1,3 millones de personas viven con enfermedades mentales en Zimbabue. Sin embargo, los servicios de salud mental, incluyendo personal y fármacos, son muy escasos y quedan fuera del alcance de la población. La historia de Stephen es una muestra fiel de esta realidad. “Si no ayudamos a los pacientes mentales, ¿quién lo hará?”, explica Emmerson Gono, nuestro psicólogo clínico en Harare, la capital.
Esta es la historia de Stephen. Con 30 años, está internado en el ala psiquiátrica de la prisión de máxima seguridad de Chikurubi (en Harare, la capital), en el centro del país.
Un día, estando en casa, Stephen oyó voces de lo que él pensaba que era el Ejército. Le decían que tenía que llevarse a su familia y abandonar su casa. Estas voces le dijeron que si no lo hacía, los militares vendrían a matarlos a todos.
Stephen se le contó a su familia, pero lo ignoraron, y las voces en su cabeza aumentaron en intensidad. Entonces, le empezaron a decir que si él y su familia no se iban, debía matar a su esposa y a sus hijos antes de que lo hiciera el Ejército. Su familia, aunque desconcertada por las ideas de Stephen, se negó de nuevo a abandonar la vivienda.
A la mañana siguiente, Stephen había matado a su esposa y a sus tres hijos.
Lo siguiente que Stephen recuerda es verse así mismo en la unidad de psiquiatría de la cárcel de máxima seguridad de Chikurubi, en Harare, capital de Zimbabue, donde desde 2012 llevamos a cabo un programa de salud mental.
Como nuevo recluso, Stephen fue asignado a Emmerson Gono, nuestro psicólogo clínico y trabajador de la cárcel desde hace cuatro años y medio.
Cuando Stephen llegó por primera vez, Emmerson le preguntó si sabía por qué había sido encarcelado. Pero la psicosis de Stephen había disminuido y no podía recordar nada de las tres semanas anteriores. Después de una delicada explicación de Emmerson, y al darse cuenta de lo que había hecho, Stephen rompió a llorar de forma inconsolable.
Según el Ministerio de Salud y Cuidados Infantiles de Zimbabue, existen al menos 1,3 millones de personas que viven con enfermedades mentales en el país.
A pesar de las cifras, los servicios de salud mental, incluyendo personal y fármacos, siguen siendo escasos en todo el país que cuenta con solo 20 psicólogos clínicos registrados y nueve instituciones públicas de salud mental para más de 14 millones de personas.
Esto significa que para, muchos zimbabuenses, el apoyo de salud mental queda fuera de su alcance, ya sea por causas físicas o económicas.
Stephen es uno de los 300 reclusos de la unidad psiquiátrica de la prisión de máxima seguridad de Chikurubi. Su historia, aún extrema, refleja la situación de muchos pacientes que no han sido diagnosticados ni están bajo tratamiento.
“Cuando sos profesional, te das cuenta que el paciente cometió un crimen por su enfermedad mental y necesita ayuda. No importa cuán atroces sean sus actos, todavía necesitan ayuda… siguen siendo seres humanos”, explica Emmerson.
La falta de recursos no es el único reto al que se enfrentan los pacientes; para muchos, el estigma puede ser aún más debilitante.
Los amigos de nuestro compañero Emmerson a veces se burlan de él diciéndole: «Si trabajas y juegas con niños del jardín de infancia durante mucho tiempo, terminarás por comportarte como ellos. Si pasas tiempo con pacientes mentales, también terminarás siendo como ellos».
Emmerson explica que palabras como estas le recuerdan lo incomprendida que está la enfermedad mental. «Podría pensar que no vale la pena trabajar en la cárcel, pero luego me pregunto: ‘si no ayudamos a los pacientes mentales, ¿quién lo hará?»
“Mi deseo es ver un cambio de los servicios institucionales de salud mental a los servicios de salud mental comunitarios. Quiero ver a los pacientes recibiendo atención más cerca de casa, en su comunidad, en lugar de estar internados.»
Según él, la mejor forma de brindar tratamiento a los pacientes mentales no viene de nuestros profesionales en una cárcel o en un hospital: “está en sus casas y con el apoyo de su familia».
Desde mayo de 2012, desde Médicos Sin Fronteras (MSF) facilitamos apoyo a las prisiones y servicios correccionales de Zimbabue para diagnosticar, proveer tratamiento, atención y asistencia a reclusos con trastornos psiquiátricos, VIH y tuberculosis en las unidades psiquiátricas de la cárcel de máxima seguridad de Chikurubi. También trabajamos con otras ocho prisiones en las provincias de Mashonaland mediante programas de capacitación en salud mental.
En octubre de 2015, lanzamos un proyecto de salud mental en la Unidad Psiquiátrica del Hospital Central de Harare. Desde entonces, hemos abierto una unidad de pacientes ambulatorios y hemos renovado las salas de internación de enfermos con patologías agudas y subagudas con 100 camas. Además, nuestro equipo de rehabilitación realiza seguimientos a los pacientes dados de alta en sus clínicas más cercanas en Harare.