Caminaban por un estrecho puente de Tumaco, ciudad al suroeste del departamento colombiano de Nariño, hecho de tablas viejas y corroídas por el tiempo y el agua salada, rodeado de casas humildes y austeras, donde se hace evidente el abandono del estado. La gente les recibe con interés, queriendo conocer sobre este mal del chikungunya, […]
Caminaban por un estrecho puente de Tumaco, ciudad al suroeste del departamento colombiano de Nariño, hecho de tablas viejas y corroídas por el tiempo y el agua salada, rodeado de casas humildes y austeras, donde se hace evidente el abandono del estado. La gente les recibe con interés, queriendo conocer sobre este mal del chikungunya, cuyo exótico nombre viene de la lengua africana makonde, detectado por primera vez en Tanzania en 1952, y que significa “doblarse por el dolor” en alusión al aspecto encorvado de los pacientes debido a los dolores articulares.
Este virus poco conocido y que causa fiebre alta y fuertes dolores en las articulaciones tras ser picado por un mosquito infectado ha afectado ya en lo que va de año a 208.044 personas en Colombia, según datos del Instituto Nacional de Salud. Los primeros casos se registraron en septiembre del año pasado.
El equipo de MSF y del Instituto Departamental de Salud de Nariño sigue su recorrido por este barrio empobrecido para sensibilizar a los habitantes de las viviendas, casa a casa, para que cubran los alimentos, el agua de consumo, recojan los elementos que puedan sufrir algún tipo de daño y salgan de la casa durante al menos media hora para que se puedan fumigar sus hogares.
En una casa humilde una señora mayor de edad postrada en una cama, sola, afligida, con cara de tristeza y a la vez de dolor, cuenta que lleva un mes sufriendo: “Desde el mes pasado ando por la casa arrastrando los pies como si fueran de hierro y despertándome cada día con un dolor nuevo y muy duro. En todo este tiempo no ha pasado un día en que, si no tengo fiebre, me duele la cabeza o amanezco con hinchazón en las manos y tobillos. También sufro dolor en hombros, rodillas y cuello, y de una picazón en todo el cuerpo. Pero lo que más pánico me da son las descamaciones que tengo en la planta de los pies y mis codos como si fuera pescado.” Son los síntomas del chikungunya, que en Nariño cuenta ya con 930 casos acumulados desde 2014, aunque el número seguramente sea mucho mayor ya que la mayoría no se diagnostican al no realizarse el test específico.
La fumigación manual en los barrios más vulnerables, los palafíticos, (viviendas sobre pilares construidas sobre el agua), para el control de vectores, se ha hecho en 10.000 casas protegiendo a cerca de 50.000 personas. Además de la fumigación, MSF ha formado a personal médico en las urgencias de varios centros hospitalarios en diagnóstico clínico, reporte epidemiológico y tratamiento. Además se ha sensibilizado a los farmaceutas sobre las complicaciones de manejo inadecuado y sobre la necesidad de que deriven a los enfermos al centro de salud.
Y es que dentro de la cultura colombiana el rol del farmaceuta juega un papel fundamental, pues es a la persona que los pacientes sienten como más cercana y a la cual acuden bien sea porque le tienen una alta confianza o porque al fin y al cabo en Colombia el médico sigue siendo percibido como una figura poco asequible y distante. En Tumaco, en parte por las dificultades de acceso al sistema de salud, esta situación es más acentuada y las personas encuentran en los boticarios locales la respuesta inmediata y efectiva para un buen porcentaje de sus dolencias menores.
Con la epidemia del chikungunya las personas han sentido que las largas esperas en los servicios de urgencias para ser devueltos a la casa con un acetaminofén (paracetamol) no justifica el sacrificio de pasar por este suplicio y van al farmaceuta buscando alternativas farmacológicas más oportunas a sus severas dolencias. Desafortunadamente en el caso de esta enfermedad el conocimiento es precario por ser una enfermedad nueva en nuestro país tanto por parte de los farmaceutas, de los trabajadores de salud como por parte de la población que achaca las dolencias a “contaminación del aire o el agua”, “castigo divino” o a “las 7 plagas”, entre otras.
Esta enfermedad genera un alto impacto social por lo masivo de los casos, la incapacidad laboral a veces larga, las consecuencias de los efectos adversos por el uso de medicamentos inapropiados y las consecuencias de no abordar el diagnóstico preciso. Por ello, otra de las respuestas de la organización ha sido la donación de 600 test que ayudarán a diagnosticar esta enfermedad emergente y que quienes la sufren puedan recibir el tratamiento adecuado.
El chikungunya es un virus que causa fiebre alta, dolor de cabeza, dolores en las articulaciones y dolor muscular, unos tres o siete días después de ser picado por un mosquito infectado. Aunque la mayoría de los pacientes tienden a sentirse mejor en los siguientes días o semanas, algunas personas pueden desarrollar dolores e inflamación en las articulaciones de manera crónica.
Se transmite a través de la picadura de mosquitos Aedes aegypti (que también puede transmitir el dengue y la fiebre amarilla, y está presente en las zonas tropicales y subtropicales de las Américas), y el Aedes albopictus (se encuentra en áreas más templadas, extendiéndose desde la costa este y estados del sudeste de los Estados Unidos hasta las provincias del norte de Argentina). Cuando estos mosquitos pican a una persona con chikungunya se inicia el ciclo de transmisión.
La enfermedad rara vez puede causar la muerte, pero el dolor en las articulaciones puede durar meses e incluso años para algunas personas. Las complicaciones son más frecuentes en niños menores de 1 año y en mayores de 65 años y/o con enfermedades crónicas como diabetes o hipertensión.
No existe un tratamiento específico ni una vacuna disponible para prevenir la infección de este virus. El tratamiento es sintomático para controlar el dolor y la fiebre.