Un año después del trágico naufragio frente a la isla italiana de Lampedusa, guerras como las de Siria, las crisis prolongadas que sufren distintos países en conflicto y el caos que impera en Libia, continúan empujando a un número sin precedentes de refugiados hacia Europa. Los equipos médicos de Médicos Sin Fronteras (MSF) han […]
Un año después del trágico naufragio frente a la isla italiana de Lampedusa, guerras como las de Siria, las crisis prolongadas que sufren distintos países en conflicto y el caos que impera en Libia, continúan empujando a un número sin precedentes de refugiados hacia Europa.
Los equipos médicos de Médicos Sin Fronteras (MSF) han constatado en Sicilia que quienes llegan lo hacen en una situación cada vez más vulnerable, por lo que insta a la Unión Europea (UE) a que mantenga activas sus operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo.
Mientras que los conflictos se multiplican en todo el mundo, la UE sigue cerrando sus fronteras, dejando el mar como la única opción para muchos de quienes tratan de llegar a Europa para solicitar protección internacional. MSF proporciona atención médica de urgencia y lleva a cabo actividades de salud mental para los refugiados en Augusta y Pozzallo, dos de los lugares donde se producen más llegadas. La organización facilita atención a miles de personas que huyen de la guerra en Siria, la persecución en Eritrea y la pobreza extrema en el África subsahariana. Las autoridades italianas y de la propia UE han mostrado, recientemente, signos preocupantes que podrían llevar a pensar en un cierre no muy lejano de la operación ‘Mare Nostrum’, llevada a cabo por el Gobierno de Roma. Al mismo tiempo, la UE anunció que la misión ‘Frontex plus’ podría ser limitada, por ejemplo, a la vigilancia y control de las aguas territoriales italianas.
«Mientras siga habiendo este enorme flujo de personas obligadas a tomar esta peligrosa ruta, Italia y la UE deben tratar de seguir salvando vidas y responder a esta catástrofe humanitaria que ocurre en las mismas puertas de su territorio», exige Stefano Di Carlo, coordinador general de MSF en Italia. «Miles de personas podrían morir en aguas internacionales, donde se producen muchos de estos dramáticos naufragios, si estas zonas dejan de ser patrulladas activamente».
La ruta del Mediterráneo central es la más peligrosa de todos los trayectos para llegar a Europa, no sólo por el riesgo de morir en el mar, sino también por la extrema violencia empleada contra los migrantes y refugiados. Los pacientes que los equipos médicos de MSF atienden en Sicilia son cada vez más vulnerables. Víctimas de la violencia y la tortura, personas con discapacidad, mujeres embarazadas y niños están huyendo para salvar sus vidas, dejando atrás el conflicto, la persecución y la pobreza.
«En todos los años que llevamos brindado atención médica a los migrantes y refugiados en Italia, nunca habíamos visto tantas mujeres y niños», explica Di Carlo. «Huyen de un peligro directo en sus países para caer en los brazos de otro a bordo de barcos desvencijados en los que depositan sus esperanzas de llegar a un lugar seguro. Muchos han sufrido naufragios, han sido testigos de cómo las personas que los acompañaban se ahogaban y han perdido a sus seres queridos».
El caos en el que se halla sumergida Libia ha empujado a miles de personas a buscar refugio en Europa, lo cual ha provocado que el 90% de quienes llegan a las costas italianas tuvieran como puerto de salida algún punto de la costa libia. Las personas que trabajan en Libia o que hacen uso de sus costas como punto de partida para dar el salto a Europa son especialmente vulnerables a la inestabilidad del país. Debido a la creciente inseguridad durante los últimos meses, MSF se vio obligada a suspender sus operaciones en Trípoli a mediados de julio.
«Una chica senegalesa de tan sólo 17 años nos dijo que había venido a visitar a sus padres en Libia, quienes llevaban una temporada viviendo y trabajando en el país. Cuando llegó allí, se encontró con que habían sido asesinados», explica Di Carlo. «No tenía manera de poder volver a casa porque las fronteras estaban cerradas, así que tomó la decisión de subirse en una lancha e intentar llegar a Europa para escapar de la violencia. Su traumática experiencia no terminó ahí: aquella lancha se hundió poniendo en serio riesgo su vida y la de sus acompañantes. Ha cogido tal pánico al mar, que siente que no quiere verlo nunca más».
De enero a agosto de este año, los equipos de MSF en Pozzallo han llevado a cabo el reconocimiento médico a cerca de 19.000 personas llegadas en 64 amerizajes. La mayoría de los que llegan lo hacen en unas razonablemente buenas condiciones de salud, gracias a que son siempre asistidos en primera estancia por el programa ‘Mare Nostrum’. La mayoría de los problemas médicos que se tratan están relacionados con el viaje realizado antes de subirse a la lancha con la intención de cruzar el mar y llegar a Europa. Se trata, sobre todo, de traumatismos, enfermedades de la piel derivadas de la falta de higiene en los centros de detención de Libia, e infecciones del tracto respiratorio. En agosto, MSF abrió una clínica en el puerto de Augusta. El personal médico de la organización realizó 582 consultas externas solo en el primer mes. De todos los pacientes atendidos, más del 12% habían sido víctimas de la violencia.
«Las víctimas mortales que se han cobrado los naufragios de las últimas semanas demuestran la imperiosa necesidad de mantener las operaciones de búsqueda y rescate en el Mediterráneo, pero también dejan completamente claro que todas estas personas arriesgan sus vidas porque no existen otras formas seguras y legales de llegar a Europa», afirma Di Carlo. «Resulta indignante que tengamos que llegar a un punto en el que estas operaciones de salvamento marítimo se hayan convertido en la necesidad más urgente. Todas estas personas no deberían tener que arriesgar sus vidas por segunda vez, más aún cuando ya se habían visto obligadas a huir del peligro en sus países de origen».