Hebrón es una cruda ilustración del sufrimiento de la población palestina bajo la ocupación: un clima omnipresente de intimidación y coacción. La realidad cotidiana de la gente se traduce en restricciones de movimientos, desalojos y desplazamientos forzosos, demoliciones de viviendas, operaciones de búsqueda y captura, interrupción de la escolarización y presencia continua de militares y colonos israelíes.
La reciente escalada de la guerra entre Israel y Gaza no ha hecho sino exacerbar la violencia y las restricciones impuestas a los palestinos que viven en Cisjordania. A fecha de 2 de enero, la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) ha registrado que al menos 198 hogares palestinos compuestos por 1.208 personas, entre ellas 586 niños, se han visto desplazados en medio de la violencia de los colonos y las restricciones de acceso en Cisjordania desde el 7 de octubre. Representan el 78% de todos los desplazamientos registrados debido a la violencia de los colonos y las restricciones de acceso desde principios de 2023.
Aumento de la violencia y el acoso
«Aquí la situación es mala desde hace años. Los soldados israelíes registran nuestras casas día y noche, cometen actos vandálicos y detienen a la gente sin previo aviso», dice Alma*, mujer palestina residente en Hebrón, la mayor ciudad palestina de Cisjordania, en los Territorios Palestinos Ocupados, al describir la situación desde que estalló la guerra entre Israel y Gaza el 7 de octubre.
El apartamento de Alma en Hebrón fue destruido por soldados israelíes hace sólo unos días. «Desde el 7 de octubre, las cosas han empeorado mucho, no hay piedad. La gente de mi comunidad está muy afectada y vive con miedo constante», afirma.
«Inmediatamente después del 7 de octubre, ya pudimos ver cómo las cosas tomaban mal cariz. El acceso de la población a los servicios básicos, incluidos los comercios y la atención sanitaria, se ha visto fuertemente restringido«, afirma Simona Onidi, nuestra coordinadora de proyectos en Hebrón.
«La prestación de asistencia sanitaria también se ha visto interrumpida. Debido a las severas restricciones de movimiento y al riesgo de violencia tanto para los pacientes como para el personal médico, observamos una reducción del 78% de las consultas médicas realizadas por nuestro equipo en octubre de 2023, en comparación con el mes anterior», explica Onidi.
Las restricciones en Hebrón
En el casco antiguo de Hebrón, situado en la zona de la ciudad controlada por Israel conocida como H2, las restricciones de entrada y salida son enormes e impredecibles, lo que repercute en todos los aspectos de la población palestina que vive en esa área de la ciudad vieja. El H2 ha sido durante mucho tiempo una de las zonas más restringidas de Cisjordania, con 21 puestos de control permanentes operados por fuerzas israelíes que regulan los movimientos de los residentes palestinos y suponen importantes barreras para el personal sanitario que intenta acceder a la zona.
En las semanas posteriores a la guerra entre Israel y Gaza, las fuerzas israelíes restringieron aún más los movimientos, abriendo los puestos de control sólo una hora por la mañana y otra por la tarde, durante unos pocos días a la semana. A veces, los residentes palestinos no pueden salir de sus casas durante cuatro días consecutivos, ni siquiera para sacar la basura o abrir las ventanas.
«No puedo comparar el nivel de intensidad actual con el de antes [de la guerra]. Es como si los colonos y el Ejército israelíes no tuvieran límites», se lamenta Aliyah*, palestina de Tel Rumeida, en H2.
«Estoy embarazada y, por ejemplo, esta mañana los soldados me pidieron que pasara tres veces por la máquina de rayos X [en el puesto de control]. Les pedí que no me hicieran pasar, por la seguridad de mi bebé, pero no me hicieron caso, como si ni siquiera se creyeran que estoy en cinta», dice Aliyah.
«Todos estamos aterrorizados. La gente piensa que la situación que se vive en Gaza ocurrirá en Cisjordania. ¿Seremos nosotros los siguientes? No sabemos cuándo», dice Salma*, otra residente del H2.
Las restricciones de circulación ponen en riesgo la asistencia sanitaria
En los últimos dos meses, la interrupción del acceso a la atención médica ha aumentado debido a las restricciones a la circulación y a la violencia, por lo que nuestros equipos han ampliado progresivamente nuestra respuesta para prestar atención sanitaria a las personas que no pueden llegar a los centros médicos.
Desde noviembre de 2023, nuestras clínicas móviles han añadido seis lugares a nuestras actividades, para llegar a un total de 10 zonas que cubren el exterior y el interior de la ciudad vieja de Hebrón, pero también en las aldeas remotas de Masafer Yatta, en el sur de Cisjordania.
Nuestros equipos de clínicas móviles ofrecen consultas generales, servicios de salud reproductiva y apoyo en salud mental. En noviembre y diciembre de 2023, realizamos 1.900 consultas en las diferentes localizaciones.
«El acceso a los centros médicos resulta cada vez más peligroso para la población con el aumento de los puestos de control y los toques de queda forzosos», manifiesta Juan Pablo Nahuel Sánchez, referente médico de nuestro proyecto en Hebrón.
«Al mismo tiempo, la prestación de servicios médicos también se ha complicado para las organizaciones médicas, ya que las restricciones de movimiento han afectado a la capacidad del personal sanitario para llegar a los centros médicos. En consecuencia, la prestación de servicios sanitarios se ha visto alterada», añade Juan Pablo.
La crisis sanitaria en Hebrón
En la zona H2 de Hebrón sólo hay un centro médico gestionado por el Ministerio de Sanidad palestino para pacientes con enfermedades agudas y crónicas, pero desde el 7 de octubre no se permite el acceso a la zona al personal del Ministerio de Sanidad, lo que deja a la población residente sin asistencia sanitaria.
Para los pacientes con enfermedades crónicas, en particular, la falta de seguimiento para garantizar la continuidad de la atención es motivo de gran preocupación. Ahora, ninguna otra organización que no sea Médicos Sin Fronteras puede operar en la zona.
«No se permiten coches, ni siquiera ambulancias, dentro del H2. ¿Qué pasa si estás embarazada y a punto de dar a luz?», dice Nadia*, vecina del H2. «Tienes que caminar hasta la colina más alta de los puestos de control y rezar para que los soldados te dejen pasar fácilmente. No es porque se trate de una [cuestión] médica por lo que de repente tienes derechos», afirma.
Fuera de la ciudad de Hebrón, en el remoto desierto montañoso de Masafer Yatta, donde las autoridades israelíes y los colonos han presionado extraordinariamente a la población para que abandone la zona, los desalojos, las demoliciones de viviendas y las restricciones a la circulación también se han intensificado desde la reciente escalada y han impedido de forma drástica el acceso de la población a la atención médica.
«Estamos viendo pacientes que llevan semanas o meses sin ver a un médico. Las afecciones más comunes son infecciones respiratorias y enfermedades crónicas. Los medicamentos son caros y, sin seguro médico, los pacientes no tienen forma de asumir son coste», afirma Juan Pablo Nahuel Sánchez.
El deterioro en la salud mental
En paralelo, nuestros equipos siguen brindando a los afectados servicios de salud mental que incluyen primeros auxilios psicológicos, asesoramiento y psicoterapia. Nuestros psicólogos están observando un claro deterioro de la salud mental de las personas.
«Lo sorprendente es que no sólo estamos tratando trastornos de estrés postraumático, sino traumas continuos. Las personas están expuestas a diario a sucesos traumáticos, lo que dificulta su alivio», afirma un psicólogo de nuestra organización.
El deterioro de la salud mental de la población no sólo afecta a quienes son conscientes de comprender el alcance y el impacto de la violencia causada por la ocupación. Incluso los bebés y los niños pequeños muestran síntomas de ansiedad, como enuresis, pesadillas y aislamiento.
«Me rompe el corazón criar niños en este entorno», señala Aliyah. «¿Sabes lo que me dijo mi hija el otro día?: ‘Mamá, tengo mucho miedo’, y sólo tiene dos años»