Testimonios de violencia: La realidad en Calais
Desde el inicio de sus actividades en julio del año pasado, desde Médicos Sin Fronteras (MSF) hemos respondido a las necesidades médicas y psicológicas de migrantes en Calais. Hemos recabado testimonios de pacientes que describen violencia, falta de asistencia y devoluciones.
Las personas atendidas denuncian haber sido golpeadas con porras, rociadas con gases lacrimógenos y humilladas por la policía durante el desmantelamiento de campamentos. También se reporta la confiscación de pertenencias.
Como organización médico-humanitaria, brindamos apoyo médico, psicológico y social a los menores no acompañados en tránsito en Calais en su centro de día. Estos jóvenes han compartido con nuestro equipo historias dolorosas sobre su odisea migratoria y la acogida violenta en Francia.
Violencia reiterada y banalizada
Desde la apertura del centro, hemos recibido a 180 jóvenes, principalmente de Sudán, Afganistán y Siria. 93 de ellos declararon haber sido víctimas de violencia a lo largo de su ruta migratoria, ya fuera en países de tránsito como Libia o Túnez, o en la misma Francia. Más de un tercio de los testimonios de los jóvenes se refirieron a malos tratos y violencia por parte de la policía en Francia.
Según los jóvenes entrevistados, la violencia ocurre principalmente durante las operaciones de desmantelamiento y en los intentos de cruzar el Canal de la Mancha. Los tipos de violencia física más denunciados incluyen patadas, puñetazos, golpes con porras y gases lacrimógenos a la altura de los ojos. Estos abusos suelen producirse cuando los voluntarios y las asociaciones no están presentes para ayudar a las personas migrantes, solicitantes de asilo y refugiados.
Lejos de los campamentos improvisados, en nuestro centro de día, los jóvenes encuentran un espacio de escucha y acogida. El vínculo de confianza con el equipo les permite hablar libremente. «A veces comprueban que no haya cámaras y nos llevan a lugares fuera de la vista para pegarnos. La última vez que me pasó, estaba con un amigo. La policía nos llevó a una furgoneta y nos golpeó con porras. Me pegaron tanto que sangré», cuenta Ahmed*, un chico sudanés de 15 años que ingresó en el centro de MSF en febrero. Cuando se le ofreció la posibilidad de presentar una denuncia, el joven se negó por miedo y a las posibles repercusiones si volvía a encontrarse con los mismos policías por el camino.
«Los jóvenes que emigran solos experimentan el exilio y la violencia en un momento muy particular de su desarrollo: la adolescencia. El exilio también significa experimentar o presenciar unos acontecimientos traumáticos y una violencia que, a menudo, queda impune. Se hace difícil y peligroso confiar en los demás»
Chloé Hannebouw, psicóloga de MSF en Calais.
Violencia sumada al trauma preexistente
Desde la reapertura de nuestro proyecto en Calais en abril del año pasado, el 82% de las personas atendidas han reportado malos tratos y torturas. Esto ocurre especialmente en Libia, Túnez o en la ruta de los Balcanes. «Durante las entrevistas, los jóvenes narran terribles experiencias de violencia, detención y a veces tortura. Algunos jóvenes también tienden a comparar la violencia que sufrieron en Libia con las complicadas condiciones de vida en Calais. Esta comparación les lleva a menudo a minimizar la dureza de su situación actual frente a la extrema violencia vivida allí», afirma Hannebouw.
Desde el inicio de las operaciones, la psicóloga de MSF ha realizado 152 consultas a menores (no acompañados o acompañados por sus familias). Entre los síntomas más frecuentes, los jóvenes pacientes mencionan ansiedad, pesadillas, insomnio y sensación de impotencia o incapacidad para verse y pensar en el futuro. Algunos mencionan también impulsos suicidas, sobre todo cuando han vivido experiencias especialmente traumáticas o de violencia extrema.
«Esta violencia física y psicológica repetida ilustra el coste humano que Francia y el Reino Unido están dispuestos a pagar para asegurar su frontera común. Una normalización generalizada de la violencia se ha instalado en toda Europa. Calais es sólo uno de los muchos laboratorios de las políticas de disuasión aplicadas por la Unión Europea», afirma Feyrouz Lajili, coordinadora del proyecto de MSF en Calais.
Política de “cero puntos fijos”
Hemos sido testigos y hemos documentado las repercusiones inmediatas de la violenta política «antifijación» aplicada por las autoridades francesas en Calais. Esta política busca impedir los campamentos estables y resulta en devoluciones a personas en movimiento.
También hemos observado que, a pesar de ser signatarios de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño, Francia y el Reino Unido no protegen a los menores no acompañados. Al dispersarlos y exponerlos a la violencia, su política migratoria común los pone en peligro.
Medidas urgentes: nuestras respuestas y propuestas
Pedimos a las autoridades francesas que protejan a los menores no acompañados en tránsito por la frontera franco-británica. También exigimos el fin de las medidas disuasorias que ponen en peligro a las personas en movimiento.
En abril de 2023, reabrimos un proyecto en Calais para prestar asistencia médica y psicológica a migrantes, refugiados y solicitantes de asilo. Para atender a las personas dispersas en asentamientos informales, desplegamos una clínica móvil cerca de los campos. También ofrecemos primeros auxilios, apoyo en salud mental, y derivamos a los casos vulnerables a estructuras sanitarias. En julio del año pasado, abrimos un centro de día dedicado específicamente a menores no acompañados.
Los menores, debido a su corta edad, sufren especialmente bajo la presión y humillaciones de la política «antifijación». En 2023, se registraron 729 desalojos en Calais y Dunkerque, exacerbando su vulnerabilidad y exposición a explotación y trata.
En junio del año pasado, el Comité de los Derechos del Niño de la ONU pidió a Francia que reforzara la protección de los niños en la frontera franco-británica. Solicitó también el fin de la destrucción de sus refugios y del uso desproporcionado de la violencia. A pesar de la documentación de violencia policial y devoluciones forzosas, las autoridades francesas siguen negando estas violaciones, justificándolas con la agresividad de los migrantes.