El lunes 23 de octubre, en Ginebra, la Dra. Joanne Liu, Presidente Internacional de MSF, habló en la Conferencia Internacional de Donantes para la Crisis de Refugiados Rohingya, organizada por OCHA, IOM y ACNUR y co-organizada por la Unión Europea y Kuwait. En el texto a continuación, la Dra. Liu describe su reciente visita a la ciudad de Cox’s Bazar, en Bangladesh, donde se está desarrollando una crisis de refugiados tras la reanudación de la violencia en el estado de Rakhine, en Myanmar.
«Casi 600.000 refugiados rohingya han buscado seguridad en Bangladesh en los últimos dos meses. Y las cifras no muestran signos de desaceleración: 40.000 personas cruzaron la frontera de Myanmar solo en las últimas dos semanas, una señal de que la violencia continúa en el estado de Rakhine.
Es difícil comprender la magnitud de la crisis hasta que uno la ve con sus propios ojos. Los asentamientos de refugiados son increíblemente precarios. Parecen refugios improvisados hechos de barro y láminas de plástico, fijados con bambú y esparcidos por pequeñas colinas. Si uno se detiene en la entrada principal del asentamiento de Kutupalong, que ya era hogar de varios miles de rohingyas incluso antes de esta afluencia más reciente, las cosas se ven de alguna forma organizadas. Pero si uno se adentra más en el asentamiento, en los bosques y en las áreas sin carreteras, es otra historia. Casi no hay servicios disponibles y la vulnerabilidad en las condiciones de vida de las personas es impactante. Familias enteras viven bajo lonas de plástico en terrenos fangosos y propensos a las inundaciones. Tienen muy pocas pertenencias, son vulnerables a los ataques de los elefantes y no tienen acceso al agua potable, a letrinas, alimentos o a atención médica.
Es un desplazamiento muy reciente y las personas están en modo de supervivencia, que se puede ver claramente en el lenguaje corporal de todos. La gente está tomando cada día como viene, tratando de asegurar lo básico para pasar el día. Actualmente la respuesta humanitaria está bastante dispersa: se reparten láminas de plástico en un solo lugar, mientras que en otros lugares se distribuyen bolsas de arroz o agua.
En Kutupalong, donde MSF gestiona un centro médico desde 2009, hemos aumentado nuestra capacidad para hospitalizar pacientes de 50 a 70 camas y ahora atendemos entre 800 y 1.000 pacientes al día. Nuestros equipos están tratando padecimientos que normalmente no deberíamos ver, como adultos que colapsan o mueren por deshidratación debido a un simple caso de diarrea acuosa. Hemos abierto nuevos proyectos médicos, de agua y saneamiento en otras partes de Cox’s Bazar, para responder mejor al crecimiento exponencial de las necesidades médicas. Pero se necesita desesperadamente más acción. El campamento es una bomba de tiempo de salud pública.
Pero no olvidemos la causa de origen del desplazamiento de los rohingya, que es la crisis actual en Myanmar. La gente no huye de sus hogares sin una buena razón. Se van porque sus vidas están en peligro, y no tienen otra opción. Cientos de miles de ellos siguen atrapados en Myanmar, viviendo aún ese terror y ahora se encuentran aislados de la ayuda humanitaria.
Para Bangladesh, dar la bienvenida a más de medio millón de personas en dos meses es un gran y extraordinario acto de generosidad. Pero éste viene acompañado de increíbles desafíos. Ningún país en el mundo puede satisfacer necesidades tan grandes por sí solo. Instamos al Gobierno de Bangladesh a que mantenga sus fronteras abiertas, y a la comunidad internacional a que apoye este valiente gesto. Es deber de los donantes ayudar a prevenir un desastre de salud pública. Solo podemos hacerlo asegurando la cobertura de las necesidades vitales de una población que ha sufrido violencia, violaciones y tortura. Necesitamos que más organizaciones en el terreno construyan letrinas, instalen bombas de agua, proporcionen atención médica y distribuyan alimentos. Esto solo puede suceder si el Gobierno de Bangladesh facilita la presencia de ayuda y permite que se despliegue una masa crítica de organizaciones humanitarias.
Esta Conferencia Internacional de Donantes debe ser una llamada de atención. Es nuestra oportunidad de movilizarnos y evitar una segunda catástrofe para restaurar la dignidad de una población que se encuentra en gran necesidad.”