Hoy, en Siria, lo anormal es ahora normal, lo inaceptable es aceptado.
Ataques incesantes, brutales y selectivos contra civiles son la característica dominante de esta guerra. Además de las incalculables víctimas mortales que deja el conflicto, cientos de miles de personas están huyendo para salvar sus vidas. Muchas de ellas están atrapadas y se les niega el derecho fundamental a escapar.
Los ataques deliberados contra infraestructuras civiles, incluidos los hospitales que luchan por proporcionar asistencia vital, son rutinarios y cotidianos.
La atención sanitaria en Siria está en el punto de mira de las bombas y los misiles, y se ha derrumbado.
Seamos claros: los ataques contra civiles y hospitales deben parar de inmediato. La normalización de este tipo de ataques es intolerable.
El último ataque se produjo hace tan solo tres días, el 15 de febrero, en Maarat al-Numan, en la provincia de Idlib. A las 9:00 de la mañana, ataques aéreos destruyeron un hospital apoyado por Médicos Sin Fronteras (MSF). Al menos 25 personas murieron, entre ellas, 9 miembros del personal médico y 16 pacientes. Otras 10 personas resultaron heridas.
Según el relato de los profesionales sanitarios del hospital, cuatro misiles impactaron en el centro en un ataque que duró unos dos minutos. 40 minutos después, cuando los equipos de rescate ya se encontraban en el lugar, el hospital fue bombardeado de nuevo.
Estos ataques, llamados de ‘doble golpeo’, tienen como objetivo los equipos de rescate y al personal médico que trata de salvar a los heridos. Resultan intolerables.
Pero el ataque aéreo no se detuvo allí. Un hospital cercano que había recibido a muchos de los heridos de los primeros impactos fue alcanzado una hora más tarde.
Esta cínica destrucción de los hospitales y los asesinatos de personal médico privan a comunidades enteras de atención médica crítica.
Este ataque solo puede considerarse deliberado. Probablemente fue llevado a cabo por la coalición liderada por el Gobierno sirio ya que es el actor dominante y más activo en la región.
Lo decimos alto y claro: el médico de tu enemigo no es tu enemigo.
El hospital de Maarat al-Numan era un salvavidas. Era una instalación que contaba con 30 camas y 54 trabajadores, dos quirófanos, un área de consultas externas y una sala de urgencias. Miles de personas eran atendidas cada mes.
Y el ataque en Maaret al-Numan es solo el eco de una realidad más extendida.
MSF recogió durante 2015 datos médicos de 70 clínicas y hospitales a los que facilita apoyo en Siria. Más de 154.000 personas que presentaban heridas de guerra recibieron tratamiento el año pasado. De ellas, entre el 30 y el 40% eran mujeres y niños.
Aunque los datos recogidos son sobrecogedores, son solo una instantánea de un peaje mucho mayor. Los heridos o fallecidos fuera de los centros de salud apoyados por MSF siguen siendo incalculables. La situación real es, muy probablemente, mucho, mucho peor.
Igualmente estremecedores son los 101 ataques aéreos o bombardeos que afectaron a las instalaciones apoyadas por MSF en los últimos 13 meses.
Varias fueron alcanzadas dos veces tras la llegada del personal médico y de los equipos de rescate al lugar. Los pacientes nos han dicho que ahora tienen demasiado miedo de acudir a los hospitales.
A causa del incremento de la intensidad de los ataques en las últimas semanas, miles de personas – incluyendo mujeres y niños – están huyendo para proteger sus vidas.
100.000 personas se ven atrapadas en el norte de Siria, cerca de Azaz. Están tratando de escapar de los ataques aéreos y de la escalada de los combates terrestres. Están atrapados entre la frontera turca y la línea de frente. A pesar de que Turquía ha realizado esfuerzos notables para acoger a millones de refugiados sirios, en estos momentos se asienta al otro lado de su frontera una potencial catástrofe civil. Mientras tanto, en el sur, un escenario similar tiene lugar en la ahora cerrada frontera con Jordania.
Entre 1.6 y 1.9 millones de sirios están sitiados y no pueden escapar de los aleatorios y devastadores ataques aéreos. Necesitan desesperadamente suministros médicos, alimentos y auxilio.
Cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas participan en operaciones militares en Siria. Están fallando en cumplir sus propias resoluciones que protegen a la población civil, a la atención médica y a la prestación de asistencia humanitaria.
La vida en Siria se hace añicos. No hay seguridad ni santuarios frente a los ataques implacables. Escuelas, hospitales y hogares son destruidos. Millones de personas han tenido que huir de sus hogares. Otros no pueden; están enjaulados dentro de las fronteras cerradas.
Hoy en día, Siria es una trampa mortal.
Somos testigos de un fracaso mundial colectivo.
Tiene que ponerse fin a los ataques contra los centros de salud y otros objetivos civiles y los bombardeos a estas instalaciones deben ser sujetos de investigaciones independientes.
Repetimos nuestra exigencia de que se detengan los bombardeos en las zonas sitiadas.
Hacemos un llamamiento para que se incrementen las entregas, sin trabas, de la ayuda y la evacuación inmediata de los heridos y enfermos. La población tiene el derecho fundamental a huir de una guerra abierta.
El Consejo de Seguridad de la ONU y todas las potencias involucradas en la región deben hacer más.
Y deben hacerlo por el simple motivo de salvar vidas; por el sencillo hecho de detener esta agonía.