Más de 25.000 refugiados congoleños han cruzado la frontera de la vecina Uganda huyendo del conflicto bélico que se ha recrudecido entre el ejército de República Democrática del Congo y grupos rebeldes en la provincia de Kivu Norte, en el noreste del país.
La llegada del conflicto a la ciudad fronteriza de Bunagana la pasada semana supuso un aumento del flujo de refugiados. Vincent, de 30 años, es uno de ellos: Huimos porque tuvimos miedo de las escaramuzas entre el ejército y los rebeldes. Hay un proverbio africano que dice cuando dos elefantes luchan, es la hierba la que sufre, y yo dejé la región de Rutshuru con mi familia para encontrar seguridad en Uganda hasta que las cosas se estabilicen.
Al entrar en el país vecino, los refugiados son trasladados al campo de tránsito de Nyakabande, en las afueras de Kisoro, una tranquila ciudad fronteriza del suroeste de Uganda cuya principal fuente de ingresos son los turistas que acuden a ver los gorilas de montaña que habitan en la zona.
El campo de Nyabakande, situado al pie del volcán Muhabura, está compuesto de 400 tiendas y, según cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), alberga a más de 10.000 personas, lo que excede la capacidad de las instalaciones. Varias organizaciones humanitarias, entre ellas Médicos Sin Fronteras (MSF), proveen refugio, comida, agua y atención médica a la población.
Según Brigitte Rossotti, coordinadora de MSF en este campo, las llegadas de nuevos refugiados se suceden dependiendo del conflicto en Congo. Muchos refugiados han tenido que caminar durante semanas para llegar a Uganda y han tenido que esconderse en la jungla para evitar encuentros con los soldados y los rebeldes.
El cólera es una preocupación en los campos de refugiados. Existe el temor de que un brote detectado en la región de Rutshuru, en Kivu Norte, pueda extenderse a Uganda con el flujo de población. Se requiere un control muy exhaustivo de los recién llegados para identificar posibles casos y contener la enfermedad.
Algunos de los refugiados pretenden regresar a casa una vez la situación bélica se estabilice. Les preocupa tener que dejar pronto el campo de Nyakabande, dado que es de tránsito y considerado por Uganda como demasiado cercano a la frontera.
Otros han decidido asentarse en el país de acogida. Unos 18.000 congoleños ya han sido trasladados a Rwamwanja, un antiguo campo recientemente reabierto por el Gobierno ugandés para alojar a los refugiados. Este campo permanente está situado en una zona boscosa del interior del país, a un día de camino de Kisoro. A cada familia se le asigna un pedazo de tierra para cultivar y algunas provisiones, mientras distintas organizaciones trabajan para mejorar el acceso a agua y a servicios de salud.
La situación actual requiere presencia humanitaria simultánea en los dos campos, explica Ruben Portier, coordinador general de MSF en Uganda. Si los refugiados continúan llegando a este ritmo, será necesario un mayor despliegue de ayuda.