La organización ofrece asistencia médica en Makoko, Otto y Badia, tres suburbios de la ciudad, donde la población vive hacinada en precarias condiciones y sin acceso a los servicios públicos de salud.
Todavía faltan 10 minutos para las siete de la mañana, pero decenas de personas ya esperan a las puertas del centro de salud de Aiyetoro, en el barrio de Makoko, a que los médicos de MSF empiecen a pasar consulta. Paul Gidonu es una de las personas que espera pacientemente en la cola. Hace dos días, Paul se hirió en el tobillo mientras cortaba madera y aunque se lavó la herida con plantas medicinales que tenía en casa, seguía teniendo mucho dolor y la herida tenía peor aspecto, así que decidió acercarse hasta allí. Aunque solo hace tres meses que el centro de salud de MSF abrió sus puertas, los vecinos de la zona como Paul tienen claro que es un buen sitio para recibir atención médica: trabajan profesionales formados, los medicamentos son de calidad y el servicio es totalmente gratuito. Estas son las razones que más se repiten al preguntar a las personas que esperan a ser atendidas.
Makoko es uno de los suburbios más desfavorecidos de Lagos, la ciudad más poblada de Nigeria y probablemente de África, con una población estimada de 18 millones de habitantes. Miles de personas viven en zonas marginales, en pésimas condiciones de higiene y saneamiento, y sin infraestructuras o servicios básicos. El acceso a la atención sanitaria es muy difícil para las personas con pocos recursos, ya que hay que pagar para recibir cualquier tipo de atención, incluso en los hospitales públicos. Con el objetivo de reducir la mortalidad y la morbilidad entre la población más desfavorecida, MSF ha abierto un proyecto de atención primaria y reproductiva en Makoko, así como en los suburbios de Otto y Badia, también en Lagos.
Atención médica para los más vulnerables
El pasado 5 de julio, MSF empezó a trabajar en el centro de salud de Aiyetoro (Makoko), donde ofrece servicios de atención primaria y salud reproductiva, hospitalización y urgencias. Durante los tres primeros meses se realizaron más de 12.000 consultas. Las principales patologías tratadas fueron malaria e infecciones respiratorias. Los pacientes que necesitan atención especializada son referidos por MSF a estructuras sanitarias de segundo y tercer nivel, en colaboración con las autoridades locales de salud.
Cuando empezó a tener dolores de parto, Blessing Abubarkar, de 28 años, se dirigió al centro de salud de Aiyetoro acompañada de su marido. Ingresó poco después del mediodía y, cuatro horas más tarde, nació su hijo Muhammad. Tan sólo tres meses antes, Blessing había sido la primera mujer en recibir atención prenatal en el centro de salud, uno de los pilares del proyecto de MSF.
Nigeria tiene una de las tasas de mortalidad materna más altas del mundo. Muchas de las mujeres embarazadas que viven en los alrededores del centro de salud de MSF deciden tener a su bebé en casa porque no pueden pagar los precios de la atención en los hospitales, aunque sean públicos. Muchas pagan a matronas tradicionales para que las asistan en casa o van a la iglesia, donde a veces trabaja algún personal sanitario. Desde que MSF abrió el centro de salud, no ha parado de crecer el número de mujeres que acuden para recibir atención prenatal. Actualmente, se atiende a una media de 40 mujeres al día y la demanda sigue en aumento.
Además del centro de salud, MSF tiene previsto trabajar con clínicas móviles en tres zonas de la ciudad. El pasado 6 de octubre, puso en marcha la primera clínica en el suburbio de Otto, donde se atendió a un total de 315 pacientes y se hicieron 90 consultas prenatales. En el barrio marginal de Badia, los equipos están rehabilitando un pequeño puesto de salud para iniciar actividades médicas antes de que finalice el año. MSF también está habilitando un pequeño puesto de salud para atender a la población que vive en frágiles construcciones ilegales sobre el agua en la laguna que bordea Makoko.
Muchas necesidades, muchos retos
En Lagos, una de las megaurbes de África, conviven multitud de etnias. La ciudad es, además, foco de recepción de población proveniente de las zonas rurales del país y de migrantes de países vecinos especialmente Benín, Ghana y Togo, siendo punto de salida de muchas personas que migran hacia Europa en busca de mejores condiciones de vida. En los barrios marginales de la ciudad confluyen violencia, pobreza, exclusión, hacinamiento, así como falta de servicios básicos y sanitarios.
De momento, los problemas que nos estamos encontrando en Lagos son los que cabría esperar en una zona rural carente de infraestructuras sanitarias adecuadas, e invisible a los ojos del Estado: alto número de casos complicados de malaria, infecciones de las vías respiratorias, escasa cobertura de vacunación, diarreas, desnutrición, traumatismos, ausencia de salas de parto seguras e higiénicas y de servicios de salud prenatal, etcétera, explica Brett Davis, coordinador general de MSF en Nigeria. A esta situación hay que añadir la barrera que supone para la población más pobre tener que pagar para recibir atención sanitaria.
Para una organización médico-humanitaria como MSF, el proyecto de Lagos supone un gran reto por el tamaño de la ciudad y porque la mayoría de sus proyectos suelen estar en entornos rurales, donde muchas veces no hay otras organizaciones de ayuda. La cantidad de personas que intentan acceder a nuestros centros es asombrosa. Se calcula que cada día llegan unas 2.000 nuevas personas a Lagos, afirma Davis. Cómo cubrir las necesidades de un lugar tan densamente poblado es un reto increíble, pero también es nuestra oportunidad para ayudar a la población.
El equipo de MSF en Lagos está formado en su mayoría por profesionales nigerianos, apoyados por ocho trabajadores internacionales. Todos ellos ofrecerán asistencia en instalaciones del Ministerio de Salud del país durante un período previsto de dos años.
La historia de Flora y Caroline:
Flora empezó a cuidar de Caroline, hija de su hermano, cuando apenas tenía un día de vida. La niña sobrevivió a un parto complicado que se cobró la vida de su madre, pero su estado no era muy bueno. Al cumplir tres meses, pesaba menos de 3,5 kilos y tenía dificultades para comer. La familia la llevó a muchos curanderos tradicionales; desesperada, Flora incluso viajó a Benín intentando encontrar a alguien que pudiera ayudar a su sobrina.
Poco después de que MSF abriera el centro de salud de Aiyetoro, cerca de su casa, Flora llevó a la niña, le dieron tratamiento para la desnutrición y todo cambió. Allí le dieron un alimento terapéutico y la niña mejoró, dice Flora. Después de 10 días en Aiyetoro, Caroline fue referida a un programa de tratamiento de desnutrición en el hospital infantil local, donde estuvo durante un mes, volviendo luego cada semana al centro de salud de MSF para control de peso y seguimiento. Caroline tiene ahora seis meses y está delgada, pero fuerte; no para de jugar y de sonreír en el regazo de Flora y parece muy animada. Nadie podía ayudarla, dice Flora, pero MSF lo hizo.