Desde su proclamación como territorio autónomo de Francia y su bautismo como República Centroafricana(RCA) en 1958, con un largo pasado de espadones golpistas y ascensos al poder manu militari, -el primero, en 1966, el de Jean-Bédel Bokassa, autoproclamado emperador-, han bastado cuatro meses para un nuevo cambio en el gobierno el país. Ese periodo de tiempo ha sido suficiente para que la coalición opositora, Séléka (Unión), integrada por diferentes grupos armados, descendiera desde el norte en una ofensiva relámpago hacia la capital, Bangui, y forzara al exilio al presidente François Bozizé, quien había llegado al ejecutivo en 2003 mediante otro golpe de estado. Cuatro meses, que dejan al país con hombres armados descontrolados, indisciplinados y sin sustento económico más que el pillaje en una situación de gran volatilidad, hasta el punto que ha forzado al nuevo presidente, Michael Djotodia, a pedir refuerzos armados al vecino Chad y a Francia. Djotodia fue opositor armado a Bozizé desde 2004, en una guerra de tres años que causó más de doscientos mil desplazados. Uno de los líderes de la coalición Séléka, integrada por cinco grupos rebeldes, acordó con Bozizé la formación de un gobierno de unidad nacional en el acuerdo de Libreville (Gabón), firmado en enero, roto poco después.
La ofensiva de Séléka, compuesta por unos pocos miles de hombres, encontró escasa oposición por parte de un ejército desmotivado y consiguió hacerse rápidamente con el control de Bangui, que cuenta con 600.000 habitantes. Djotodia se proclamó presidente el pasado el pasado 24 de marzo y anunció la convocatoria de elecciones en 18 meses.
La condición de golpista de la nueva administración siembra incertidumbre sobre su reconocimiento oficial internacional y su acceso a ayudas financieras y liquidez monetaria. La República Centroafricana es uno de los diez países más pobres del mundo donde la esperanza de vida, para sus poco más de cuatro millones de habitantes, no supera los 48 años.
Calma relativa
Será difícil que retorne el orden, no solo en Bangui, si no en el resto del país. La policía, las fuerzas de seguridad, ni siquiera tienen coches porque les fueron robados y no van a ser devueltos. Ahora hay una calma relativa, pero es muy difícil predecir qué va a pasar, explica Sylvain Groulx, coordinador de MSF en el país. Bangui vivió momentos de caos en la conquista de la ciudad a finales de marzo. MSF pudo prestar ayuda en el hospital comunitario y en el centro de salud Castor mediante la aportación de personal médico especializado y material sanitario y, con la ciudad sin agua ni luz, mediante la cesión de generadores y agua potable.
Trabajo como guardia de seguridad. Acababa mi turno e iba para casa cuando llegaron los hombres de Séléka. Disparaban por todos lados. Como no había transporte público, iba caminando por la calle principal. Me dispararon en el pecho. Caí y me desvanecí. No sé de dónde salió el disparo. Al principio pensé que habían ido a por mí, pero luego me di cuenta de que había muchos disparos y que seguramente me había dado una bala perdida. Espero recuperarme y regresar a mi vida normal lo antes posible. Fueron más de un centenar los que, como Noel, de cuarenta años, tuvieron que ser operados por impactos de bala, la mayoría civiles. MSF ha tratado a 700 pacientes de urgencia en el hospital comunitario. Poco a poco, los servicios de salud se fueron restableciendo y una calma tensa se instaló en la ciudad. A mediados de abril se repitieron los saqueos y disturbios en barrios presuntamente alineados con Bozizé, al tiempo que se iniciaban protestas ciudadanas por los desmanes de los hombres descontrolados de Séléka que, una vez saqueados los organismos públicos, almacenes y buena parte de ONG, han fijado sus objetivos en los bienes de particulares.
El título del informe publicado por MSF en 2011 se llamaba República Centroafricana, una crisis silenciosa, una crisis que, como apunta Groulx, esperamos que no se convierta en una emergencia muda.