Médicos Sin Fronteras capacitó a 70 personas del campo y de la comunidad para realizar la campaña, incluyendo a enfermeras y personal adicional para preparar las vacunas, registrar a los niños, garantizar que la multitud estuviera bien organizada, gestionar la logística y alentar a la comunidad a asistir a la vacunación.
«Las comunidades que viven en los campos eran absolutamente esenciales para el éxito de la campaña», dijo Lilian Akoth-Otieno, líder del equipo médico de MSF en Qayyarah. «Trabajaron mano a mano con los trabajadores de salud comunitarios de MSF para garantizar que todos cooperaran con nuestros equipos y, lo más importante, llevaron a sus hijos a vacunarse contra el sarampión«.
Al es un trabajador de salud comunitario de MSF en los campos para personas internamente desplazadas en Qayyarah, Irak, y nos cuenta su testimonio.
«No hay duda de que la vida fue difícil bajo el control del Estado Islámico (EI). Hubo muchas carencias. No teníamos electricidad, cobertura telefónica y no había trabajo. También había una escasez de atención médica y de vacunas. Fue muy caótico. No tuve más remedio que irme de Qayyarah. Regresé cuando la situación se estabilizó en 2016 y comencé a trabajar con MSF en los campos que rodean Qayarrah en agosto de 2017.
Algunos niños con sarampión, de los campos y pueblos cercanos a Qayarrah, fueron admitidos en nuestras clínicas en marzo de este año. Sabíamos que teníamos que actuar, pues el sarampión es una enfermedad grave y puede ser fatal.
Entonces, dadas las condiciones dentro de estos campos, donde las tiendas de campaña están muy juntas y muchas personas viven en un espacio pequeño, MSF trabajó con el Departamento de Salud de Qayyarah para organizar rápidamente una campaña de vacunación para intentar detener la propagación de la enfermedad y proteger quienes no pudieron vacunarse durante los años de control de EI, o desde que fueron desplazados de sus hogares debido al conflicto.
Como jefe de los trabajadores de salud comunitarios, mi función era coordinar la educación de las personas sobre el sarampión, informarles sobre la campaña de vacunación en el campo y alentar a todos a vacunarse.
Algunas personas estaban reacias a venir, especialmente a las adolescentes. Pensaron que eran demasiado grandes y algunas se sentían tímidas porque no querían que un enfermero los vacunara y les mirara los hombros.
Nuestro trabajo era educarlos sobre los beneficios de la vacunación tanto en niños pequeños como en adolescentes de hasta 15 años. También nos aseguramos de que las personas entendieran que teníamos personal femenino listo para vacunar a las niñas en espacios privados donde se sentirían más cómodas.
Al ser trabajadores de salud comunitarios, colaboramos estrechamente con las familias que viven en los campos y comprendemos sus necesidades. Más allá de la vacunación, necesitan educación sanitaria para detener la propagación de enfermedades contagiosas como la varicela y la sarna.
También hay necesidades de atención en salud mental. Casi todas las personas dentro del campamento necesitan apoyo en salud mental, porque han pasado por un momento terrible y la vida en el campo en sí misma está llena de dificultades.
También hay necesidades en los pueblos fuera de los campos. Vivo en uno de estos pueblos y sé que nuestra comunidad comparte algunas de las mismas dificultades que las personas dentro de los campos para personas internamente desplazadas. Hemos sufrido la misma escasez en términos de atención médica y vacunación».