Gabriela Peukert, médica argentina recién llegada de Kenia, ha estado trabajando durante un año en el proyecto de VIH/SIDA en Busia con unos 2.700 pacientes en tratamiento. Gabriela nos cuenta cómo la violencia que ha surgido en el país tras las elecciones pasadas ha afectado a la población de Busia y cómo el proyecto se ha adaptado a las necesidades adicionales.
Por Clara Tarrero
¿Cuáles han sido las preocupaciones de la población?
Es una población que a nivel político está más involucrada que en otros países. Todos se sintieron desmoralizados. Para ellos fue una sorpresa ver cómo sucedían todos estos desmanes políticos y ver como ellos mismos habían reaccionado con tanta violencia. Cuando empezaron a ver tantos muertos y vieron que ellos mismos y sus vecinos de al lado estaban afectados, se dieron cuenta de que era algo que estaba pasando en la misma sociedad, y no solo a nivel político.
Las rivalidades entre las tribus estaban más a flor de piel de una forma generalizada: entre el mismo personal y entre los pacientes y eso ha repercutido en nuestro trabajo. Algunos pacientes no venían a la clínica porque dentro del hospital iban a estar inseguros. Teníamos que pensar cómo llegar a los pacientes sin exponerlos a ellos, sin que se vieran expuestos a ningún incidente.
¿Cómo hicisteis para llegar a estos pacientes?
Dependiendo del lugar, había una tribu en peligro y tenían que estar aislados, por ello se desplazaban. Los visitábamos en los campos de desplazados para que tuvieran acceso a la atención y a la medicación. Creamos clínicas móviles para la atención primaria y también para la asistencia de los pacientes de VIH que había dentro de estas comunidades segregadas en Busia y se atendían a los heridos. Ahora, en Busia, la situación ya se ha calmado y la gente está volviendo a sus casas. Siguen estando los campos pero el número es menor y la gente ya pueden andar libremente por lo que ya tienen acceso a los hospitales. Hay otras regiones donde aún hay focos de violencia.
¿Con qué problemas os encontrasteis para dar el tratamiento?
Suspender el tratamiento de antiretrovirales aunque sea uno o dos días supone aumentar la tasa de resistencia y aumentar el fracaso. Por ello era algo que no podíamos dejar pasar. En el momento crítico posterior a las elecciones uno de los problemas que tuvimos era cómo hacer llegar los antirretrovirales a los lugares periféricos donde apoyamos varios centros del Ministerio de Salud. Normalmente, para llegar a estas localizaciones tenemos que viajar unas dos horas y ahora teníamos el problema añadido de los cortes de carreteras y de que si salíamos a la calle también nos poníamos en peligro. Lo tuvimos que hacer de forma especial: viajábamos muy temprano por la mañana, con dos coches, asegurando que el equipo estaba formado por un mínimo grupo de expatriados y locales pero sin exponer a gente innecesariamente. Volvíamos del centro de salud a la última hora de la tarde, antes de que se hiciera oscuro, ya que era cuando menos gente había manifestándose.
¿Hubo pacientes que dejaron de venir a la clínica a por sus tratamientos de HIV?
Hubo mucho movimiento interno en el país. En la clínica tuvimos una tasa alta de gente que no venía a la visita. Por ello, con los equipos del programa de atención domiciliaria (HBC, por sus siglas en inglés) estuvimos haciendo un seguimiento más arduo para ver qué había pasado con esta gente: si no venía porque no podían o si se habían desplazado. Incluso tuvimos gente que están en las clínicas de Nairobi o con otras organizaciones que venían a la clínica de Busia para buscar sus tratamientos y evitar la suspensión de los mismos. A nivel nacional, el Ministerio de Salud trabajó conjuntamente con todas las organizaciones. MSF puso un número gratuito al que los pacientes podían llamar para saber a qué lugar más cercano podían acceder para recibir sus medicamentos. Se hizo una buena campaña para dar a conocer este servicio. También hicimos concienciación en los campos. Sabíamos que los pacientes estaban allí pero no podíamos señalarlos con el dedo así que les informábamos de que había una manera de hacerlo sin exponerse.
Los equipos del HBC estuvieron haciendo un seguimientos individual de los pacientes que habíamos perdido la red de voluntarios encargados de sensibilizar a las comunidades (CAN, por sus siglas en inglés) estuvieron muy activos trabajando con pacientes que nos llegaban buscando información y orientación a donde ir.
¿Qué patologías habéis encontrado?
Consecuencia típicas de los campos de desplazados. El saneamiento se controló mucho desde principio y no hubo grandes brotes de diarrea ni de otras enfermedades. No podemos decir que en Busia ha habido ninguna afección médica directamente relacionada con los desplazados. Pero en el futuro puede haber algún impacto a nivel nutricional, no tanto en Busia pero si en otros lugares donde aún están desplazados ya que estas personas no han podido volver a sus casas, no han podido retornar a sus trabajos normales ni a sus tierras a hacer sus labores habituales y han perdido todo el periodo de siembra.
¿Nos puedes hablar del estudio que se está llevando actualmente en el proyecto?
Es un estudio de cargas virales y resistencias en pacientes que llevan más de un año con tratamiento de antiretrovirales. En Busia, tenemos más de 1000 pacientes que cumplen este criterio y la tasa de fallo al tratamiento que tenemos es baja. No sabemos si la estamos subdiagnosticando en base a los criterios que se usan con la OMS o es que realmente se ha trabajado tanto la adherencia al tratamiento mediante asesoramiento psicológico continuado y el seguimiento con los pacientes ha sido tan adecuado que no hay fallo. Eso es lo que se quiere ver. A esos 1000 pacientes se les quiere estudiar la carga viral y en caso de detectar que aún hay pacientes con carga viral detectable, se enviará a Barcelona para que se haga un estudio más refinado de la resistencia y ver, los que están en fallo, qué resistencia están haciendo a las drogas y qué medicamentos se debería utilizar en segunda línea.
En diciembre, nos contabais que estabais esperando la llegada de un nuevo medicamento de dosis fija combinada para niños. ¿Ha llegado?
Sí, llegó. Se trata de un comprimido como el que se utiliza para el tratamiento de los adultos donde los tres antiretrovirales están juntos en una sola pastilla. Se toma una por la mañana y otra por la tarde. Para el niño, no venía combinada así que tenían que tomarse tres pastillas por la mañana y tres por la tarde como mínimo, y en algunos casos se podían llegar a tomar hasta 10 cada vez con la dificultad que eso supone. Ahora se le da una pastilla por la mañana y otra por la tarde y así la dosificación es más fácil. Aunque, de momento, sólo se utiliza con los pacientes del centro de atención integral que MSF tiene al lado del hospital de Busía (con el conocimiento del Ministerio de Salud) ya que esos pacientes se van a traspasar a otra organización que lo van a incluir. En los centros de salud rurales donde trabajamos con el Ministerio de Salud no los utilizamos porque el protocolo del ministerio todavía no las incluye. En cuanto se incluyan se utilizarán en esos centros también.
¿Alguna novedad más a destacar?
Desde enero, hemos empezado a apoyar un centro en Nambale, en la zona periférica, que se suma a los centros rurales de Mukovola y Sio port, donde llevamos tiempo trabajando. Se acondicionaron las instalaciones, se equiparon y nos estamos ocupando de la gestión de los deshechos. También hemos formado al personal del Ministerio de Salud para que sepan utilizar los antiretrovirales.