Crystal van Leeuwen es enfermera en Canadá y acaba de regresar de Yemen tras coordinar ahí las actividades médicas de Médicos Sin Fronteras (MSF) durante siete meses. Como integrante de nuestro equipo de emergencia, ha trabajado con nosotros en países como Siria, Sudán del Sur, República Democrática del Congo y Nigeria, así como durante la respuesta al brote de Ébola en África occidental. Este es su testimonio sobre su experiencia en Yemen.
Cuando aterricé en Saná, la capital yemení, los lados de la pista estaban cubiertos por aviones destruidos, tanto grandes como pequeños. Era claramente un país afectado por la guerra.
Durante el trayecto de siete horas hasta Taiz, pasamos delante de viejas casas de piedra construidas en las laderas de las montañas. En los pueblos pequeños, la vida campestre transcurría de forma aparentemente normal y deseé estar visitando Yemen como turista.
Sin embargo, el conflicto que dura más de dos años resulta imposible de ignorar: atravesamos más de treinta puestos militares de control y vimos puentes destruidos y restos de metralla por doquier.
En Taiz, muchas zonas están muy afectadas por la guerra, con calles vacías repletas de barricadas, edificios destruidos, cráteres producidos por las bombas y una línea de frente activa que atraviesa la ciudad.
En ese momento, tanto la casa como la oficina de Médicos Sin Fronteras (MSF) estaban ubicadas muy cerca de la línea de frente y se podían escuchar bombardeos y ataques aéreos durante el día y la noche (rápidamente aprendes la dirección en la que se producen los bombardeos). Desde entonces, nos hemos mudado a vivir en el edificio del hospital.
No puedo evitar pensar en las personas que viven esta situación durante más tiempo que yo, tratando de continuar con su vida cotidiana en medio del conflicto y el miedo.
Los mercados están abiertos y hay gente en las calles, pero no sabes ni cuándo ni dónde se producirá un ataque aéreo o un bombardeo, o si habrá balas perdidas. Es muy triste pensar en el temor con el que están obligados a convivir.
Una de nuestras actividades de MSF en Taiz consiste en gestionar un hospital de atención materno-infantil en un edificio originalmente concebido como un hotel y centro comercial.
Nuestro foco está puesto en niños menores de cinco años y en servicios de salud reproductiva. Realizamos operaciones, cesáreas, partos, cuidados pre y post natales, y servicios de planificación familiar, nutrición, neonatología y pediatría. Muchas personas acuden a nosotros, puesto que la mayoría no tiene acceso a estos servicios gratuitos en ningún otro lugar.
Los primeros mellizos nacidos en el hospital de Taiz
Jamás olvidaré el primer par de mellizos que nacieron en el hospital, fueron los primeros neonatos en estado crítico que tuvimos. Nacieron con sólo siete meses de una madre primeriza joven, y eran tan pequeños que podía sostenerlos en la palma de mi mano.
Como eran tan prematuros, sus posibilidades de supervivencia eran muy escasas, pero estábamos dedicados a intentar salvar sus vidas. Usamos un ‘calentador de bebés’ (una cama con una lámpara de calor) para mantener estables sus temperaturas corporales. Durante un tiempo, sus probabilidades de recuperación eran muy inciertas y tuvimos que resucitarlos muchas veces.
Pero siete semanas después dimos de alta a dos mellizos muy saludables, Ola y Osman. Sus padres estaban tan agradecidos… fue una alegría ver la satisfacción en los rostros de ambos cuando dejaron el hospital.
Necesidades enormes
A ambos lados de la línea de frente, apoyamos o gestionamos salas de emergencia de traumatología donde tratamos a pacientes con lesiones causadas por el conflicto.
Un día, a mediados de agosto, después de que las negociaciones de paz se rompieran y el nivel de violencia volviera a escalar, las instalaciones apoyadas por MSF en Taiz recibieron 59 heridos de guerra, entre ellos 19 mujeres y niños.
En general, solemos ver heridas causadas por explosiones, francotiradores, disparos y minas terrestres, así como una gran cantidad de víctimas de accidentes de tráfico. También ayudamos a transferir a otros hospitales a los pacientes que necesitan un tratamiento más avanzado o especializado.
Sin embargo, en Taiz muchas personas no tienen esta opción, están atrapadas entre las líneas de frente y deben conformarse con servicios de salud limitados en los alrededores.
En Yemen, las necesidades humanitarias y médicas son enormes: artículos esenciales para los desplazados, asistencia en salud primaria y enfermedades crónicas, atención para la salud reproductiva e infantil, y atención quirúrgica avanzada y de rehabilitación.
Debemos aceptar que no podemos hacer todo. Tenemos que elegir lo que podemos hacer bien y con recursos limitados con el fin de ofrecer la mejor atención posible a los grupos más vulnerables.
Hospitales sin protección
Es muy difícil tomar esas decisiones y una de las razones por las que trabajar en Yemen me resulta particularmente desafiante. En Saná, estamos gestionando un programa que normalmente estaría fuera de nuestra zona de confort: brindamos apoyo de diálisis para pacientes con insuficiencia renal.
Decidimos intervenir porque no había nadie más que pudiera hacerlo tan rápido como nosotros. El tiempo importa: si estos pacientes dejaran su tratamiento, morirían. Además, la muerte por esta causa puede ser muy rápida o muy lenta y dolorosa en función de la evolución de la enfermedad.
A menudo, estos pacientes han sido desplazados de sus hogares a causa del conflicto y han tenido que desplazarse por segunda vez en busca de una hospital en funcionamiento que pueda aceptarlos (un centro que no haya sido dañado físicamente, con suficientes suministros médicos y capacidad para aceptar nuevos sin tiempo de espera).
La asistencia médica es una víctima más en Yemen, sean cuidados preventivos como programas de vacunación para niños, servicios de atención primaria y secundaria, o tratamientos contra el cáncer o enfermedades crónicas.
Además, la guerra también ha afectado las infraestructuras médicas. En todo el país, los hospitales y centros médicos no están recibiendo la protección que les corresponde según el Derecho Internacional Humanitario. Mucho fueron dañados o destruidos por ataques aéreos, bombardeos o disparos.
Nuestros hospitales también estuvieron entre los afectados. El ataque más mortífero a un hospital de MSF en Yemen ocurrió en Abs el 15 de agosto en el que 19 personas murieron y 24 resultaron heridas.
Tras este suceso, tuvimos que tomar la difícil decisión de evacuar nuestro personal de Abs y de cinco otros hospitales que apoyamos en Saada y Hajjah, al norte de Yemen, porque consideramos que los riesgos eran demasiado altos.
En los hospitales que tuvimos que evacuar, varios profesionales comprometidos con el Ministerio de Salud todavía trabajan y apoyan en condiciones inseguras a sus comunidades. En Yemen, tanto el personal médico como los pacientes viven sabiendo que esta guerra no distingue demasiado entre civiles y blancos militares.
En los hospitales públicos que aún funcionan en el país, las camas están llenas. Los que aún pueden vienen de todas partes del país en busca de la poca atención médica disponible. Para otros, lo único que queda son clínicas privadas, pero son económicamente inaccesibles.
Es fascinante ver la dedicación del personal local de salud. Tanto ellos como sus familias están afectados por la guerra pero, aún así, siguen viniendo a trabajar, cruzando las líneas de frente, haciendo filas en los puestos de control, atravesando tierra de nadie o desafiando el fuego de francotiradores.
A menudo, sus familias han huido a lugares un poco más seguros y, todavía así, ellos se siguen arriesgando para asistir a sus comunidades. Es un honor trabajar con ellos.