En una clínica de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Franja de Gaza, un anestesista originario de Singapur usaba un vocabulario árabe inusual para un extranjero: “¿electricidad, cuchillo, ardor, hormigueo?” El paciente de 26 años, Murad, señalaba hacia su pierna izquierda, atrapada en una jaula de metal, para mostrar al médico dónde surgían las diferentes sensaciones. La electricidad y los dolores punzantes eran peores justo sobre su pie, que se encontraba descolorido y frío al tacto; las venas estaban contraídas tras haber soportado un año de dolor. «La lesión me ha destruido», dijo. «Antes trabajaba, reparaba de antenas parabólicas, pero ahora no puedo hacerlo y nadie me ha podido ayudar«.
Murad fue una de las más de 1.300 personas que recibieron disparos con munición real por parte el ejército israelí el 14 de mayo de 2018, el día más sangriento de las protestas a lo largo de la cerca que separa a Israel de la Franja de Gaza. 60 personas murieron ese día. Fue un baño de sangre, y los hospitales en la Franja Gaza estaban abrumados por el increíble número de heridos. Un año después, muchos siguen sufriendo: sus piernas no tienen la suficiente cantidad de hueso para sanar, tienen infecciones, y la incertidumbre y el dolor son abrumadores.
Ahmed, de 38 años, explicó por qué acudió a la protesta del 14 de mayo, en la que resultó herido. “Fui en paz, como ciudadano. Soy de Bir al-Saba [Beersheva]. Desde el año 2000 ha habido tres guerras, toda la Franja de Gaza está bajo fuego, tenemos 13 años de bloqueo y dos Estados separados en Cisjordania y Gaza. Estamos oprimidos”. Como agricultor del extremo sur de la Franja de Gaza, se deleitaba mucho al describir los animales que cuidaba, las plantas que cultivaba y el yogur y el queso que hacía, pero todo eso es imposible ahora, pues a una de sus piernas le falta tres centímetros de hueso incluso después de múltiples operaciones. «Sólo puedo dormir y tomar medicamentos, eso es todo lo que puedo hacer«.
La economía de la Franja de Gaza ha estado al borde del colapso por el bloqueo israelí, la lucha política palestina y las restricciones egipcias sobre el movimiento. Las personas atrapadas aquí han visto cómo desaparecen sus medios para subsistir. Las lesiones que sufrieron miles de personas (más de 7.000 han resultaron heridas por balas del ejército israelí desde el 30 de marzo de 2018) solo han empeorado las cosas.
Murad ha perdido la capacidad de trabajar para ganarse la vida. «Me enseñé a mí mismo cómo arreglar cosas, antenas parabólicas, televisores. Podía hacer 15-20 NIS ($4-5,50) por día. Desde mi lesión, solo me siento en casa. Vivo con mi madre, mi padre la dejó y no recibimos ayuda de nuestra familia”. Comenzó a llorar cuando describió que no habían podido pagar la cuenta del gas de su casa de una habitación durante un mes y cómo habían estado a raíz de ello. Tuvo que endeudarse para poder comprar galletas y pan. «Puedes saber quiénes son tus amigos durante los tiempos difíciles», dijo. «Ahora veo que no tengo ninguno».
El sistema de salud de la Franja de Gaza, paralizado por las mismas cosas que han llevado al colapso económico, está abrumado debido a las lesiones de las personas. Dado que hay miles de personas con heridas similares que requieren complejos y largos programas de tratamiento, las demandas hacia el Ministerio de Salud y las pocas organizaciones que brindan atención médica en la Franja de Gaza son enormes. Muchos pacientes todavía están esperando soluciones que podrían no llegar.
“Para tratar a las personas heridas durante las protestas, abrimos dos salas de hospitalización, aumentamos a cinco la cantidad de clínicas que gestionamos y escalamos nuestra capacidad quirúrgica. Sin embargo, incluso con todo lo que estamos haciendo, simplemente carecemos de la cantidad de camas, cirujanos expertos y especialistas en antibióticos que son necesarios para tratar adecuadamente estas lesiones «, explicó Marie-Elisabeth Ingres, Jefa de Misión de MSF en Palestina.
Eyad, un músico de 23 años, también recibió un disparo, pero es uno de los pocos afortunados que han logrado salir de la Franja de Gaza para recibir tratamiento. En un hospital de MSF en Amman que se especializa en servicios de cirugía reconstructiva para heridos de guerra de todo el Medio Oriente, se sometió a una cirugía ortopédica y tratamiento para una infección severa en su hueso, que requirió de un tratamiento de cuatro semanas de antibióticos en una sala de aislamiento.
Aún así, un año después de que le dispararon, persiste la incertidumbre. «Todos mis pensamientos son sobre mi lesión. ¿Cuándo podré caminar? ¿Podré caminar nuevamente?” Eyad necesita otra ronda de operaciones en Amman dentro de seis meses, y después de eso, le espera un largo período de rehabilitación antes de que, con suerte, vuelva a caminar.
La carga de cuidar a los heridos, que son en su mayoría hombres, ha caído principalmente sobre sus esposas y madres. «Mi esposa también está cansada», cuenta Ahmed, el agricultor. «Sigue preguntando cuándo estaré mejor. Quiere vivir una vida normal, por supuesto, es humana. Me dijo que quiere volver con su familia, pero la necesito para muchas cosas”. Describió la gran frustración que le supone no poder usar pantalones, ir de compras o levantar a sus hijos por temor al dolor. «Si no hubiera internet, moriría», comenta sobre su año de aburrimiento. «Facebook, Twitter, YouTube, te permiten ver otro mundo».
Murad intenta mantener su espíritu en alto, a pesar de la pobreza y el dolor que le causó su lesión. «Sé que mi pierna puede ser amputada, pero a pesar de eso sigo intentando recibir tratamiento. Al principio me negué a viajar, pero ahora espero hacerlo, a donde sea que me lleve”. Tiene una ambición para cuando se mejore: abrir un local en el que pueda vender té y café.
Sin embargo, a Ahmed le resultaba más difícil pensar positivamente. Los largos meses de sufrimiento le han pasado factura. «Ojalá me hubieran cortado la pierna», dice, «al menos ahora no tendría ningún dolor». Un año después de su lesión, nadie puede decirle con certeza cuándo podría terminar ese dolor.