Kenia: los refugiados somalíes no deben ser repatriados a la fuerza de Dadaab

Consulta pediátrica en el campamento de Daghaley © Tom MarukoTom Maruko

Los 350.000 refugiados del campo necesitan asistencia humanitaria y un lugar seguro en el que quedarse.

La petición a través de la cual las autoridades kenianas han solicitado el cierre en un plazo máximo de tres meses del campo de refugiados de Dadaab, en el noreste de Kenia, así como al retorno forzoso de sus residentes a Somalia, tendría consecuencias dramáticas para cientos de miles de personas y pondría en serio riesgo sus vidas.

Médicos Sin Fronteras advierte de que las condiciones actuales en Somalia no permiten un retorno digno y seguro para los refugiados, por lo que urge al gobierno keniano y a la comunidad internacional a que aumente la ayuda e incremente las medidas de seguridad para todos los refugiados que están en el interior de las fronteras de Kenia.

“Una medida tan drástica en un período de tiempo tan sumamente corto privaría a generaciones enteras de refugiados de la posibilidad de tomar sus propias decisiones de futuro”, explica Charles Gaudry, coordinador general de MSF en Kenia. “La petición del Gobierno de Kenia supondría llevar a cabo un castigo colectivo para cientos de miles de personas, obligadas a regresar a un país donde la atención médica y la seguridad no están garantizadas o a lugares del mismo en los que ni siquiera existen”.

El campo de refugiados de Dadaab, que actualmente acoge a 350.000 personas, es el más grande del mundo. Durante más de veinte años se ha convertido en el hogar de generaciones de somalíes que han huido de un país sumido en un interminable conflicto. MSF gestiona un hospital con cien camas y cuatro puestos de salud en el campamento de Dagahaley, uno de los cinco que conforman el complejo.

La ayuda humanitaria en Dadaab se ha reducido en los últimos años, debido por un lado al aumento de la inseguridad y, por otro, a la disminución de la financiación que recibían muchas de las organizaciones que trabajan allí. A pesar de esto, los campamentos siguen constituyendo un refugio más seguro que Somalia.

«Somalia no es un lugar al que podamos regresar», explica Abdul Hussein, un refugiado que compartió su testimonio con MSF a finales de marzo. «El problema que nos trajo a Dadaab en su día, es el mismo que todavía sigue estando ahí. Toda esta gente no tiene dónde vivir. No tienen nada».

 «Forzar a los refugiados a que regresen a un país absolutamente desgarrado por la guerra no es la solución», dice Gaudry. «El Gobierno de Kenia y la comunidad internacional deben trabajar juntos para ayudar y para proteger a todos los somalíes que se han visto obligados a buscar refugio en Kenia».

 

MSF lleva trabajando en Dadaab desde hace 20 años y actualmente es la única organización que presta servicios médicos en el campamento de Dagahaley. Sólo en 2014, MSF llevó a cabo 180.000 consultas externas, hospitalizó a 12.000 personas, pasó 12.000 consultas prenatales y atendió 3.240 bebés en el campamento de Dagahaley. A raíz de los ataques que se produjeron en la Universidad de Garissa el 2 de abril, MSF trasladó un equipo desde Dadaab hasta el hospital de la ciudad, donde estuvo dando apoyo en el tratamiento de los heridos. Ese mismo equipo se desplazó también hasta el aeropuerto, donde proporcionó asistencia médica a centenares de estudiantes que habían sido evacuados.

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