primeros 15 días de asistencia médica en Bajo Chiquito, MSF atendió 12 casos de violencia sexual reciente, en los tres días previos. “El primer día de nuestra intervención atendimos 5 casos. Nuestros equipos con años de experiencia en la ruta de migrantes a su paso por México no habían visto nunca tal cantidad de casos en un solo día”.
Testimonios que recogimos en México, en los albergues de migrantes en los que trabajamos, atestiguan el horror del paso por el Darién. Ana*, de 45 años, procede de Cuba. Tras dos años de periplo por diferentes países sudamericanos, pasó la frontera entre Colombia y Panamá: “entramos por un caminito y vimos personas con pistolas (…). Empezaron a registrar a los hombres primero. Iban tirando nuestras cosas loma arriba, zapatos, dinero, teléfonos. Loma arriba había otro grupo de hombres, con pistolas. Empezaron a pasar a las mujeres y a registrarlas. A algunas no las revisaban, sino que las pasaban arriba directamente y las violaban. A algunas las violaban delante de todo el mundo, sin que pudiéramos hacer nada. Incluso a mí también…me… abusaron de mí también. Esa parte es muy difícil porque hay muchas cosas, (…), mataron a personas, gente inocente delante de uno, desangrándose ahí delante de uno, sin poder hacer nada, sin poder ayudar”.
Por ello, hacemos un llamamiento para que las autoridades responsables incrementen la protección de una población extremadamente vulnerable en su viaje. “Desde MSF llevamos trabajando con gente en tránsito desde hace ya muchos años y hemos sido testigos de cómo las fronteras, muros y trabas administrativas impactan de forma negativa en los migrantes y cómo se los expone a redes de tráfico que los violan y explotan«.
«Los migrantes deberían poder transitar entre Colombia y Panamá por rutas seguras, establecidas por las autoridades, sabiendo que no van a ser asaltados, golpeados, robados o vejados y que no van a arriesgar su vida o las de los suyos en el camino. Nadie debería afrontar lo que afrontan nuestros pacientes solo por pretender migrar. Migrar no es un delito”.
*Nombre cambiado para proteger la identidad de la paciente. Su testimonio fue recogido el pasado 3 de Junio en un albergue del Sur de México.