Decenas de miles de personas buscan refugio en el Sur de Sudán, debido a los últimos ataques de la guerrilla ugandesa del LRA (Lord Resistance Army) que se ha cebado con la población del noreste de RD-Congo y también del Sur de Sudán. Refugiados y desplazados comparten una historia de lucha contra la violencia que acampa en las fronteras de Congo, Sur de Sudán y República Centroafricana.
MSF está atendiendo a las víctimas de la violencia en los estados de Equatoria Oeste y Central (Sur de Sudán), así como en el noreste de Congo. Los testimonios de los pacientes y de los trabajadores humanitarios nos dan una idea de la enorme dimensión de este problema. El material audiovisual recogido por el fotógrafo Brendan Bannon nos muestran el rostro y la voz de algunas víctimas que luchan contra la violencia. MSF, por su parte, trata de luchar contra el olvido.
25 latigazos para desayunar
Por la mañana nos daban 25 latigazos a cada uno. Eso era el desayuno
En el mes de enero, a Mboli le raptaron en la escuela con otros 20 alumnos más, incluyendo a su hermano, Muka, durante un ataque contra su aldea en el noreste de la República Democrática del Congo (RDC). Su aldea fue sólo una de las muchas que se han convertido en blanco de una serie de implacables ataques por parte del grupo rebelde ugandés Ejército de Resistencia del Señor (Lords Resistance Army, o LRA).
Nos obligaron a cargar con lo que robaron de nuestra escuela y nuestra aldea, cuenta Mboli. Nos golpeaban, diciéndonos Ve más rápido. Más rápido. Tuve que cargar con algunas partes de bicicletas en un saco que me llegaba hasta la cintura. Otros cargaban con kilos de cacahuetes, bolsas de arroz, incluso una guitarra, y el sistema de energía solar de nuestra iglesia.
Una ofensiva militar conjunta por parte de los ejércitos nacionales de Uganda, RDC y Sur de Sudán contra el LRA exacerbó la situación, desencadenando violentos ataques de represalia por parte del grupo rebelde contra los civiles en el noreste de Congo. Durante estos ataques por parte del LRA, aldeas congoleñas al completo eran saqueadas y a menudo reducidas a cenizas y sus habitantes cortados en pedazos con machetes; las mujeres y niños secuestrados para utilizarlos como esclavos sexuales, obligados a cargar los bienes saqueados o reclutados para combatir en sus filas.
Más tarde mataron a la gente que se iba cruzando en nuestro camino, allí mismo delante de nuestros propios ojos, añade Mboli. Les golpeaban con palos, les clavaban las bayonetas de los fusiles, y tiraban sus cuerpos al río. Yo temía que si paraba para descansar me matasen a mí también, por lo que seguí caminando con aquel saco tan pesado.
Familias enteras han sido separadas, y reina en el ambiente un clima envenado de miedo. Decenas de miles de personas han huido como refugiados al país vecino, Sur de Sudán, en busca de seguridad y asistencia en los estados fronterizos sudaneses de Equatoria Central y Oeste. Sin embrago, el LRA está presente en esos estados también, donde sus ataques irregulares han provocado el desplazamiento de miles de sudaneses. OCHA estima que hay más de 50.000 personas refugiadas congolesas y desplazados sudaneses en Western y Eastern Equatoria.
Sin tiempo para enterrar a los muertos
Pasados tres días, el LRA ordenó a Mboli y a algunos otros muchachos que se fuesen, pero no a su hermano. A Mboli le dijeron que corriese, sin tiempo ni siquiera de despedirse de Muka. Regresó a la casa de su familia pero todo estaba destruido, todo el mundo había huido.
Mi padre y mi madre se habían escondido en un bosque cercano para poder tener noticias de nosotros. Cuando les dije que Muka todavía estaba cautivo, mi padre empezó a llorar. Pero dijo que no podíamos esperarle, que teníamos que huir de allí.
En el pánico de la huída, a menudo, no hay tiempo para esperar a los más lentos y a los más viejos, ni tiempo para enterrar a los muertos. Otros, como Mboli y sus padres, que huyen para escapar de nuevos brotes de violencia y derramamiento de sangre, reúnen a los miembros de la familia y las pertenencias que buenamente pueden, y abandonan sus hogares y medios de subsistencia para empezar el peligroso viaje a través de la frontera.
La gente escapa a través de las tupidas selvas que conectan RDC con Sur de Sudán. En alerta constante por la posible presencia de rebeldes, los refugiados también corren peligro a merced de los animales salvajes y otras amenazas. Muchos sobreviven comiendo raíces y bebiendo el agua que encuentran por allí, desplazándose sólo si creen que el camino está despejado.
Buscando un Santuario en un Sudán inseguro
Una vez en Sudán, buscan asistencia en los nuevos campos de refugiados o construyen refugios temporales dentro de comunidades sudanesas. Se agrupan lo más cerca que pueden de grandes concentraciones de gente, esperando encontrar seguridad entre la multitud. También permanecen cerca de las carreteras que vienen de Congo, esperando que los refugiados recién llegados les den noticias de los seres queridos que dejaron atrás o que están secuestrados. A veces, incluso regresan a sus campos de cultivo en Congo para intentar ocuparse de sus tierras con la esperanza de poder cultivar algo de comida para la próxima cosecha.
Sin embargo, el Sur de Sudán es una región llena de tensiones donde se registran cada vez más enfrentamientos violentos en varias zonas, una pobreza extrema y una aguda falta de acceso a los servicios más básicos. En los estados de la frontera algunos grupos de refugiados congoleños y sudaneses fabrican sus propias armas, organizando patrullas comunitarias para intentar protegerse.
Es triste que estas personas tengan que venir en busca de seguridad a una región que es también insegura, declara Marta Cañas, responsable de las operaciones de MSF-España en el Sur de Sudán. Nuestros equipos médicos en el Sur de Sudán ya luchan por hacer frente a las enormes necesidades que existen para los sudaneses. Sin embargo, los pacientes congoleños nos dicen que de alguna forma se sienten más seguros aquí, a pesar del hecho que el LRA es también activo en la región.
A medida que un gran número de refugiados empezó a cruzar la frontera y los desplazados sudaneses empezaron a moverse dentro de los estados fronterizos al sudeste del país, los equipos de MSF, que ya estaban proporcionando ayuda médica en el país pronto pusieron en marcha proyectos de emergencia para proporcionar atención sanitaria, abrigo y saneamiento a los desplazados y a los refugiados. En septiembre de 2008, los equipos de MSF en el estado de Equatoria Oeste empezaron a asistir a una población de más de 15.000 refugiados y desplazados. Entonces en febrero de 2009, MSF empezó un nuevo programa de emergencia en el estado de Equatoria Central prestando asistencia a otros 7.000 refugiados.
Karl Nawezi, jefe de misión en Sur de Sudán añade, La gente que huyó tiene necesidades acuciantes. La primera semana que abrimos nuestra clínica en uno de los campos de refugiados recibimos 500 personas. Imaginaos una mujer casi al final del embarazo huyendo a través de la selva, a un país que no conoce y luego tener que dar a luz. Estamos aquí para ofrecerle un lugar seguro donde tener a su bebé, un lugar en el que pueda ser atendida y asegurar que ella y otros como ella puedan ser tratados con dignidad.
La tranquilidad destruida
Ayuda médica, alimentos, abrigo y saneamiento son esenciales para asistir a las víctimas de esta violencia. Pero esto es sólo una parte del remedio que la gente necesita. Viviendo una situación de miedo constante de ser atacados, muchos refugiados están completamente traumatizados. Además de haber perdido a seres queridos, también han perdido su sensación de seguridad, su tranquilidad. Los equipos de MSF intentan responder a esto mediante proyectos de salud mental para personas afectadas por la violencia, incluyendo mujeres y niños que se salvaron de ser secuestrados. Los asesores de MSF organizan sesiones de grupo e individuales, mientras sensibilizan a la comunidad acerca del impacto psicológico de la violencia y sobre cómo la gente puede buscar ayuda. Hasta la fecha han prestado asistencia médica a más de 300 personas.
Nunca olvidaré a una señora que solía sentarse bajo un árbol en el campo, llorando. Su hija había sido violada delante de sus propios ojos y luego raptada. No sabía si estaba viva o muerta, recuerda Francesca Mangia, la coordinadora de terreno de MSF en un campo de refugiados en el estado de Equatoria Central. La violencia ha destrozado vidas. La gente no duerme porque los ataques contra su aldea se produjeron al anochecer y temen cerrar los ojos por la noche.
Los refugiados siguen cruzando la frontera hacia el Sur de Sudán cada semana. Sin saber cuándo acabará la violencia o si podrán regresar a sus hogares de nuevo, un sentimiento de impotencia e incertidumbre invade sus vidas y las de los desplazados.
Cuatro meses después de llegar a Sudán, Mboli recibió la buena noticia de que de alguna forma su hermano Muka había logrado escapar del LRA, y que se encontraba en un hospital en RDC. Su padre intentó regresar a Congo pero las carreteras eran demasiado peligrosas y le fue imposible. Lo volverá a intentar cuando crea que es seguro. No obstante, la vida de Mboli y de su familia sigue siendo desoladora.
Estoy tan preocupado por Muka, por su futuro. El LRA está en mi casa de Congo. Yo soy un refugiado en Sudán pero ellos también están aquí. Ya no podemos pensar en el futuro. ¿Qué futuro?
AUDIO
Peter, refugiado congoleño en Sur de Sudán
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Bokasa, refugiado congolés en Sur de Sudán
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Video: Refugiados de RDC en Sur de Sudán