«En el pasado, nuestro pueblo perdía un niño por causa de la malaria cada semana», dice un anciano de la aldea de Deguela, en el sur de Malí. «A veces, incluso era un niño todos los días. La malaria es una grave amenaza para los niños de su pueblo durante la temporada de lluvias, como en otros muchos pueblos de África. Hoy en día, los niños de Deguela sobreviven a la enfermedad gracias a Fatoumata Traoré. Cada día, esta mujer se sienta bajo un árbol en el centro del pueblo para comprobar si los niños que tienen fiebre sufren la enfermedad.
Fatoumata se acomoda bajo la sombra y empieza su trabajo a las ocho cada mañana. En una pequeña mesa de madera guarda los medicamentos contra la malaria y las pruebas diagnósticas para detectar la enfermedad. A su alrededor, las madres se reúnen con sus hijos, a la espera de una consulta.
Fatoumata no es médico y hasta hace poco cultivaba patatas y maíz en el pueblo. Cualquier cosa que su familia no necesitara, la vendía en el mercado de Kangaba, el pueblo más cercano. Durante los últimos seis meses ha estado tratando a los niños de su aldea que presentaban casos simples de malaria. Ella es uno de los 66 trabajadores que Médicos Sin Fronteras ha formado y que presta apoyo en las aldeas que rodean Kangaba.
La temporada de lluvias en el sur de Malí es entre junio y diciembre, tiempo en que los niños están particularmente expuestos a la malaria ya que los charcos de las aldeas atraen a los mosquitos. Cuando los mosquitos pican a los niños y caen enfermos, necesitan ayuda médica inmediata: sin tratamiento, la mayoría de ellos muere durante los primeros dos días posteriores a contraer la enfermedad. Para la mayoría de la población el centro de salud está muy lejos y de todos modos es probable que no puedan pagar los gastos de los servicios de salud del estado. Esa es la razón por la que MSF decidió formar a personas de las aldeas remotas de Kangaba para tratar casos simples de la malaria de forma gratuita. Los propios pueblos eligen quién debe recibir esa formación. El anciano de Deguela dice: «Fatoumata es muy fiable, por eso la elegimos.»
Un pequeño pinchazo para diagnosticar la enfermedad
Hay cerca de 500 niños en Deguela y cada semana Fatoumata visita a los que presentan síntomas de malaria, unos 60. Uno de esos niños, de cinco años, es Kanda Koné. Se sienta en silencio, sus ojos tienen un brillo febril. Tuvo fiebre la noche anterior y esta mañana estaba enfermo, ambos son síntomas de la malaria. Fatoumata hace una prueba de diagnóstico rápido: pincha la punta del dedo de Kanda y aprieta hasta que aparece una gota de sangre que ella atrapa con una pipeta y que deja caer cuidadosamente sobre una delgada tira de prueba. El resultado aparece en unos quince minutos. Dos líneas rojas indican que Kanda tiene malaria y Fatoumata le da su primera dosis de medicina de inmediato.
En el transcurso del día habla con muchos otros pacientes. A pesar de la prisa de las madres y los niños, Fatoumata siempre mantiene la calma. Les escucha, hace preguntas, toma la temperatura de los niños y pincha muchos más dedos pequeños.
Tres pastillas que ayudan rápidamente
Al final de sus consultas, Fatoumata suele ir a visitar a sus pacientes en casa. Dos días después de haber visto por primera vez a Kanda otros 23 niños han dado positivo por malaria. Ella les dio la medicina a todos ellos: una píldora de inmediato, más dos para que las madres se las suministran en casa.
Fatoumata dice: «Al principio no me sentía muy segura y sin el apoyo de MSF no habría podido hacer este trabajo». Los primeros meses después de su intensiva semana de formación, un enfermero de la organización siempre la acompañaba mientras hacía las pruebas. Ahora él la visita una vez a la semana, revisa sus archivos y responde a todas sus preguntas.
Todos en Deguela aprecian a su ayudante de la malaria, especialmente las madres. Dicen que si sus hijos no se encuentran bien a cualquier hora de la noche, Fatoumata va a ayudarlos. El anciano exclama: «Desde que contamos con ella, nuestros hijos no se mueren nunca más.»
Los trabajadores de la malaria en las aldeas remotas
En la región de Kangaba, MSF supervisa actualmente 66 trabajadores de las aldeas para diagnosticar y tratar casos simples de malaria. El tratamiento es gratuito para la población. MSF también da apoyo a once centros de salud de todo Kangaba y asegura que todos los niños menores de cinco años con fiebre reciban tratamiento gratuito, tanto si están enfermos de malaria como de cualquier otra enfermedad. En 2009, los equipos de Malí atendieron 59.923 pacientes con malaria.
Además del proyecto de Malí, MSF capacita y apoya a estos trabajadores en aldeas remotas de Sierra Leona y el Chad. En Malí, MSF está trabajando para animar a otros a adoptar este modelo. Lo importante es que la atención sigue siendo gratuita para la población de estas regiones remotas y pobres.