En la mañana del sábado 3 de mayo los residentes de Yangon observaban incrédulos los daños ocasionados por el ciclón Nargis durantes las horas anteriores: árboles arrancados y pilas de ramas en las calles; tejados destrozados por troncos y torres de electricidad y paredes caídas por las corrientes de agua. Nunca antes, la antigua capital de Myanmar había vivido un fenómeno tan devastador. Aunque en los suburbios pobres y más al sur, en el delta del Irrawady, el poder de Nargis aún tuvo consecuencias más trágicas. Las comunicaciones no funcionaban pero la poca información que conseguía filtrarse daba signos de ser una catástrofe mayor.
Conseguimos enviar nuestro primer equipo a Pathein, en el delta, el lunes y empezamos a dar la primera ayuda a las víctimas más al sur al día siguiente, recuerda Frank Smithuis, coordinador general de MSF en Myanmar. Gracias a la movilización inmediata del personal nacional, MSF pudo dar asistencia a gran escala desde el principio. Doscientos cincuenta médicos locales, enfermeras y logistas empezaron a trabajar muy pronto en el delta, en las zonas de Bogale, Labutta, Ngaputa y Pyapon. Los equipos viajaban en barco de un pueblo a otro llevando comida, cobijo, agua y saneamiento y haciendo cientos de consultas médicas «Desde el momento en que dejamos el barco, los habitantes de los pueblos nos seguían. Nos ayudaban a encontrar una casa para pasar consulta y montar distribuciones. Vimos muchos pacientes con síntomas de estrés, dolores musculares y hipertensión, especialmente en pueblos donde la destrucción ha sido masiva y mucha gente ha muerto por las inundaciones», dice un médico birmano de 27 años que trabajó durante las dos primeras semanas en Ngapudaw, en la parte oeste del delta.
Aviones cargo con material:
Aunque los primeros materiales de ayuda fueron comprados localmente era necesario un influjo masivo de comida y equipamiento. El 12 de mayo, un primer avión cargo de MSF aterrizó en Yangon, al que siguieron cuatro más, llevando un total de 500 toneladas de comida terapéutica, lonas de plástico para cobijo, mosquiteras y pompas y unidades de tratamiento de agua. Estos materiales eran transportados con camiones al delta y llevados en barco para distribuirlos en los pueblos afectados.
Los equipos de MSF han podido llegar, progresivamente, a la parte más sureña del delta. Estas áreas remotas e islas, solo accesibles por pequeños barcos o a pie, son pueblos que fueron prácticamente borrados del mapa y los supervivientes viven en condiciones inimaginables. Emmanuel Goue, coordinador de terreno de MSF, acaba de volver de Setsan, a cinco horas en barco de Bogale y lo describe como «una devastación total». «Una ola gigante durante el ciclón ha arrasado la zona. El 90% de las casas han sido destrozadas. Hay una cifra estimada de 21.000 personas, incluyendo niños y ancianos, que viven en medio de la nada, en un océano de barro. Todo está roto y no han visto ayuda llegar en un mes».
El acceso:
En un dispositivo de ayuda como este, comparable al tsumani de 2004, MSF enviaría al terreno un gran número de personal internacional experimentado como médicos, coordinadores de emergencias y expertos en agua y saneamiento. Sin embargo, las restricciones impuestas por las autoridades de Myanmar, impidieron a los expertos internacionales trabajar en el delta durante las primeras tres semanas tras el ciclón.
Un par de días antes de que el Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki Moon llegara a Yangon, y anunciara el 23 de mayo que el gobierno de Myanmar había consentido a dar acceso libre al delta para los trabajadores humanitarios, MSF había obtenido autorización formal para ocho trabajadores internacionales. «Eso fue un primer paso, aunque obviamente no es suficiente. Dado la escala del desastre, necesitamos más expertos en el terreno. Nuestro personal nacional es muy capaz, pero no tienen experiencia trabajando en emergencias. Han hecho un trabajo increíble, pero necesitan expertos para apoyarles, afirma Frank Smithuis. La presencia de personal internacional también es una garantía adicional de que la ayuda es independiente y se distribuye de forma objetiva. Un mes tras el desastre, MSF acaba de recibir más autorizaciones para que algunos expatriados viajen a la zona.
En el último mes, personal médico de la organización ha llevado a cabo 17,000 consultas, con una media de 500 al día en la última semana de mayo. Al principio, más de la mitad de los pacientes venían con heridas causadas por el ciclón, pero muy pronto empezaron a salir las patologías relacionadas con las duras condiciones de vida. Algunos equipos de MSF han visto un alto número de infecciones respiratorias y casos de diarrea, que está relacionado con la falta de acceso a agua potable, falta de refugio y exposición a las fuertes lluvias que han seguido cayendo durante el mes de mayo. En muchas áreas, especialmente donde ha habido muchos muertos, estamos viendo más y más gente sufriendo problemas mentales. Algunos ya no pueden hablar, otros están muy deprimidos por la pérdida de sus seres queridos . En las próximas semanas, intentaremos afrontar este problema ofreciendo asesoramiento psicológico con especialistas en salud mental, afirma Alena Koscalova, coordinadora médica de MSF en Yangon. En un periodo de tres meses, MSF planea hacer unas 50.000 consultas a una media de 500 personas al día. MSF pretende dar respuesta a brotes de enfermedades en las 24 horas siguientes a haber recibido el informe para asegurar que cualquier paciente con problemas de salud graves es referido a instalaciones médicas de segundo nivel. Por el momento, no hay brotes de malnutrición reportados por los 36 equipos móviles de MSF en el delta.
Las necesidades más urgentes:
Cuatro semanas después de que empezara el dispositivo de ayuda, la comida, el refugio y el acceso a agua potable siguen siendo las necesidades más inmediatas de las víctimas. Los suministros de comida han sido insuficientes ya que las agencies especializadas no han sido capaces de montar canales apropiados de distribución y, en muchas zonas, la gente ha recibido lo justo para sobrevivir. Miles de personas han visto como sus casas eran destrozadas, han perdido todas sus propiedades y reservas de agua y tienen que depender en la asistencia externa. Cuando es posible, los equipos de MSF se reúnen con cada familia para preguntarles qué necesitan y darles la asistencia adecuada. El objetivo de la organización en las zonas donde trabaja es darle a la población raciones de comida de dos kilos de arroz, 500 gramos de legumbres, aceite para cocinar y sal por familia y día. MSF está usando las listas de familia en cada visita para asegurarse que la gente está recibiendo la cantidad adecuada y los representantes de los pueblos dan el visto bueno a los informes de distribución.
Las familias desplazadas han sido trasladadas de sus asentamientos temporales en colegios y monasterios. Ahora están en campos desbordados de gente que ha montado el gobierno en la periferia de los principales centros urbanos o han vuelto a sus pueblos donde no hay asistencia.
«La inmensidad de esta operación sigue siendo nuestro mayor reto», afirma Vincent Hoedt, coordinador de emergencia de MSF en Yangon. «Hay tantos sitios donde ir, tanta gente que necesita ayuda, hay tantos bienes que necesitan ser gestionados: llevados hasta Yangon, cargados, descargados, distribuidos y controlados. Es una operación gigante y el reto es mantener esta inmensa maquinaria funcionando».
Pese a las dificultades iniciales para acceder las zonas afectadas, MSF ha podido, hasta hoy, ayudar a 300.000 victimas del ciclón. Pero aún queda mucho por hacer y la emergencia está lejos de haber acabado.
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