1. Llegaron a Panamá desde muy lejos: ser mujer es ser valiente
Testimonios recogidos desde la Estación de Recepción de Migrantes de San Vicente, en Panamá.
Bibiana, 37 años, de Venezuela: “Las mujeres no tenemos la prioridad de tener acceso a la salud”
“Si hablamos del proceso de migración de mi país, de Venezuela, hay muchos obstáculos. No contamos con los recursos médicos, tanto por ser mujer como por la crisis en Venezuela, que nos afecta mucho. Para todo, y más si eres mujer. Y en el proceso migratorio, no contamos con el acceso de medicina. Pero acá en Panamá, los de MSF son muy amables, están pendientes y atentos. Brindan parte de su vida a diario, ven nuestros casos con golpes, raspaduras, deshidrataciones”.
“En Venezuela, para que me atendieran, como no tenía dinero, tenía que hacer cola… es como un negocio por la vida, no debería de ser así. Pagar a las enfermeras. En ese proceso hay desigualdad. Lamentablemente, las mujeres no tenemos la prioridad de tener acceso a la salud. En Venezuela hay mucho machismo. Deberíamos ser iguales. Lo que pueden hacer los hombres, las mujeres también. Arriba las mujeres”.
“En el contexto migratorio, ser mujer es ser valiente. En fuerza, en riesgo… corremos el mismo riesgo. En la selva, no contamos con médicos. No pienso que por ser mujer soy menos que un hombre. Me identifico como una mujer guerrera y valiente. Muchas hemos luchado, ‘guerreado’. Para mí, ser mujer es ser luchadora”.
María, 27 años, de Venezuela: “Sacamos la fuerza y, sí, podemos”
© MSF.
“El obstáculo más grande es cuando eres mujer migrante y no estás en tu país. Te dicen, ‘espere, espere, no está en su país’. Es el gran obstáculo.
Para mí, la mujer es más que es una mujer, se nos presentan todo tipo de obstáculos, y a pesar de que sientes que no puedes más, lo logramos, lo podemos, sacamos la fuerza y, sí, podemos. El motivo es nuestros hijos. Sacas la misma fuerza que un hombre para defender a tus seres queridos.
“Fui una vez en Chile a un centro de salud… llegué a las 6 pm y hasta las 3 am me tuve que ir con el dolor y no me pudieron atender porque era inmigrante”.
“A veces nos llaman débiles por ser mujer, pero hacemos varias funciones que el hombre no hace: trabajamos, atendemos el hogar, el hijo y el esposo… y eso no lo valoran. La mujer no es débil, es valiosa, vale mucho, puede igual que un hombre. Da a luz, atiende su hogar, su familia, trabaja y hace más que el hombre, pero en un solo círculo”.
María Antonieta, 36 años, de Venezuela: “Las mujeres estamos muy discriminadas”
© MSF.
“Ser mujer en el contexto migratorio no es nada fácil, son golpes tras golpes los que hemos pasado. Dejamos nuestras comodidades para venir a enfrentarnos en el propio día a día… durante la noche, caminar sin ver el sol, la selva… sin saber qué pasara. Para llegar acá nos ha costado mucho. Ser mujer en esta situación es muy difícil”, explica María Antonieta.
Y es que sí, hay desigualdad. “Por ejemplo, en mi país, sí. En Venezuela, demasiado. Las mujeres estamos muy discriminadas. Somos incompetentes para los hombres la mayoría del tiempo. En mi país todo era difícil, demasiado complicado, comprar un medicamento, tengo que vender casi las cosas de material a otra persona para comprar un remedio. Ahora es muy diferente, la atención es distinta, hay mucha amabilidad y humanidad. Todo ha sido muy diferente a cómo estaba en mi país”, recalca.
2. Asaltos, abusos y violaciones hasta llegar a México
Liliana, 30 años, de Honduras: “Si lo decimos, lo hacemos”
© MSF.
“Ser mujer es algo único… somo únicas, somos amas de casa, trabajamos, nos dedicamos al hogar, a muchas cosas. Las mujeres también podemos. Si lo decimos, lo hacemos y es porque lo podemos hacer. La mujer se hizo para emprender muchas cosas, muchos trabajos. Ama de casa, criar a sus hijos, ser útil en muchas cosas.
Y al ser mujer migrante, se sufre mucho. No le voy a decir que he pasado por casos de violación o de asalto. He visto muchos casos de compañeras, de que han sufrido casos así. Sufren violaciones en el camino, asalto, o llegan a perder su propia vida. Sí, he visto casos así. Tratan de aprovecharse de la situación que estamos pasando, de que somos sensibles, por un trozo de comida o por un medicamento.
Nosotras las mujeres también podemos. Es querer, salir y poder”.
Beholdine, oriunda de Brasil: “Tenemos dificultades en la ruta migratoria”
© MSF.
“Las mujeres sufrimos mucho por problemas de nuestro país. La situación es muy difícil. Yo llevo ocho años en Brasil, pero tuve que dejar Brasil por falta de dinero. Tengo familia en Haití para ayudar, pero es muy difícil para nosotros”, cuenta Beholdine.
Para ella, las mujeres “tenemos dificultades en la ruta migratoria”: “Hemos estado aquí [en Palenque] durante cuatro meses y dicen que nos van a dar la residencia [mexicana] por cinco años pero se están demorando. No sabemos cómo vamos a sobrevivir”, explica tras recordar un arduo viaje con sus hijos. “Salimos de Brasil y hemos pasado por 10 países para llegar a México. Hemos pasado tres días de bus, sin parar, sin comer, sin nada. Es muy complicado”.
3. El desplazamiento deja profundas heridas en las mujeres colombianas
El municipio de Roberto Payán, ubicado en el pacífico nariñense colombiano, suele ser un lugar silencioso, en donde los ruidos de las lanchas o de los bares se escuchan esporádicamente. “Acá es muy tranquilo, sí, pero cuando hay un ruido fuerte mis dos niños salen corriendo y se ponen a llorar”, cuenta María, una madre cabeza de familia que fue desplazada de su vereda en junio de 2021. En ese entonces, tuvo que dejar su casa después de estar con sus niños de cinco y seis años de edad nen medio de un tiroteo entre grupos armados que aún hoy siguen en disputa por el control de la región.
María y sus hijos hacen parte de la lista de cerca de 21.000 personas que fueron desplazadas en la subregión del triángulo de Telembí durante el primer semestre de 2021. “No recuerdo el día pero sí me acuerdo que nunca había corrido tan rápido”, dice María hablando sobre el momento del desplazamiento.
“Yo estaba en la cocina de la casa cuando comenzaron a sonar los disparos. Mis dos niños estaban en la calle jugando, entonces salí corriendo a buscarlos, con el corazón que se me salía porque pasaban las balas al lado mío. Casi me matan, pero grité, los encontré y los entré a la casa corriendo. Le di gracias a Dios y al otro día dejé todo lo que tenía y me fui”.
De acuerdo con fuentes oficiales, después de los desplazamientos masivos del primer semestre de 2021, cerca de 100 familias desplazadas se asentaron en zona rural de Roberto Payán y las otras viven un tiempo en sus fincas, trabajando, y después regresan a cabecera municipal. María no ha regresado a su vereda y dejó todas las cosas en su casa. “Dejé la nevera, la ropa, la cama…. Me da mucho miedo volver hasta allá y me siento más segura acá”.
Cuando llueve, María saca baldes para recoger agua. Cuando hace sol, ella y otras familias traen agua de un pozo cercano en donde el agua luce negra y está estancada desde hace meses. “Nos toca esa porque no hay nada más acá”, dice. Al preguntarle sobre la salud de ella y sus hijos cuenta que ha pensado en apoyo psicológico para los niños: “Ellos se han adaptado aquí, juegan y tienen amigos, pero lloran mucho cuando escuchan los ruidos o cuando algo raro pasa”.
María espera reconstruir poco a poco su vida en Roberto Payán. Primero debe inscribir los niños al colegio, afiliarse al sistema de salud y esperar si reconocen su barrio como formal para acceder a servicios públicos. “Hace unos días conseguí una pipa de gas para cocinar porque antes no tenía. Los niños ya tienen amigos, pero extrañan a los otros niños de la vereda. Pero allá nosotros no volvemos”.