Sri Lanka ha vivido por más de dos décadas en medio de la violencia. Desde el final de la guerra el año pasado, la población ha ido retornando gradualmente a sus hogares e intentando reconstruir sus vidas. Pete Masters, del departamento de comunicación de MSF, visitó el innovador programa que la organización lleva a cabo en el norte del país, cuya especialidad es la rehabilitación de personas que sufrieron graves lesiones en la médula durante el conflicto.
Llegamos a Pampaimadhu, justo a tiempo para la sesión de fisioterapia de la mañana. Los pacientes en silla de ruedas se reúnen a las afueras del hospital. Pese a las severas instrucciones de la fisioterapeuta de MSF Valeria Maglia, hay muchas sonrisas, así como muecas ocasionales cuando los estiramientos causan dolor o incomodidad. La sesión dura cerca de 30 minutos y hay sudor en la frente de la mayoría de los participantes. Algunos pacientes se reúnen en grupos, hablando y riendo. Otros asisten a citas de fisioterapia individual, sesiones de entrenamiento motivacional, clases de enfermería, o van a visitar amigos a otras salas.
La atmósfera es relajada y llena de simpatía. Me sorprende, teniendo en cuenta que se trata de una unidad de rehabilitación para personas que han sufrido lesiones severas en la médula espinal y que es muy probable que jamás vuelvan a disfrutar de la movilidad y libertad de movimiento de la que gozaron alguna vez. Estos pacientes deben adaptarse a una realidad completamente nueva, como es la de vivir paralizados la etapa posconflicto en la que se encuentra su país, e intentan conciliar la pérdida permanente del movimiento y la sensación de que su sufrimiento es un recordatorio diario de la guerra.
Antes y después de la rehabilitación
Conocí a Suvarna, de 22 años de edad y antigua profesora de escuela, quien resultó herida en una explosión en abril de 2009, durante la fase final de un conflicto de larga duración entre las fuerzas de seguridad de Sri Lanka y el grupo separatista de los Tigres Tamiles. A medida que la guerra iba llegando a su fin, ella y su familia fueron forzados a huir de su casa: Huimos de nuestro propio hogar. Fuimos al pueblo más próximo, pero después tuvimos que irnos de allí al área costera. Nos refugiamos en un bunker cuando una bomba estalló muy cerca, a unos cinco metros. Todos resultamos heridos por la explosión, mi padre, mi madre y yo. Mi herida fue muy seria porque recibí el impacto en la columna.
Mientras Suvarna asiste a su próxima sesión de fisioterapia, Valeria me explica que cuando la mayoría de los pacientes llega, están postrados en cama y son incapaces de vestirse y alimentarse por sí mismos. Ese era, también, el estado en que llegó Suvarna al hospital: Antes era una paciente en cama. No podía ir a ningún sitio. No podía sentarme en una silla de ruedas. No podía hacer nada sin ayuda. Ahora puedo hacerlo todo. Muchos otros, añade Valeria, sufren complicaciones como llagas infectadas en el cuerpo, causadas por la presión y el roce del cuerpo, e incontinencia. Sienten que se han convertido en una carga para aquellos de quienes dependen y que les cuidan.
Le pregunto a Valeria cómo funciona el programa: El proceso de rehabilitación tiene varias fases: La fisioterapia es dura, pero realmente hace la diferencia en lo que atañe a su movilidad. Las clases de enfermería incluyen los elementos prácticos necesarios para vivir con una lesión en la médula: reaprender cómo lavarse y vestirse, previniendo irritaciones y tratándolas cuando se produzcan. Quizá lo más importante es que los pacientes aprendan técnicas para manejar sus funciones del intestino y la vejiga, recuperando la dignidad y el respeto por sí mismos. Otro aspecto es el entrenamiento motivacional para ayudar a los pacientes a prepararse para la vida fuera de la Unidad de Rehabilitación. Una vez que alguien ha completado estas etapas, abandona el centro y comienza el proceso de reconstrucción de su vida; también les ayudamos a formarse o encontrar un trabajo.
Suvarna parece exhausta cuando vuelve de su sesión de fisioterapia. Me dice que los ejercicios que hace están diseñados para darle tanta libertad de movimiento como sea posible, pero a ella le parece difíciles: los ejercicios son muy dolorosos porque no puedo levantar la pierna izquierda, sólo la derecha. Pero ella, a pesar de ese dolor, ha hecho un progreso enorme, incluso hasta el punto de poder caminar con muletas unos pocos metros; sin embargo, nunca podrá dejar la silla de ruedas.
Aprender a vivir con la lesión
Le pregunto sobre el entrenamiento motivacional que recibe y me dice que es vital. En su caso, sólo cuando empezó a hablar de su pasado y sus miedos pudo empezar a pensar en el futuro y en lo que le queda por delante, fuera de los muros de Pampaimadhu. Cuando Suvarna supo que la explosión había dañado su médula, pensó que jamás volvería a sentarse con la espalda recta nuevamente: En ese momento estaba mentalmente afectada. Me enfadaba fácilmente y regañaba a mi hermana todo el tiempo, pero ya no soy así. Creo que ahora estoy bien, no al 100%, pero estoy bien. Aunque se ríe al terminar la frase, sus ojos me dicen que no bromea del todo.
No es la única que piensa así. Otros pacientes con los que hablo enfatizan en la importancia de hacer las paces con lo que les ha sucedido. El entrenamiento motivacional les da confianza y les permite ayudar a otros en situación similar, creando una red informal de apoyo en grupo que es asequible y está abierta a todos.
El único momento en que Suvarna duda es cuando menciona el hecho de tener que abandonar el hospital. Estoy sorprendido porque pensaba que los pacientes esperarían a que llegara ese día, pero Valeria me explica por qué algunos pacientes pueden reaccionar con aprehensión a la vida fuera de Pampaimadhu: Los logistas de MSF diseñaron todo de manera que fuera utilizable por los pacientes con lesiones en la médula. Las camas tienen barandillas que les ayudan a subir fácilmente, las superficies son lisas y de fácil acceso para las sillas de ruedas, los fregaderos y grifos son lo suficientemente bajos. Cuando salen no es el caso. Hacemos todo lo que podemos y ofrecemos a los pacientes lo que necesitarán cuando se vayan: su silla de ruedas, cama y barandilla, pero no podemos controlar el entorno al que se dirigen.
Suvarna está de acuerdo, pero no es solamente eso: echará inmensamente de menos a sus amigos y a la Unidad de Rehabilitación en sí misma, en parte porque todas las personas que están allí se encuentran en su misma situación. Ha habido más de 60 admitidos al programa, lo cual toma entre 3 y 6 meses de actividades. De ellos, 17 han vuelto a sesiones de seguimiento en las que se evalúa su estado. Todos han dicho que están felices con su nueva vida fuera del centro y que no han necesitado rehabilitación posterior
Un proyecto que salva vidas
La guerra civil que duró varias décadas entre las fuerzas de seguridad de Sri Lanka y los separatistas Tigres Tamiles llegó a su fin en mayo de 2009. En ese año, los equipos quirúrgicos de MSF trabajaron en hospitales del norte del país para dar tratamiento a aquellos que escaparon de la zona de conflicto. MSF trató a cerca de 4,000 heridos de guerra entre febrero y junio. Los equipos médicos también ofrecieron asistencia a más de 60 pacientes con lesiones en la médula espinal que necesitaban rehabilitación. Aunque la esperanza de vida de las personas que han sufrido estas lesiones es de dos años sin rehabilitación, con ella retornan a la normalidad. MSF trabajó con el Ministerio de Salud en la instalación de una Unidad especializada en Pampaimadhu para que aquellas personas que sufrieron lesiones en la médula espinal durante el conflicto puedan ser rehabilitadas.