Desde mediados de enero, 46.000 refugiados procedentes de Malí han llegado a Burkina Faso. De estos, 35.000 se han asentado en la provincia de Oudalan, en el norte del país. Médicos Sin Fronteras (MSF) presta ayuda de emergencia en los campos de refugiados de esta zona desértica, donde la asistencia es muy limitada.
Después de Mauritania, Burkina Faso es el país que acoge el mayor número de refugiados malienses. Según la Organización de Naciones Unidas, los enfrentamientos en el norte de Malí entre los rebeldes tuareg y el ejército regular han empujado a cerca de 268.000 personas a huir al interior del país y a los países vecinos. Cada día llegan nuevos refugiados a Burkina Faso, donde la asistencia sigue siendo insuficiente e inapropiada.
Repartidos en cuatro campos al norte de la comuna de Déou, en la provincia de Oudalan, los refugiados viven desde hace semanas en una situación particularmente precaria: refugios improvisados, unos pocos kilos de víveres, esperas interminables bajo un sol abrasador para conseguir unos pocos litros de agua. Huimos abandonándolo todo en nuestro país. Estoy aquí con mis hijos y vivimos al raso, explica Fátima, una refugiada del campo de Ferrerio.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) prevé reagrupar a todas estas personas en otro emplazamiento inadecuado, sin puntos de agua ni sombra alguna. Casi tres meses después del inicio de los enfrentamientos y a pesar de la afluencia masiva de refugiados, la ayuda alimentaria sigue siendo limitada. Aunque ha tenido mucho tiempo para reaccionar, la ayuda suministrada por el Programa Mundial de Alimentos no es suficiente ni se adapta a las prácticas alimentarias de los refugiados, constata Jean Hereu, coordinador general de MSF en Burkina Faso.
Tras haber distribuido agua y alimentos en Mentao, el primer campo constituido oficialmente a principios de febrero en la provincia de Soum, MSF inició otra intervención en la provincia de Oudalan a principios de marzo. Los equipos dan apoyo al puesto de salud de Gandafaou y llevan clínicas móviles al campo de Ferrerio. En cuatro semanas, MSF realizó más de 1.600 consultas médicas por infecciones respiratorias, dermatosis y enfermedades gástricas, propias de la falta de higiene y de acceso al agua.
MSF asegura la gratuidad de la asistencia tanto para los refugiados como para la población local, que sufren los efectos de la sequía en esta zona. Se está poniendo a prueba la hospitalidad de los burkineses. La zona de acogida de refugiados se ve muy afectada por la escasez de lluvias este año, que tiene consecuencias negativas para las cosechas de cereales y un efecto directo sobre la seguridad alimentaria de las familias, explica Jean Hereu.
MSF tiene previsto intervenir en los campos de Dibissi y de Ngatourou-niénié y evalúa regularmente la situación en Burkina Faso para adaptar su respuesta médica a las necesidades de las poblaciones. La organización también asiste a refugiados malienses en Mauritania y en Níger, y trabaja en el norte de Malí (Tombuctú, Gao, Kidal y Mopti) prestando atención primaria de salud a personas desplazadas por los combates.