Yoeuth Yoeun se muestra visiblemente emocionada cuando vuelve a recordar. Su esposo, Chamroeun Ros, está sentado junto a ella en la casa de su familia en la provincia de Banteay Meanchey, en Camboya. Se turnan para contar cómo cada uno huyó de Camboya hacia campos de refugiados en Tailandia, hace más de 30 años.
Llegar a los campos de refugiados
Yoeun tenía solo 5 años cuando los jemeres rojos tomaron el poder en Camboya en 1975. En la agitación que siguió, pronto se vio separada de su familia y sola. Se unió a otras personas que huían por el bosque.
“Huimos de los proyectiles y no pudimos dormir por la noche”, dice ella. “La situación que enfrentamos durante la huida fue difícil. A veces no teníamos nada para comer, y como yo era pequeña, no podía correr tan rápido como los demás. Me quedé atrás”.
Eventualmente llegó a los campos de refugiados que se establecieron al otro lado de la frontera en Tailandia. Poco después, en 1978, Vietnam invadió Camboya y cientos de miles de camboyanos llegaron a los campamentos. Había gente de todos los ámbitos de la vida, y muchos de los refugiados trajeron habilidades profesionales muy necesarias a los campos.
En 1987, cuando Yoeuth acababa de cumplir 17 años, conoció a un hombre llamado Kosal en el campamento de Khao Dang.
Él trabajaba en un hospital pediátrico y ella le preguntó si necesitaba personal. «¿Estás bromeando o hablas en serio?» respondió el hombre. Yoeuth hablaba en serio.
Estudió todo lo que pudo sobre anatomía, atención médica básica y obstetricia en el hospital que habíamos instalado en el campo, y trabajó allí junto con personal sanitario extranjero.
“Fue un trabajo agotador. Había muchas mujeres embarazadas y madres jóvenes. Recuerdo que estaba cansada pero muy feliz al mismo tiempo, mis compañeros me animaban mucho”.
Conocer a Chamroeun Ros
En aquella época, Chamroeun Ros llegó al mismo campo. Después de terminar la escuela secundaria en 1984, se mudó a Phnom Penh para evitar ser reclutado por el ejército. Poco después, un hermano que vivía en Australia le advirtió y le dijo que intentara cruzar la frontera con Tailandia.
“Tardé 15 días llegar al campamento. Saltamos vallas y tuvimos que escondernos, ya que yo no estaba registrado como refugiado”, dice.
Estaba interesado en convertirse en un trabajador sanitario y pronto recibió la formación del Dr. Oliver para trabajar como farmacéutico de MSF.
“Lo que tengo hoy es gracias a que el Dr. Olivier me ayudó a aprender medicina”, dice Chamroeun. “Me gustaría volver a encontrarme con él y hablar con él. Lo recuerdo bien”.
Pero había otra persona en nuestra clínica que jugaría un papel importante en la vida de Chamroeun.
“Trabajaba en el mismo lugar que Yoeuth y estaba interesado en ella”, dice. “Sabía que había estado separada sus padres desde la época de Pol Pot. Me enamoré de ella».
Yoeuth no reparó en Chamroeun. Tenía otros planes en mente: su añoranza por Camboya era fuerte. Dejó MSF en 1991 y se instaló en Phnom Penh cuando terminó la guerra entre Vietnam y Camboya. Chamroeun también volvió a Camboya y comenzó a buscarla a través de amigos.
“Finalmente la conocí y la llevé a comer. Hemos estado juntos desde entonces”, dice con una sonrisa.“Finalmente nos casamos en 1994”, añade Yoeuth.
© MSF/Rafael Winer
Pronto dio a luz a su hijo, al que siguieron dos gemelas un par de años después. La familia se instaló en Banteay Meanchey y en 1996 ambos padres volvieron a trabajar para MSF. Ayudaron a brindar atención médica a pacientes con infecciones de transmisión sexual y personas que viven con el VIH/sida.
“Nos pusimos en contacto con las trabajadoras sexuales de la zona y las ayudamos a programar citas para chequeos médicos en la clínica”, dice Yoeuth.
Por su parte, Chamroeun fue de nuevo contratado como farmacéutico y almacenista.
Yoeuth y Chamroeun trabajaron con nuestra organización hasta principios de la década de 2000 y desde entonces han trabajado para otros proveedores de atención médica. La formación médica en el campo de refugiados fue el comienzo de un futuro independiente.
“Todo lo que tengo es gracias a MSF”, dice Chamroeun al terminar su historia. “Mi familia era pobre. Mi madre era vieja. Ella no podía permitirse el lujo de ayudarme. Vine al campo solo con mis propias manos”.