Los ataques aéreos combinados con una ofensiva terrestre llevada a cabo por las fuerzas del Gobierno sirio y sus aliados rusos en el noroeste de Siria han desencadenado una gran ola de desplazamiento en la última zona del país controlada por la oposición. En los últimos días, pueblos y campos de desplazados al oeste de Alepo han sido golpeados por los bombardeos mientras que las carreteras se llenan de automóviles y camiones a medida que los habitantes de estas zonas huyen hacia una supuesta zona de seguridad cada vez más reducida.
«La población se enfrenta a una situación desesperada», afirma Julien Delozanne, coordinador general de Médicos Sin Fronteras (MSF) para Siria. “Se están produciendo ataques en áreas que se consideraban seguras. Quienes huyen hacia el norte están siendo presionados en un territorio cada vez más pequeño cercado entre la línea del frente, por el este, y la frontera turca cerrada hacia el oeste. Las condiciones de vida en los campos de desplazados ya son duras, pero si la operación militar continúa provocará una nueva afluencia de personas hacia esta zona que empeorará la situación”.
Las fuerzas del Gobierno sirio han pasado a tomar el control de la carretera que conecta las ciudades de Damasco y Alepo y ahora empujan hacia el oeste, amenazando áreas densamente pobladas al oeste de Alepo.
El 14 y 15 de febrero, los bombardeos impactaron campos de desplazados situados en los alrededores de la ciudad de Sarmada, donde hacía escasas fechas habían llegado decenas de miles de personas que huían de los combates en el sur de la gobernación de Idlib. Varias personas desplazadas resultaron heridas y algunas tiendas fueron destruidas. La ciudad de Takad, 20 kilómetros al este, ha sido atacada en varias ocasiones desde el 13 de febrero, lo que ha provocado la huida de la mayoría de sus habitantes.
«Los residentes abandonan Takad a causa de los recientes ataques de artillería, misiles y aviones de combate», explica Mustafa Ajaj, director del centro de salud apoyado por MSF en Takad.
«Las únicas personas que se han quedado son las que no pueden pagar un vehículo o no saben a dónde acudir. Estamos trasladando nuestros suministros sanitarios a otro lugar y estoy buscando un lugar seguro para reanudar nuestras actividades en un área donde las necesidades médicas son cada vez más urgentes. También hemos dejado algunas provisiones médicas básicas para las personas que todavía están en Takad».
El hospital de la ciudad de Al Atareb, que había recibido kits de emergencia de MSF, tuvo que cerrar el 16 de febrero tras los ataques contra la ciudad. El hospital de Darat-Izaa también cerró el 17 de febrero por temor a ser bombardeado. Como resultado, en estos momentos no queda ningún hospital en funcionamiento en la zona rural del oeste de Alepo.
Con la situación en constante cambio, los habitantes del norte de Idlib y del oeste de Alepo, muchas de las cuales ya han sufrido repetidos desplazamientos, están experimentando una inseguridad enorme. «Nadie sabe cuál será la situación mañana, solo que hay bombardeos y que las fuerzas gubernamentales avanzan», asegura una médica de MSF que trabaja en el campamento de Deir Hassan, a 30 km al oeste de Alepo. «Vivimos con miedo y estrés«.
Según la ONU, desde el 1 de diciembre, más de 875.000 personas han sido desplazadas en el noroeste de Siria. Los campos de acogida están desbordados y resulta imposible encontrar una habitación de alquiler en ciudades situadas a cualquier distancia de los bombardeos. Sin otro lugar a donde ir, los desplazados instalan tiendas de campaña en laderas y cunetas o duermen en el suelo.
«Hay una muerte bajo el bombardeo y hay otra muerte en los campos, no inmediata, sino retrasada», afirma un hombre desplazado que acaba de llegar junto a su familia a uno de los campos donde trabaja MSF.
«Cada vez que se intensifican los bombardeos, llegan nuevos desplazados«, señala una médica de MSF en el campo de Deir Hassan. “La mayoría no encuentran refugio en las ciudades a las que huyen, por lo que se ven obligadas a montar sus tiendas donde pueden. Estas áreas están cubiertas de carpas y lonas, y cuanto más te acercas a la frontera turca, más hay. Los que no pueden pagar una tienda de campaña comparten la carpa con otras familias. También ves a personas en los bordes de las carreteras y debajo de olivos con mantas. Algunos huyeron con nada más que la ropa que llevaban puesta”.
Las provincias del norte de Idlib y del oeste de Alepo están salpicadas de asentamientos informales donde los desplazados viven en condiciones difíciles con muy poca protección contra el frío invernal. La semana pasada, las temperaturas cayeron bajo cero y las fuertes nevadas bloquearon muchas carreteras. Cuatro miembros de una familia fallecieron por asfixia a causa del combustible de baja calidad con el que trataban de calentar su tienda. «Estamos en una situación muy mala», dijo un padre al equipo de MSF durante una distribución de ayuda en un campamento.
«Estamos sin calefacción, sin pan, no hay agua. Necesitamos ayuda. Tenemos que quemar las hojas de los olivos para calentarnos».
Como era previsible dadas las condiciones de vida y la climatología invernal, el personal médico de la clínica móvil de Médicos Sin Fronteras ha tratado a numerosos pacientes por infecciones respiratorias. En las últimas semanas, los equipos también han facilitado atención médica a un gran número de mujeres embarazadas y niños.
MSF también está respondiendo a las necesidades de los desplazados recién llegados mediante la distribución de artículos de primera necesidad en diferentes áreas rurales de Idlib. Desde el 1 de diciembre, sus equipos han distribuido mantas, ropa de invierno y kits de higiene a más de 13.000 personas en una veintena de campos de desplazados y asentamientos informales en Harim, Salqin, Sarmada, Killi y Maarat Misrin, así como combustible para calefacción. MSF también suministra agua potable a decenas de miles de personas en campos. Sin embargo, las necesidades son enormes e, incluso a pesar de estas nuevas actividades, los equipos de MSF tienen cada vez más dificultades para brindar ayuda a las personas desplazadas.
En un contexto de ofensiva terrestre y ataques aéreos continuos, la población está constantemente en movimiento. Durante el fin de semana, algunos campos al oeste de Alepo tuvieron que ser evacuados. Quienes pueden pagar el transporte se dirigen al norte hacia Afrin y Azaz, cerca de la frontera turca; otros no pueden recorrer tanta distancia. Pero donde quiera que vayan, nadie puede tener la certeza de que recibirá ayuda.
«La guerra se prolonga durante casi nueve años», recalca la médica de MSF, «pero, si consideramos todas las dificultades que afrontamos, solo este año equivale a los últimos nueve».