En 2016, la devastadora crisis humanitaria continuó extendiéndose por Nigeria, con escasa repercusión en el resto del mundo. Atrapadas entre los ataques de Boko Haram y las operaciones de contrainsurgencia de las fuerzas armadas, millones de personas al noreste del país tuvieron que dejar sus hogares y no pueden mantener sus medios de subsistencia habituales, la agricultura, la pesca y el comercio. Pueblos enteros fueron arrasados y las infraestructuras, incluidas las clínicas médicas, destruidas. En el estado de Borno, miles de niños murieron por la combinación letal de malaria, desnutrición y sarampión.
En Maiduguri, la capital del estado, la población se ha duplicado a más de dos millones de personas desde 2014, con la llegada de los que huyen de la violencia. Esto ha puesto una presión adicional a la infraestructura de la ciudad, que además está lidiando con la primera recesión financiera en 25 años. Los desplazados viven de forma extremadamente precaria, entre la población de acogida, en las calles o en asentamientos informales, sin condiciones adecuadas de refugio, agua o saneamiento. Son más vulnerables a la violencia, el maltrato y las enfermedades transmisibles. Pocos pueden afrontar gastos de alimentación o salud.
MSF trabaja en Maiduguri desde 2014, tratando la desnutrición, proporcionando servicios de salud maternal y respondiendo a brotes de cólera y sarampión.
En 2016 MSF debió mantener un equipo muy reducido a causa de la enorme inseguridad y las dificultades para convencer a las autoridades de la magnitud de la crisis, pero aún así, fue una de las pocas organizaciones internacionales presentes en el estado de Borno.
A pesar de esto, los estudios epidemiológicos realizados en los asentamientos informales de la ciudad revelaron evidencia de desnutrición y mortalidad extremas durante los primeros nueve meses del año, especialmente en los niños.
En el verano, se confirmaron las sospechas de que las condiciones de vida de los que vivían fuera de la capital eran igual de extremas. El equipo no había podido salir de Maiduguri debido al conflicto activo en todo el estado, hasta que en la primavera las fuerzas armadas nigerianas comenzaron a permitir el acceso de ciertas organizaciones humanitarias a las ciudades que habían caído bajo su control, siempre que fueran escoltadas por guardias armadas. MSF normalmente rechaza llevar escolta armada en sus proyectos para mantener la distinción entre acciones humanitarias y militares. Pero en junio el ejército evacuó a más de 1.000 mujeres y niños con desnutrición desde Bama, un pueblo a 70 km. de Maiduguri, y luego de examinarlos y tratarlos, MSF tomó la excepcional decisión de aceptar la escolta armada para poder evaluar la situación en esa zona.
Al llegar, el equipo encontró a miles de mujeres y niños desplazados viviendo en campamentos bajo control militar, casi sin acceso a alimentos, agua potable o atención médica. Las tasas de desnutrición superaban los umbrales de emergencia, y había indicios de que muchas personas ya habían muerto.
MSF comenzó a brindar asistencia en Bama, y en los meses siguientes logró acceder a otros pueblos del mismo estado. En muchos de ellos se encontraron índices similares de desnutrición y mortalidad.
Dada la falta de una respuesta de emergencia adecuada, los equipos de MSF comenzaron a proveer cuidados en salud y nutrición, ocuparse del agua y saneamiento, realizar vacunaciones y distribuir artículos de primera necesidad en 20 puntos dentro de Maiduguri y en otros 11 pueblos del estado.
Los datos proporcionados por MSF ayudaron a convencer de la gravedad de la emergencia a las autoridades nacionales y a las agencias internacionales de ayuda. A fin de año, el Programa Mundial de Alimentos y otras organizaciones habían empezado a intervenir a gran escala.
Para finales de año la emergencia estaba lejos de terminar, con desplazamientos masivos de personas, un conflicto todavía activo y prácticamente sin infraestructura básica de salud en muchos lugares.
Muchas áreas del estado de Borno son totalmente inaccesibles para organizaciones humanitarias y el destino de los que están atrapados allí es desconocido.
El trabajo de MSF se basa en los principios de independencia e imparcialidad, pero el acceso independiente en el estado de Borno ha sido un gran desafío. Normalmente MSF negociaría con todos los grupos armados implicados en un conflicto y trabajaría para lograr aceptación en la comunidad y dejar claras sus únicas intenciones: brindar atención médica a los que lo necesitan, no a un bando u otro del conflicto. Esta independencia de acción es lo que habitualmente permite a MSF tener acceso privilegiado a todas las partes de un conflicto, y asegura que todos respeten la seguridad del personal y los pacientes.
Pero en este contexto tan inseguro, con muy pocas otras organizaciones médicas presentes, los equipos de MSF debieron tomar decisiones complejas y hacer compromisos para llegar a las comunidades más vulnerables.
Tuvieron que afrontar grandes riesgos, viajando con guardias armados o en helicópteros en zonas de conflicto activo. Mientras tanto, el acceso a las áreas en poder de Boko Haram es prácticamente inexistente. El acceso por parte de MSF y otras organizaciones a los grupos de mujeres, hombres y niños que permanecen retenidos por las fuerzas armadas nigerianas por períodos indeterminados de tiempo también es escaso.
Nuestra prioridad es seguir negociando con Boko Haram y con las fuerzas armadas, que reciben apoyo militar por parte del Reino Unido y Estados Unidos, de acuerdo con nuestro deseo de acceso independiente a todas las personas necesitadas, sin importar dónde se encuentren.
Esta nota salió publicada en el Reporte Internacional de Actividades y en el Reporte Anual de Médicos Sin Fronteras de la oficina para América del Sur de habla hispana: Descargar el reporte haciendo clic acá.