Intervención de la doctora Joanne Liu, presidenta internacional de Médicos Sin Fronteras. 7 de octubre de2015, Palacio de las Naciones, Ginebra, Suiza:
El sábado por la mañana, los pacientes y el personal de Médicos Sin Fronteras (MSF) asesinados en Kunduz se sumaron a la incalculable cantidad de personas que han muerto en zonas de conflicto en todo el mundo a las que se hace referencia como ‘daños colaterales’ o como ‘consecuencia inevitable de la guerra’. El Derecho Internacional Humanitario no da margen a los ‘errores’: se trata de las intenciones, los hechos y los porqués.
El ataque de Estados Unidos contra el hospital de MSF en Kunduz supone para nuestra organización la mayor pérdida de vidas humanas provocada por un ataque aéreo. Decenas de miles de personas en Kunduz ya no pueden recibir atención médica en el momento en el que más lo necesitan. Hoy decimos: basta. Ya es suficiente. Incluso la guerra tiene reglas.
En Kunduz nuestros pacientes murieron calcinados en sus camas. Médicos, enfermeros y otros profesionales de MSF murieron mientras trabajaban. Nuestros compañeros tuvieron que operarse los unos a los otros. Uno de nuestros médicos murió en una improvisada mesa de operaciones, que no era más que un escritorio de oficina, cuando sus compañeros trataban de salvarle la vida.
Hoy rendimos homenaje a los que fallecieron en este repugnante ataque.
Y también rendimos homenaje a los trabajadores de MSF que, mientras veían cómo sus compañeros morían, y con su hospital aún en llamas, seguían atendiendo a los heridos.
Esto no ha sido solo un ataque contra nuestro hospital: ha sido un ataque contra los Convenios de Ginebra. Es intolerable. Estos Convenios regulan las reglas de la guerra y se establecieron para proteger a los civiles en los conflictos, incluyendo a pacientes, personal médico y estructuras sanitarias. Ellos llevan un poco de humanidad en medio de una situación inhumana.
Los Convenios de Ginebra no son solo un marco jurídico abstracto: marcan la diferencia entre la vida y la muerte para los equipos médicos que están en primera línea de batalla. Permiten que los pacientes tengan acceso a nuestras instalaciones sanitarias de manera segura, y nos permiten a nosotros proporcionar atención médica sin ponernos en el punto de mira.
Precisamente porque atacar hospitales en zonas de guerra está prohibido, esperábamos estar protegidos. Y sin embargo, 10 pacientes, incluidos 3 niños, y 12 trabajadores de MSF murieron en estos ataques aéreos.
Los hechos y las circunstancias de este ataque deben ser investigados de forma independiente e imparcial, sobre todo dadas las inconsistencias de las explicaciones sobre lo ocurrido ofrecidas durante los últimos días por parte de Estados Unidos y Afganistán. No podemos confiar solo en las investigaciones militares internas efectuadas por EEUU, la OTAN y las fuerzas afganas.
Hoy anunciamos que buscamos la puesta en marcha de una investigación sobre el ataque de Kunduz por parte de la Comisión Internacional Humanitaria de Encuesta. Esta Comisión emana de los Protocolos Adicionales a los Convenios de Ginebra, y es el único órgano permanente creado específicamente para investigar violaciones del Derecho Internacional Humanitario. Por ello, pedimos a los Estados signatarios que activen la Comisión para esclarecer la verdad y para reafirmar el estatus de protección de los hospitales en zonas en conflicto.
Aunque esta Comisión existe desde 1991, aún no ha sido utilizada. Se requiere que uno de los 76 Estados firmantes auspicie una investigación. Los gobiernos hasta ahora han sido demasiado condescendientes o han tenido miedo de sentar un precedente. La herramienta existe y es hora de activarla.
Es inaceptable que los Estados se escondan detrás de ‘pactos de caballeros’. Al hacerlo, crean un ambiente de impunidad.
Es inaceptable que el bombardeo de un hospital y la muerte de personal y pacientes se despache como ‘daño colateral’ o como un simple ‘error’.
Hoy luchamos por el respeto de los Convenios de Ginebra. Como médicos, luchamos por el bien de nuestros pacientes.
Los necesitamos, como parte de la opinión pública, para insistir, junto a nosotros, que incluso la guerra tiene reglas.