Normalmente, nuestros proyectos están ubicados en zonas aisladas en condiciones climáticas extremas. Cuando no existen edificios, usamos tiendas de campaña y otras estructuras temporales para erigir las instalaciones médicas que los pacientes necesitan. Pero a veces estas soluciones están muy lejos de lo ideal. Carlos Cortez, ingeniero y coordinador logista de Médicos Sin Fronteras, describe desde Sudán del Sur cómo levantamos un nuevo modelo de hospital para contextos así.
«Hacía muchísimo calor en nuestras tiendas. Doctores, logistas y pacientes sudaban mucho. El olor a cloro subía desde el suelo de plástico. En una esquina, un grifo, creado a partir de un cubo de plástico sobre un taburete de madera, goteaba.
Fuera, las paredes de la tienda estaban teñidas de ocre. Durante tres años se había acumulado tierra y suciedad. Algunos baobabs y palmeras desperdigadas alrededor daban algo de sombra, pero no la suficiente para protegernos de un sol inclemente. Hacía calor, calor de verdad, hasta 50º C en un entorno polvoriento. Podía sentirlo en la garganta, nariz, y oídos.
Estábamos en nuestra maternidad en Doro (Sudán del Sur), un campo de refugiados en medio de la sabana.
Vencer al calor
Llevamos años en Doro. A pesar de los esfuerzos, las condiciones de nuestras instalaciones seguían siendo precarias: las mismas tiendas de campaña que emplazamos al principio del proyecto seguían estando allí, aunque solo debían usarse como último recurso para intervenciones de emergencia.
Desde entonces, se habían instalado algunas estructuras tipo contenedor destinadas a viviendas, pero como ocurre con las tiendas, se calientan mucho. Con los años, el equipo logró construir un par de edificios de ladrillos más frescos pero cuya edificación no resulta nada sencilla: los materiales no suelen estar disponibles y los que hay son de mala calidad.
En Sudán del Sur, la población local tiene experiencia en la construcción de chozas de barro y de paja. Algunos han levantado pequeñas estructuras de ladrillo pero suelen faltar conocimientos para este tipo de obra. Para complicar aún más las cosas, los sitios donde trabajamos son solo accesibles por vía aérea, ya que las carreteras desaparecen durante la temporada de lluvias, y las restricciones por motivos de seguridad condicionan los movimientos. Esto hace que llevar a cabo un proyecto de construcción bajo los estándares de MSF constituya un verdadero desafío.
En mi trayectoria como coordinador logístico de MSF, he visto este problema muchas veces. Hospitales que parecen un mosaico de estructuras: tiendas de campaña, edificios de ladrillo y barro, contenedores… todos ellos de diferente calidad, mezclados y respondiendo a diferentes necesidades. Pero estas necesidades cambian constantemente. Un brote de una epidemia o la intensificación de un conflicto armado traen como consecuencia más pacientes de lo esperado y, para ellos, se necesitan con urgencia nuevas instalaciones.
Muchas veces nos vemos obligados a improvisar, a resolver con premura, y a impulsar la construcción de una solución rápida con los medios locales disponibles. Como resultado, nuestras estructuras carecen a menudo de características básicas. Es el caso de la calurosa tienda del inicio de mi relato, cuyas condiciones no son siempre las ideales para albergar una instalación médica.
Problemas logísticos
El problema para nuestros logistas es que, en lugares como Sudán del Sur, las limitaciones que afrontamos en materia de construcción nos dejan las manos atadas.No suele haber un plan B. A medida que el calor aumenta, los pacientes salen de las salas del hospital para sentarse afuera, bajo los árboles. Los médicos se quejan porque sus pacientes se van, la iluminación es pobre y dentro hace un calor infernal.
Son numerosos los obstáculos que surgen cuando los logistas vamos a 100 por hora para construir nuevas instalaciones: nos damos cuenta de que no se ha esperado el tiempo suficiente para que el cemento se seque o que se acaba de pintar sobre una pared recién enyesada; o que la puerta recién instalada es imposible de cerrar; o que la compañía de transporte que trae el cemento informa que su camión se ha estropeado en medio del desierto y: «llevará otra semana obtener la pieza de repuesto, lo sentimos».
En los últimos años hemos tratado de encontrar una estructura prefabricada más adecuada a nuestros proyectos: desde hospitales de campaña inflables a un hospital construido a base de contenedores en Haití, pasando por un centro hospitalario en Filipinas creado a partir de un compuesto de fibra de madera y resina con propiedades antimicrobianas.
Todas estas soluciones presentan ventajas y desventajas. Sin embargo, nuestras operaciones en el terreno siguen creciendo y la complejidad de las mismas, también. Es por ello por lo que necesitamos encontrar soluciones que estén mejor adaptadas a estos nuevos desafíos.
El concepto MODUL(H)O
Hace dos años, nuestro equipo de construcción empezó a trabajar en un recurso específico: un edificio estandarizado, prefabricado, modular, de buena calidad, y adaptado a diferentes proyectos, necesidades y contextos de todo el mundo. Aprovechando un producto existente, desarrollamos el concepto MODUL(H)O.
Se trata de un módulo de aluminio de 90 m² que no necesita cimientos. Tiene soportes que pueden ser ajustados según su peso y ángulo, y que permiten adaptarse a superficies irregulares. Cuenta con su propio suelo independiente con capacidad para soportar una carga de 500 kilogramos por m². Es ligero y modular, no necesita maquinaria pesada para instalarlo y puede ser colocado en una semana por ocho trabajadores sin cualificación específica y un técnico. Está protegido y su superficie se puede limpiar con productos que se emplean habitualmente en terreno. Tiene una esperanza de vida de 30 años; es desmontable y reutilizable, y cuenta con un sistema de ventilación natural para mejorar la temperatura interior.
El diseño permite que los paneles que forman las paredes y las puertas se puedan añadir y quitar fácilmente, para que el edificio se adecúe a las necesidades cambiantes del proyecto. Estos módulos básicos pueden conectarse entre sí formando estructuras más grandes que pueden adaptarse para crear cualquiera tipo de instalación sanitaria.
Carrera contra la lluvia
A mediados de julio de 2016, el departamento de logística recibió una solicitud para construir una maternidad completa en Doro antes de que diera comienzo la próxima estación de lluvias en mayo de 2017.Necesitábamos nueve módulos básicos para ensamblar cuatro edificios: una unidad obstétrica, una maternidad para pacientes ingresados, una unidad de cuidados intensivos neonatales y una sala de urgencias.
El proyecto completo nos llevaría unos 10 meses para:
– Producir y probar un prototipo.
– Resolver y/o mejorar cualquier posible problema.
– Desarrollar soluciones para el sistema eléctrico y de agua y saneamiento.
– Acordar un plan con el equipo en Doro, teniendo en cuenta sus necesidades y la distribución del hospital ya existente.
– Organizar el embalaje y el transporte a uno de nuestros proyectos más aislados.
– Producir los módulos y las piezas de repuesto necesarias.
– Reunir las herramientas para montarlos (en un lugar donde la tienda más cercana está a dos horas en avión resultaba esencial).
– Desarrollar y producir lavabos y dispositivos de agua y saneamiento.
– Introducir todo esto en contenedores y enviarlo de Barcelona a Mombasa en barco, de Mombasa a Juba en camión, y de Juba a Doro por vía aérea. ¡Hablamos de contenedores de 7,6 x 6 metros en avión!
– Y por último, sí, construir el hospital.
Todo ello antes de que llegara la lluvia.
Pan comido, ¿verdad?
¿Y cómo lo hacemos?
De pronto, el departamento logístico al completo se apresuró a buscar soluciones a los cientos de problemas que comenzaban a surgir. Comprobaron los detalles del montaje, se aseguraron de que todas las herramientas estuvieran disponibles, formaron al equipo que participaría en la construcción, firmaron los contratos, elaboraron planes detallados, identificaron las posibilidades de suministro y las soluciones de embalaje…
Finalmente, tras meses de preparación, en marzo de 2017, la carga llegó a Doro.
El hospital anterior fue completamente trasladado y ubicado en tiendas de campaña. Todas las estructuras semipermanentes fueron desmontadas. El equipo de construcción comenzó con los trabajos preparatorios: demolió los antiguos cimientos, niveló el terreno, construyó un almacén para los materiales y las herramientas y contrató al personal local.
El reto que se nos presentaba era enorme: debido a la complicada situación de seguridad, no podíamos tener a más de 12 trabajadores internacionales en la zona al mismo tiempo. Por ello, la supervisión resultó muy complicada y tuvimos que modificar nuestro plan original de tener varios equipos trabajando en paralelo para ahorrar tiempo.
El personal local no tenía conocimientos de construcción. De hecho, la mayoría de ellos nunca había manejado un taladro y nadie había visto una estructura como esta antes. Tuvimos que dar las instrucciones con gestos ya que casi ninguno sabía inglés y hablaban diferentes idiomas locales. Las temperaturas oscilaban entre los 40 y los 50° C a la sombra. El calor era tal que, a la una del mediodía, era imposible tocar las estructuras sin guantes.
El agua y el saneamiento supusieron unos de los grandes retos del proyecto. Teníamos unos 80 trabajadores cavando zanjas para instalar un nuevo sistema alrededor del complejo que incluía fosas sépticas, alcantarillas, trampas de grasa… Cientos de metros cúbicos de tierra tuvieron que ser retirados a mano, ya que no había maquinaria disponible.
Transportábamos material, llenábamos camiones y montábamos los edificios. Algunos de los obreros eran artesanos innatos; otros, menos cualificados, aprendieron rapidísimo. Al tratarse de un trabajo repetitivo, una vez que montaron el primer módulo, el resto fue más fácil. Y a nosotros, en el equipo de logística, nos sucedía lo mismo: aprendíamos con la práctica.
Trabajar en un proyecto como este requiere ser muy metódico y organizado. Al principio cometimos algunos errores. Si nos saltábamos una etapa, tendríamos problemas durante la siguiente. Cada tornillo, tuerca y arandela contaba. La instalación de la electricidad fue rápida y no dio problemas; encajaba perfectamente con la secuencia de ensamblaje de la estructura.
Mejores hospitales, mejor atención
Después de tres meses completos de trabajo, el edificio estaba listo. Justo a tiempo antes del comienzo de las lluvias. El equipo médico estaba muy satisfecho con el resultado. Algunos incluso quisieron prorrogar su misión para trabajar en las nuevas estructuras. Ahora los espacios son apropiados, la comodidad ha mejorado radicalmente, tienen mejor temperatura, las medidas de limpieza y de control de infecciones son más fáciles de realizar, y las condiciones para nuestros pacientes y para el equipo médico son mucho mejores.
En resumen, la calidad de la atención va a mejorar sin ninguna duda.
Este es precisamente el objetivo del proyecto: garantizar los estándares de MSF incluso en los lugares más remotos e incrementar la calidad de la asistencia. El desafío es grande y los costos son bastante altos, pero ese es el precio que hay que pagar para hacer el trabajo como se debe.
Nos llevó 12 semanas finalizar la construcción en lugar de las nueve que habíamos fijado. Pero teniendo en cuenta que ha sido nuestro primer proyecto de estas características, que la mano de obra carecía de cualificación, que algunas de las herramientas y materiales no llegaron a tiempo, y de todas las otras limitaciones que ya he mencionado, creo que se trata de un buen plazo de tiempo para una instalación sanitaria de 1.350 m².
Si pudimos construir una unidad en Doro, pienso que el resto será mucho más fácil, rápido y económico.
Nuestros próximos retos están ahí: un departamento de traumatología en Haití y un quirófano en Mauritania.»