Médicos Sin Fronteras ha empezado de nuevo a trabajar en Afganistán tras cinco años de ausencia. El Director General de MSF, Christopher Stokes, tiene una amplia experiencia en el país y ha regresado recientemente para hacer un balance de los proyectos de MSF. En este artículo, explica por qué es crucial para MSF basar sus actividades en el país sobre tres pilares fundamentales: proporcionar atención médica gratuita, no aceptar fondos de gobiernos y mantener las armas fuera de los recintos hospitalarios.
Afganistán registra algunos de los peores indicadores del mundo. En una provincia como Helmand, el ruido de la guerra se escucha las 24 horas del día con helicópteros despegando durante la noche y disparos y misiles en la distancia. En este contexto, problemas de salud comunes y corrientes se convierten en urgencias porque los desplazamientos de las aldeas a las ciudades resultan muy peligrosos y en muchos lugares simplemente imposibles.
MSF acaba de empezar a trabajar en el único hospital general público todavía operativo en Helmand, en Lashkargah, la capital de la provincia. Éste es un hospital que en los últimos años ha recibido una importante ayuda externa. Sin embargo, cuando visité las diferentes salas, me sorprendió mucho la ausencia de pacientes. Generalmente, sólo una tercera parte de las camas están ocupadas. La mañana que lo visitamos contamos 40 pacientes para 124 camas.
¿Por qué tan pocos pacientes? La verdad es que los servicios médicos que se ofrecen en el hospital han sido cuanto menos irregulares. La mayoría del personal médico sólo trabaja por la mañana. Por la tarde se va a trabajar a las clínicas privadas. La práctica médica en el hospital está desfasada; los medicamentos se recetan de forma rutinaria y sin control a veces se recetan varios antibióticos distintos cuando con sólo uno bastaría. Luego está el precio de la medicación – aunque las consultas sean gratuitas, los pacientes casi siempre son referidos a farmacias privadas para comprar la medicación que les recetan. Este gasto puede ser prohibitivo para las familias más pobres, particularmente cuando también tienen que pagar por el desplazamiento hasta el hospital. Incluso si tienen los medios, los medicamentos que consiguen comprar suelen ser de baja calidad o incluso falsificaciones.
Aunque el hospital no esté funcionando a pleno rendimiento, está repleto de donaciones de sofisticado equipamiento médico. En el sótano, apilado y muchas veces todavía empaquetado, hay equipamiento de laboratorio y quirúrgico, lámparas scialíticas y máquinas digitales de rayos X de Europa y China. Todo ello donado por gobiernos, a través de los equipos de reconstrucción provincial de la Fuerza de Asistencia de Seguridad Internacional (ISAF por sus siglas en inglés) o de la ayuda bilateral. Generalmente con pocas explicaciones ni instrucciones de uso.
Durante mi visita, trajeron a un niño con sarampión. Su madre nos dijo que había por lo menos ocho niños más con síntomas parecidos en su aldea. El sarampión es una enfermedad muy contagiosa que puede ser mortal si no se trata. Su hijo presentaba complicaciones y necesitaba oxígeno esa noche para poder mantenerle con vida. Pero la única máquina de oxígeno operativa se encontraba en la sala de medicina interna donde la presencia de otros niños podía comportar un riesgo de infección cruzada. De todas formas, es allí donde le trasladaron. ¡Mientras tanto, contamos por lo menos seis generadores de oxígeno móviles cubiertos de polvo aparcados en el sótano!
Este niño es una víctima de este conflicto y su situación es el compendio de esta guerra. Contrajo una enfermedad infecciosa prevenible, simplemente porque vive en una región devastada por la guerra donde la cobertura vacunal es escasa. La madre del niño no tenía otra elección; se arriesgó viniendo a Lashkargah, pero tuvo que esperar hasta que ya era casi demasiado tarde. Incluso después de ocho años de donaciones de los gobiernos, el hospital todavía no está preparado para recibir a pacientes y tratarles adecuadamente.
Antes una mujer embarazada que había resultado herida en una explosión finalmente consiguió llegar a Lashkargah al cabo de 48 horas . La explosión también había herido al hijo que esperaba. La madre sobrevivió el parto aunque su útero estaba perforado. Pero su bebé murió de sepsis. Si hubiese sido trasladada al hospital más rápidamente, quizás hubieran podido salvarse ambos.
Tras casi cinco años de ausencia, después de los asesinatos de cinco de nuestros colegas en 2004, MSF regresa con cautela, sopesando riesgos y necesidades. Nuestro único objetivo es asistir a quienes más necesitan atención médica, ayudar a tantas personas como sea posible a sobrevivir al conflicto. Para ser aceptada por todas las partes en un conflicto, una organización médico-humanitaria privada debe demostrar y comunicar claramente su más absoluta imparcialidad e independencia. Para MSF, esto significa por ejemplo que elegimos no aceptar fondos de ningún gobierno para nuestro trabajo en Afganistán o Pakistán y que rechazamos cualquier intento por parte de otras fuerzas de controlarnos o dirigirnos.
La en su día clara distinción entre ejércitos, actividades de reconstrucción y de desarrollo y trabajadores humanitarios es ahora muy confusa; actualmente todas las acciones asistenciales, incluyendo las iniciativas para ganarse el corazón y las mentes de la población puestas en marcha por las fuerzas armadas, llevan la etiqueta de humanitarias. La diferencia clave es que las organizaciones estrictamente humanitarias como MSF trabajan para prestar una atención vital inmediata en función de las necesidades médicas solamente, sin otros objetivos. Existe una necesidad práctica de hacer distinciones claras. ¿Por qué? Porque las organizaciones humanitarias como MSF deberían pretender ayudar a las poblaciones necesitadas sin importarles el país en el que viven o las batallas que se estén librando allí. Una organización (de cualquier complexión política) que se alinee con una parte a través de financiaciones o de alguna otra forma, simplemente no hace ni puede hacer esto. En segundo lugar, tomar partido por una u otra parte suele comportar tener que depender de protección armada y eso pueden convertir a la organización o estructura en un objetivo militar.
Actualmente, hay muchas estructuras médicas en Helmand físicamente rehabilitadas por la ISAF y patrulladas por la OTAN y las tropas afganas, que son percibidas como objetivos militares por los grupos opositores armados. Entretanto, las clínicas gestionadas por ONGs locales independientes, a menudo en un estado intencionadamente degradado para evitar cualquier asociación con las estructuras de salud apoyadas por la ISAF, han sido objeto de ataques por parte de ésta al confundirlas con escondrijos de la oposición. El resultado es que las propias clínicas se han convertido en campos de batalla, poniendo en peligro a los pacientes y haciéndoles aún más reacios a buscar ayuda médica.
De importancia capital para reiniciar nuestro trabajo en Afganistán ha sido la desmilitarización de los hospitales a través de una política anti-armas de obligado cumplimiento impuesta en las estructuras de salud en las que trabajamos. Pedimos a todas las partes la policía, las fuerzas de la coalición y la oposición armada que deje sus armas en la puerta.
Al igual que en el hospital provincial de Lashkargah en Helmand, también estamos empezando a trabajar en una hospital al este de Kabul, en una ciudad cuya población ha crecido mucho desde la llegada de los afganos retornados de Pakistán y de los desplazados que huyen de la guerra al este de Afganistán. A pesar de las necesidades y de la poca cobertura sanitaria, esta zona hasta la fecha ha sido una zona olvidada por las agencias de ayuda porque no es una prioridad en las políticas de ayuda contrainsurgentes. Aunque se asignan muchos fondos a grandes proyectos de creación y rehabilitación de infraestructuras en Kabul, son pocos los fondos destinados a la asistencia inmediata.
Tenemos equipos médicos formados por personal afgano e internacional ahora trabajando en ambos hospitales, donde nuestro objetivo es proporcionar atención médica gratuita vital y de calidad con medicamentos efectivos, en todas las áreas incluyendo maternidad, pediatría, cirugía y urgencias. La colaboración con el personal médico residente para acordar la mejor práctica es clave. Conseguir que estos servicios médicos funcionen las 24 horas en lugar de sólo unas pocas horas por la mañana es una prioridad. MSF intentará ampliar su apoyo a los hospitales y a los centros de salud rurales en otras provincias en 2010, pero en un entorno tan peligroso el avance es muy lento.
Hoy en Afganistán, no hay suficientes organizaciones que de forma independiente evalúen las necesidades de las personas y respondan en las zonas afectadas por la guerra. En una provincia como Helmand, el acceso a la atención es extremadamente limitado. Evidentemente, la prestación de ayuda para fines políticos y no humanitarios tiene sus limitaciones, puede llenar sótanos de maquinaria médica cara pero no pueden llenar las camas de los hospitales con pacientes que necesitan tratamiento procedentes de todas las partes en el conflicto.