Mohammad Idriss, de 11 años, es paciente de la clínica Kutupalong en Cox’s Bazar.
«Vimos las casas quemándose, ahí es cuándo huímos. Estaban disparando a personas, quemando todas las casas. No tomamos comida de la casa, tuvimos que correr. No pudimos tomar nada. Estaban quemando también nuestra casa y es por eso que comenzamos a correr y huir de nuestra casa. Estaban persiguiendo a la gente y si encontraban a alguno, lo matarían. Si no encontraban a nadie, incendiarían la casa. Lo vi con mis propios ojos. Estaban disparando lanzadores de cohetes. Estábamos asustados, es por eso que huimos. Quemaron nuestra casa después de que salimos de ella. Vinimos hace 7 días. Creo que no podemos regresar a Myanmar. Queman nuestra casa, no tenemos a dónde volver. ¿Cómo podemos regresar? Ahora estamos viviendo en Unchiprang. Estamos teniendo dificultades para encontrar agua para beber o tomar una ducha, es difícil encontrar agua. Es por eso que estamos recolectando agua del suelo cavando agujeros. Pero el agua tiene gusto a barro. También enfrentamos dificultades con la comida, ya que solo encontramos un poco de comida. No conseguimos un techo, estamos todos mojados si llueve. Es un lugar pequeño, enfrentamos dificultades para vivir juntos con felicidad y tristeza. Ya no hay escuela. Me gustaría ir a la escuela porque ayuda a aprender y cuando aprendemos podemos ser médicos, podemos ser ingenieros.»
Miles de refugiados rohingya huyen de la violencia étnica en el Estado de Rakhine en Myanmar hacia Bangladesh. Los campos de refugiados que ya estaban allí en Bangladesh, específicamente en el distrito de Cox’s Bazar, están enfrentando una repentina y masiva afluencia de refugiados. En respuesta a la crisis humanitaria que se despliega en el distrito de Cox’s Bazar, Bangladesh, desde Médicos Sin Fronteras incrementamos enormemente nuestras operaciones en el país, mientras sigue la afluencia: más de 620.000 refugiados rohingya vienen huyendo del norte de Myanmar desde agosto de 2017.