Aurelia salió rumbo a su trabajo a las 5 de la mañana, cuando las calles de Tegucigalpa aún estaban desiertas. Mientras caminaba, un auto sedan blanco con cristales polarizados se detuvo junto a la acera. Cuando la ventana se abrió, Aurelia se vio ante un tipo con una pistola. “Me dijo que me subiera”, dice Aurelia. “Traté de seguir caminando, pero el auto me siguió. Me amenazó: “O subes o te disparamos”. Uno de los hombres se pasó al asiento de detrás y a mí me sentaron en el asiento delantero. Me ataron de manos y boca y me dijeron que no gritara o me matarían. Así que me quedé muy quieta para que no me mataran…”
Aurelia fue violada a punta de pistola por aquellas personas que la obligaron a entrar en el coche. Cuando la dejaron libre, fue a una clínica estatal en la que Médicos Sin Fronteras (MSF) presta apoyo ofreciendo tratamiento médico y terapia psicológica. Su historia –aunque horrible- está lejos de ser única: Aurelia es una de las miles de víctimas de violencia sexual en la capital de Honduras, una de las ciudades más violentas del mundo.
En Tegucigalpa, una persona es asesinada cada 74 minutos. Cada año, decenas de miles de ciudadanos son raptados, secuestrados y violados.
De 2.832 investigaciones por violación llevadas a cabo por el Ministerio Público de Honduras en 2013, se desprende que la mayor parte de las víctimas de violencia sexual son jóvenes de 19 años o menos. De estas, la mayor parte fueron niñas entre 10 y 14 años de edad.
Es muy probable que estas escalofriantes cifras no representen más que la punta del iceberg, ya que solo una pequeña proporción de las agresiones sexuales son reportadas a la policía, por miedo a las represalias y al estigma asociado a la violación. Una proporción aún menor de las víctimas de violación recibirá la atención médica y psicológica que necesitan. Con demasiada frecuencia, la asistencia que se ofrece está poco sistematizada, por lo que se requieren múltiples visitas a clínicas en diferentes ubicaciones, sin una continuidad en el tratamiento ni garantía de confidencialidad. Ante tantos obstáculos, muchas de las víctimas optan por sufrir en silencio.
El ‘Servicio Prioritario’ pretende cambiar todo esto. Creado por MSF y la Secretaría de Salud en 2011 en Tegucigalpa, proporciona atención de emergencia a personas que sufren las consecuencias psicológicas y médicas de la violencia, incluyendo la violencia sexual. Su propósito es proporcionar a los víctimas los cuidados médicos que necesitan en un solo lugar, en el curso de una sola visita, de manera gratuita y ofreciendo confidencialidad garantizada.
El tratamiento médico de emergencia que se ofrece incluye profilaxis posterior a la exposición, la cual puede prevenir la infección por VIH si se recibe dentro de las siguientes 72 horas a la agresión sexual. Esta profilaxis protege además contra otras enfermedades de transmisión sexual, hepatitis B y tétanos. La atención psicológica incluye terapia y primeros auxilios psicológicos. Para las víctimas de la violencia sexual, recibir la atención médica adecuada puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.
“Antes de que los doctores me atendieran, me quería morir”, dice Aurelia. “Me sentía sucia; sentía que había perdido una parte de mi vida; ya no quería vivir. Pero recibí terapia psicológica y asesoramiento y, gracias a esto, he podido superar, al menos en parte, lo que me pasó. Ha cambiado mi vida”.
Entre enero de 2013 y junio de 2014, los equipos médicos de MSF proporcionaron tratamiento y atención médica a 1.008 supervivientes de violencia sexual, mientras que los psicólogos de MSF proporcionaron 1.230 consultas de salud mental.
Actualmente, el ‘Servicio Prioritario’ está disponible en tres de los centros de salud de la capital, así como en el hospital más importante de la ciudad (Hospital Escuela), mientras que el equipo móvil de MSF está ampliando el alcance de su acción a otras partes de la ciudad.
El ‘Servicio Prioritario’ es vital para las víctimas de la violencia sexual – pero hay un elemento importante que MSF no puede proporcionar. Después de una violación, la principal preocupación de muchas mujeres es poder llegar a desarrollar un embarazo no deseado. Y sin embargo, la píldora anticonceptiva de emergencia (también llamada ‘píldora del día siguiente’) está prohibida en Honduras desde el año 2009.
“Cuando las pacientes llegan con nosotros, a menudo vienen en un estado emocional muy agitado y muy perturbadas por la agresión”, dice Diana, médica de MSF que trabaja en uno de los centros de salud en Tegucigalpa. “Además de la frustración, la impotencia, la rabia, el dolor, se sienten muy angustiadas de haber podido quedar embarazadas – esto es lo que más les preocupa”.
Sin una medida de contracepción de emergencia disponible, las niñas y mujeres con embarazos resultantes de una violación tienen que enfrentarse a la decisión de dar a luz a un niño no deseado o arriesgarse a recurrir a un aborto ilegal y muy peligroso. Ambas opciones tienen enormes consecuencias médicas, psicológicas y sociales.
Para el personal médico, no poder proporcionar a las víctimas de violaciones un método anticonceptivo de emergencia es extremadamente frustrante. “Es muy difícil explicar por qué no podemos ofrecer una píldora anticonceptiva de emergencia a una persona que ha sufrido una agresión sexual”, dice Diana. “Como profesional, me siento frustrada sin poder hacer nada. Me siento impotente, porque yo sé que existe y ellas saben que existe, pero hay esta barrera”.
Actualmente MSF está presionando para que la píldora anticonceptiva de emergencia se legalice en Honduras otra vez, de tal manera que las víctimas de violación no teman un embarazo no deseado ni se arriesguen a optar por un aborto inseguro y peligroso. Mientras tanto, los equipos de MSF están trabajando para fortalecer el ‘Servicio Prioritario’ en Tegucigalpa y desarrollarlo en el resto del país, de modo que las víctimas de asalto sexual puedan recibir una ayuda que, para Aurelia, hizo que valiera la pena seguir viviendo.
MSF trabaja en América Central hace más de 25 años, respondiendo a las emergencias ocasionadas por desastres naturales y otras crisis médico-humanitarias, así como con las consecuencias médicas de la violencia.