Ulang, al noreste de Sudán del Sur, es un área remota cerca de la frontera con Etiopía, donde la población ha sufrido años de guerra y está sujeta a frecuentes enfrentamientos intercomunales. Antes de la llegada de Médicos Sin Fronteras (MSF), no había atención médica secundaria disponible para las aproximadamente 100.000 personas de la región.
Desplazados por la violencia cíclica
Nyayual tiene nueve hijos de entre 1 y 18 años. Un brote de violencia intercomunitaria los alejó a ella y a su familia de su hogar en Doma. Buscaron refugio en la aldea de Ying, donde hay varios cientos de personas desplazadas.
«He estado en Ying durante las últimas tres semanas. La situación aquí no es buena. Dormimos en el suelo sin una colchoneta y ni siquiera tenemos un mosquitera, entonces nos pican muchos insectos. No tenemos comida ni leche. Nuestros hombres van al río y, si consiguen pescar algo, los niños tendrán algo que comer. A los niños no les va bien, sufren vómitos y diarrea por comer mal.
La violencia en Doma causó muchas muertes. Los atacantes llegaron por la noche, a las 4 de la madrugada. Cruzaron el pueblo y comenzaron a disparar a hombres, niños, mujeres y animales. Estábamos durmiendo, así escapamos sin tomar muchas pertenencias. Perdimos la mayor parte de nuestro ganado.
Todos huyeron en diferentes direcciones. Caminamos durante cuatro horas hasta que llegamos a Ying al amanecer. Los locales nos dieron la bienvenida. Nos permitieron quedarnos en la escuela y bajo los árboles. Algunos otros que se habían escondido en el bosque también han llegado aquí en los últimos días. Todos mis parientes están aquí conmigo. Estos ataques ocurren de vez en cuando. Antes solo se llevaban nuestras vacas, pero ahora también matan a la gente.
Aunque nos faltan cosas básicas, al menos ahora estamos a salvo. No podemos volver a Doma a corto plazo, ya que existe el riesgo de más ataques.»
‘Primero’ y ‘segundo’
Yakong es una madre de siete hijos de 36 años. Sus gemelos Both y Duoth, «primero» y «segundo» en nuer, nacieron a finales de marzo en el hospital de MSF en Ulang.
«Soy de Wachjak, un pequeño pueblo en el río Sobat, a dos horas a pie de Ulang. No hay muchos trabajos allí. La gente pasa hambre a menudo. Cultivamos algunas frutas y maíz, aunque la principal fuente de alimentos es la pesca. Mi hijo mayor tiene 15 años y criar a mis hijos ha sido un desafío.
Algunos de mis familiares, incluidos dos de mis hermanos, murieron en el conflicto, y mi tío perdió a tres de sus hijos. Es muy triste. Creo que la paz cambiará las cosas para mejor. Mis hijos tendrán una vida mejor y podrán ir a la escuela y ayudarme una vez que hayan completado sus estudios.
Esta es la primera vez que doy a luz en un hospital. Mis otros hijos nacieron en casa. No tenía ni idea de que iba a tener gemelos, pero ahora estoy muy feliz. Los he llamado Both y Duoth, que significan «primero» y «segundo» en lengua nuer. El gemelo más grande ha estado un poco enfermo con diarrea, vómitos y fiebre.
Cuando estaba embarazada no estaba cómoda. Sentía mareos, tenía dolores abdominales y estaba perdiendo líquidos. Sabía que no estaba lista para dar a luz, pero sufría mucho dolor. Escuché en la comunidad que MSF había abierto un hospital en Ulang. Si no hubiera venido aquí, algo podría haber salido mal. Al final tuve un parto normal y no duró mucho. Nos sentimos más seguros con la presencia de MSF. Espero que no se vayan».
Coinfecciones no diagnosticadas, inmunización deficiente y disparos
El doctor Imed, de Argelia, es responsble de actividad médica de MSF en Ulang.
“La población de Ulang sufre mucho. Tratamos a muchos niños menores de cinco años por deshidratación. Algunos vienen con shock séptico, neumonía y desnutrición severa con complicaciones. También vemos casos de enfermedades fácilmente prevenibles, como la difteria o el tétanos, que surgen debido a la muy baja cobertura de inmunización de la población infantil.
A menudo tratamos a pacientes adultos con hepatitis B, tuberculosis (TB) y VIH. Los síntomas de estas enfermedades crónicas pueden haber aparecido hace un año o más, pero los pacientes nunca fueron diagnosticados ni recibieron tratamiento. Vemos casos de enfermedades desatendidas como el kala azar, a menudo coinfecciones con VIH y TB. Cuando esto sucede, existe un alto riesgo de que el paciente muera.
Como hay violencia intercomunitaria con frecuencia, recibimos pacientes en la sala de emergencias que han resultado heridos en enfrentamientos o por disparos.
Tanto con los adultos como con los niños, un gran problema es que llegan tarde al tratamiento debido a las largas distancias que deben cubrir, y esto complica las cosas. El tiempo juega un factor crucial en la supervivencia de un paciente. Sin transporte, la gente puede tener que caminar durante dos o tres días para llegar a Ulang. Las largas distancias también pueden dificultar continuar con el tratamiento.
Capacitamos a trabajadores de salud de la comunidad sobre cómo diagnosticar y tratar a las personas en las áreas cercanas a Ulang, y viajamos por el río a la periferia varias veces a la semana, haciendo clínicas móviles cuando es necesario. Las autoridades locales nos alertan cuando ocurren emergencias. Describen los casos y vamos a recoger a los pacientes. Algunos pacientes, especialmente los casos quirúrgicos, no pueden ser tratados aquí, por lo que los enviamos a Malakal.
La importancia de una buena traducción
Elizabeth, de 25 años, es traductora médica para MSF en Ulang y madre de cuatro hijos.
“Pasé un año en Uganda cuando tenía 14 años. Aprendí inglés allí y en la escuela primaria en Malakal. En 2014, después de que estallara la guerra, fui a Etiopía y mis hijos todavía están allí en un campo de refugiados. Solía trabajar en el campamento pero solo me pagaban 700 birr etíopes por mes (unos US $ 25), por lo que en junio de 2018 decidí volver a Ulang y probar suerte. Desde entonces no he visto a mis hijos. Si la paz se mantiene, se supone que se unirán a mí.
Anteriormente no había ningún hospital aquí y vi morir a mucha gente. Trabajé acompañando a los equipos como voluntaria cuando MSF comenzó con clínicas móviles. Más tarde, trabajé como limpiadora en la oficina y finalmente me postulé a una vacante de traductor médico. Me gusta mi trabajo porque es importante que el personal médico obtenga una traducción precisa de lo que dicen los pacientes, ya que aquí la gente habla generalmente solo lengua nuer.
Necesito hacer que comprendan con exactitud, pero no hay diccionario, por lo que a veces ciertas palabras son un poco difíciles. Estoy aumentando día a día mi conocimiento. Aprecio muchas cosas de MSF, en particular el compromiso del equipo de ayudar sin discriminación«.
Lucha diaria para satisfacer las necesidades básicas
Nyamach es una madre de tres hijos de 20 años de Ulang. Su hija menor, una niña de cinco años, fue ingresada en el hospital de MSF a fines de marzo con convulsiones y fiebre y se le diagnosticó malaria cerebral. La niña también tenía una herida que había provocado una infección por tétanos. La cobertura de vacunación entre la población local es baja.
“Cuando llegamos al hospital, la niña estaba en malas condiciones. Ahora está mejor. He visitado otros centros de salud, pero no hubo mejoría. Antes de que MSF llegara a Ulang, muchas personas perdían la vida, como heridos en tiroteos o gente con enfermedades graves. Para obtener tratamiento médico en el pasado, a veces teníamos que ir a Etiopía.
Nos ganamos la vida pescando, criamos ganado y cultivamos maíz, sorgo y hojas verdes. En la estación lluviosa plantamos las semillas en la tierra y crecen, por lo que tenemos más comida. Sin embargo, carecemos de elementos básicos como utensilios de cocina y materiales adecuados para dormir. Debido a los combates, hemos afrontado muchas dificultades. La guerra nos ha dejado sin nada, perdimos hasta las semillas.
Durante tres años me refugié en Etiopía y viví en el campamento de refugiados de Kule (Gambela). Decidimos irnos de ahí porque no había escuelas ni atención médica y la violencia nos estaba afectando. Estaba asustada. Regresé a Sudán del Sur en enero de 2018 con nueve familiares. Otras personas han decidido regresar a Ulang después de escuchar que MSF ya está aquí. Volvimos en coche, tardamos tres días. Espero que la situación se mantenga tranquila. Al menos en la temporada de lluvias [entre mayo y diciembre] las personas se quedan en casa y no corren una detrás de otra».
Partos complicados
Rita, de Portugal, es una partera en su tercera misión con MSF.
«La mayoría de las mujeres aquí dan a luz en casa y esto nos preocupa». En algunas situaciones, no consiguen parir, ya sea en casa o en otro centro de salud, pero cuando llegan al hospital, el parto ocurre sin problemas, por lo que la aceptación de nuestros servicios está aumentando gradualmente y el mensaje se está difundiendo en la comunidad.
Los centros de salud de la zona a menudo carecen de medicamentos adecuados, servicios de emergencia, una sala de esterilización… Vemos a mujeres con afecciones como la eclampsia o el parto prolongado. El hecho de que la gente viva muy lejos de servicios médicos me conmueve. Algunas mujeres incluso dan a luz de camino al hospital porque puede llevar varias horas llegar a Ulang desde su aldea. Incluso después del parto, siguen caminando para llegar hasta aquí.
Recientemente, una mujer hizo un viaje de cinco horas a pie para recoger alimentos en la localidad, a pesar de estar embarazada, ya que no podía alimentar a sus hijos de otra manera.
Nacen muchos gemelos. En los últimos dos meses, hemos tenido asistido en el nacimiento de cuatro parejas de mellizos, y algunas otras mujeres con mellizos nos visitan después de dar a luz.
Estoy en el hospital la mayor parte del tiempo, ya que soy la única persona médica calificada para atender partos. La mayoría de nuestro personal capacitado son hombres, pero las mujeres no se sienten muy cómodas dando a luz con un hombre«.