Tras el brote de fiebre amarilla en Angola en diciembre último y la subsecuente confirmación de docenas de casos en República Democrática del Congo, equipos de Médicos Sin Fronteras (MSF) fueron desplegados en ambos países para ayudar a contener la propagación de la enfermedad. El 19 de mayo, la Organización Mundial de la Salud determinó que el brote, a pesar de su seriedad y la grave preocupación, no constituye actualmente una emergencia de salud de alarma internacional. La implementación de la altamente efectiva vacuna contra la fiebre amarilla es clave para prevenir futuras propagaciones, y la limitada provisión de la vacuna debe ser usada eficientemente.
En República Democrática del Congo, 48 casos han sido confirmados desde finales de febrero. La mayoría de los casos corresponde a personas que llegaron de Angola, pero tres casos autóctonos (transmitidos localmente) fueron identificados también en Kinshasa y en las provincias de Kongo Central y Kwango, en la frontera con Angola.
En Matadi, la capital de Kongo Central, el 26 de mayo los equipos de MSF lanzaron una campaña de vacunación dirigida a los 350.000 residentes, como parte del programa del Ministerio de Salud Congolés que tiene como objetivo una población de dos millones de personas. Este programa por sí solo cubre dos distritos de salud en Kinshasa y nueve en Kongo Central. También en cooperación con el Ministerio de Salud, MSF lanzó medidas de control vectorial en Kinshasa y Kongo Central. Estas actividades son llevadas a cabo con el objetivo de combatir al mosquito Aedes aegypti, que es el portador de la fiebre amarilla. Las casas están siendo rociadas o fumigadas para matar los mosquitos adultos y destruir los sitios en los que el mosquito puede reproducirse como desechos o recipientes con agua estancada, donde el mosquito deposita sus larvas. Estas actividades están siendo llevadas a cabo en locaciones donde ha habido casos confirmados y en sitios vulnerables como hospitales, escuelas o mercados.
MSF también está tratando pacientes, proveyendo suministros médicos para centros de salud identificados y capacitando personal en el tratamiento de fiebre amarilla.
“Para eliminar cualquier riesgo de propagación, es vital permanecer alerta y reactivo”, comenta Elisabetta Maria Faga, coordinadora de emergencia de MSF. “No hay un tratamiento específico para la fiebre amarilla. Es por eso que la prevención a través de una vacunación enfocada y las medidas de control vectorial siguen siendo la mejor arma contra la enfermedad”.
Tratando pacientes en Angola
Desde mediados de febrero, MSF ha estado trabajando en colaboración con el Ministerio de Salud de Angola, apoyando el manejo de casos de fiebre amarilla. Los equipos de MSF también están tratando directamente pacientes con fiebre amarilla en la capital, Luanda (hospital de Kapalanga), como así también en las provincias de Huambo, Huila y Benguela. Hasta la fecha, MSF ha tratado a 299 pacientes.
MSF ha desplegado 70 personas en diferentes equipos en Angola para proveer diagnóstico y tratamiento, como así también capacitación de personal local en manejo de casos. Además, MSF está apoyando la implementación del protocolo nacional en respuesta a la enfermedad y la preparación de vacunación. Hasta el momento, Angola ha reportado 2.420 casos sospechosos (incluyendo 298 muertes), con 736 casos confirmados. De los casos confirmados, 459 fueron en Luanda solamente, y el resto en las otras 13 provincias. El Ministerio de Salud de Angola está conduciendo una campaña masiva de vacunación en las provincias, habiendo concluido ya otra campaña en Luanda.
La fiebre amarilla es una fiebre hemorrágica aguda transmitida por mosquitos previamente infectados. El término “amarilla” se refiere a la ictericia que afecta a algunos pacientes. El mosquito Aedes aegypti es el principal vector de la fiebre amarilla, el cual también transmite el dengue, chikungunya y Zika. No existe actualmente un tratamiento para la fiebre amarilla y la vacunación es el método de prevención más efectivo. Los síntomas incluyen fiebre, dolor de cabeza y muscular, mientras que algunos pacientes experimentan una fase más severa de fiebre alta y hemorragia interna. Hasta un 50% de los pacientes afectados más severamente muere dentro de los 14 días, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud.