Sucedió a fines de septiembre, un día justo después del almuerzo. Abdul Hadi, de 9 años, estaba jugando frente a su casa en el este de Alepo cuando una bomba barril cayó del cielo. El niño quedó inconsciente y sufrió heridas en su cabeza. Días después, las fuerzas sirias y rusas intensificarían los bombardeos en la parte sitiada de la ciudad.
En el hospital, Abdel Hadi fue conectado directamente a un respirador. «Estaba casi muerto en el momento en que llegamos al hospital, pero gracias a Dios, pudo lograrlo», dice la madre de Abdul Hadi. Sin embargo, cuando pudo recuperar la conciencia, perdió la memoria. «Su mente se ha quedado en blanco y no puede sentir nada», agrega su madre. Ya no puede comer por sí mismo, por lo que su madre lo alimenta con una jeringa.
El daño en el cráneo también le ha provocado convulsiones a Abdel Hadi, pero resulta imposible realizarle un escáner cerebral ya que no hay tal equipo en el asediado este de Alepo para hacerlo.
«El niño necesita una tomografía computada», sostiene Abu Yazan, la enfermera del hospital, «pero no tenemos la máquina para hacerlo, los caminos están cerrados y vivimos en estado de sitio.»
Antes de que el asedio fuera impuesto en julio pasado, los pacientes que necesitaban tratamiento especializado eran referidos a hospitales en otros lugares del norte de Siria o a lo largo de la frontera con Turquía. Sin embargo, durante la mayor parte de los últimos cuatro meses, todos los caminos fuera de la ciudad han sido bloqueados.
Desde que el bombardeo aéreo se intensificó, al menos 2.209 personas han resultado heridas, incluyendo por lo menos 468 niños. La gravedad de las lesiones que presentan muchas personas hace que la falta de equipos especializados sea aún más desesperante.
Igualmente devastadora es la escasez de personal médico especializado – de los 35 doctores que quedan en el este de Alepo, sólo siete son cirujanos con las habilidades para operar heridos. “Estamos bajo intensos bombardeos en el este de Alepo, y recibimos muchos pacientes con heridas neurológicas y vasculares”, dice Abu Yazan. “Necesitan ser transferidos fuera de Alepo porque aquí no hay doctores especializados para tratarlos”.
Los suministros médicos y las drogas para tratar algunas patologías también están acabándose. “No nos queda ninguna medicina para desórdenes neurológicos”, dice Abu Yazan, mientras que los stocks de drogas para tratar cáncer, tuberculosis y hepatitis ya se han terminado.
La falta de combustible a raíz del bloqueo está agravando las dificultades del personal médico en los siete hospitales del este de Alepo que aún se encuentran en funcionamiento. Para conservar combustible, los generadores se utilizan ahora durante sólo cuatro horas por día, y Abu Yazan dice que parte del equipamiento, como los generadores de oxígeno, están actualmente fuera de servicio como resultado.
“Estamos sufriendo muchísimo la escasez”, dice Abu Yazan. “Hay muchos pacientes críticos que necesitan ser transferidos fuera del este de Alepo, pero no existe ninguna ruta para salir de la ciudad y estamos sufriendo mucho”.