Las trabajadoras sexuales en Malawi tienen cinco veces más probabilidades de contraer VIH, enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados que las mujeres en la población general. Sin embargo, en gran parte quedan fuera de la atención médica, incluyendo el diagnóstico y el tratamiento de VIH, y con frecuencia deben enfrentar el estigma y la discriminación del personal sanitario. Para poder realmente salir adelante de esta epidemia, el sistema de salud de Malawi deberá priorizar las necesidades de salud de las trabajadoras sexuales.
Un proyecto de Médicos Sin Fronteras (MSF) ubicado en dos distritos del sur de este país está ayudando a miles de trabajadoras sexuales a acceder a servicios de salud. Para aprovechar su propio conocimiento y experiencia, MSF emplea y capacita a trabajadoras sexuales como personal de salud comunitario, quienes llegan a las mujeres a través de redes discretas de confianza y confidencialidad, y las ayudan a obtener la atención que necesitan. Estas fuertes y poderosas mujeres están profundamente conectadas con su comunidad y participan activamente en la respuesta al VIH del país a través de alianzas de trabajadoras sexuales.
A principios de 2019, estas mujeres compartieron sus difíciles experiencias de vida y elecciones personales que las llevaron a convertirse en trabajadoras sexuales, y permitieron a la fotógrafa belga Isabel Corthier seguir su vida diaria utilizando un enfoque documental inmersivo.
“El trabajo sexual me proporcionó una nueva oportunidad. Por primera vez en mi vida podía ser una mujer libre sin tener que preocuparme por alguien. Después de la noticia, mis padres estaban tan enojados conmigo que todo lo que les compraba se convertía en cenizas. Al ser una trabajadora comunitaria de salud, [ellos] ahora me ven como una persona que gana dinero de una manera que la sociedad ve como correcta.
Las trabajadoras sexuales necesitan atención médica en su vida diaria: si se rompe un condón o si tienen una enfermedad de transmisión sexual. Las aliento a exigir servicios de salud en lugar de evitarlos. Es un derecho de nacimiento en Malawi».
Alice comenzó a ser trabajadora sexual después de que su matrimonio se disolviera debido a los malos tratos de su esposo y de sus parientes. En 2016, se unió al proyecto de MSF en Malawi como trabajadora de salud comunitaria.
“Perdí a mis padres a los 7 años. Mis abuelos no podían sostenerme del todo. Podía estar todo el día en la escuela sin comer nada. Así que empecé a tener relaciones sexuales a cambio de cosas, y así es como me quedé embarazada y abandoné la escuela. En ese momento, no sabía nada sobre los condones ni ningún otro método de planificación familiar. Había oído hablar del VIH, pero nunca pensé en contraerlo yo misma.
Escuché sobre los servicios de MSF en noviembre de 2018 cuando su personal vino al bar para compartir información y pruebas de detección de VIH y enfermedades de transmisión sexual. Esa fue la primera vez que me dieron información sobre temas como las pruebas de VIH y la salud sexual. Lo vi como una oportunidad increíble que podría ayudarme a estar saludable, sin importar mis circunstancias. Me sentí liberada, feliz, porque estaba escuchando cosas que nunca supe».
Bernadette es trabajadora sexual en Dedza, Malawi, desde octubre de 2018. Ella alquila una habitación con otra trabajadora sexual en la parte de atrás de un bar a cambio de brindar servicios sexuales a los clientes. Recibió un paquete de atención médica sexual y reproductiva, y de VIH a través del proyecto de MSF relacionado con la atención a trabajadoras sexuales en Malawi.
En los distritos de Mwanza, Dedza, Nsanje y Zalewa, MSF lleva a cabo servicios reservados de pruebas de VIH a domicilio en las habitaciones de las trabajadoras sexuales como parte de su proyecto para la detección y prevención del virus.
Para comenzar, las trabajadoras de salud comunitarias de MSF (ellas mismas son trabajadoras sexuales que han sido convocadas y capacitadas de sus comunidades locales) visitan diferentes puntos para identificar a trabajadoras sexuales nuevas y/o ya conocidas, crear conciencia sobre el VIH y ofrecer pruebas de detección del virus.
Las trabajadoras sexuales que viven con VIH enfrentan enormes dificultades de confianza al mantener su estatus confidencial. Construir confianza y mantener la discreción, incluida la confidencialidad, es la mayor fortaleza del trabajador de salud de la comunidad.
En Malawi, donde la pobreza y el desempleo siguen siendo altos, muchas mujeres recurren al trabajo sexual (ofreciendo servicios sexuales a cambio de algún tipo de pago) para mantenerse a sí mismas y a sus familias. Las trabajadoras sexuales tienen una gran demanda en lugares nocturnos, en sitios de venta de bebidas alcohólicas en ciudades comerciales y en los ajetreados centros de comercio y transporte, por donde pasan los camioneros.
Las trabajadoras sexuales enfrentan riesgos mucho más altos de contraer VIH, enfermedades de transmisión sexual y embarazos no deseados que las mujeres que no realizan trabajo sexual.
El distrito de Nsanje es una zona en gran parte rural donde el acceso a los establecimientos de salud está limitado a causa de las largas distancias. En este sentido, MSF y el personal del Ministerio de Salud trabajan juntos para proporcionar servicios regulares de «ventanilla única» que se realizan como sesiones de difusión en días específicos en diferentes lugares, ya sea en una sala alquilada en la comunidad, cerca de donde viven y trabajan las trabajadoras sexuales, o en instalaciones del Ministerio de Salud como hospitales o centros sanitarios.
Los servicios de «ventanilla única» permiten la atención discreta y aprovechan al máximo la visita única para ofrecer un paquete integral de servicios de salud durante una consulta, que incluye pruebas de VIH, asesoramiento, planificación familiar, atención a víctimas de violencia sexual, entre otros.
Desde 2014, MSF ha estado desarrollando formas de llegar y brindar atención a trabajadores sexuales a lo largo de las principales rutas de transporte o centros de comercio entre Mozambique.
Margret explica qué hace como trabajadora de salud comunitaria de MSF en Mwanza. “Mi trabajo incluye ir de puerta en puerta y visitar tiendas de embotellado y burdeles donde me reúno con trabajadoras sexuales y les brindo información relacionada con las pruebas de VIH y cómo pueden cuidar su salud. Cuando alguien aceptan hacerse la prueba del VIH, organizamos una visita a su casa», dice ella. Las trabajadoras de salud comunitarias también guían a las trabajadoras sexuales hacia las clínicas de «ventanilla única».
“Gracias a la ayuda que recibimos de las trabajadoras de salud comunitarias, me siento más capacitada que antes. Sé cómo poner un condón correctamente, y ahora tenemos lubricante que previene accidentes”, dice Bernadette.
Muchas de las trabajadoras de salud comunitarias empleadas por MSF cuentan que recurrieron al trabajo sexual después de tener hijos a una edad temprana y que sus familias los abandonaron o perdieron el apoyo de sus esposos para cuidarlas. A menudo son rechazadas por sus familias y comunidades, y enfrentan el abuso y la hostilidad por lo que hacen.
La presencia del proyecto ha reducido los niveles de estigma contra las trabajadoras sexuales, así como también ayudó a mejorar el acceso a las pruebas del VIH y a la atención en salud sexual y reproductiva.
«Antes que algunas personas nos miraban como si fuéramos animales, pero las cosas han cambiado», dice Margaret. “Hoy en día, la percepción que las personas tienen hacia las trabajadoras sexuales ha mejorado. Hoy, la gente entiende que el VIH nos afecta a todos. Y si tenemos que tratar el VIH de una vez por todas, el primer paso es aceptar y reconocer que, a pesar de ser diferentes, todos somos seres humanos».
“Hace dos años, tenía un cliente. Durante el sexo, rompió deliberadamente su condón y luego, no quiso pagar. Las cosas se pusieron violentas y me rompió el diente frontal. Fui a la policía para denunciar el asunto, pero solo dijeron «eres una prostituta, vete a casa». Simplemente fui a casa a llorar y nunca fui al hospital. En ese momento, no sabía que tenía que ir a buscar tratamiento.»
María se convirtió en trabajadora sexual después de que su esposo fue a Sudáfrica por trabajo y nunca regresó. Ella vive con su hija de nueve años y otras trabajadoras sexuales en un complejo en Dedza, en el oeste de Malawi. María recibió servicios integrales de VIH y salud sexual a través del proyecto de MSF.
Los nombres de Maria y Bernadette han sido cambiados.