Esta intervención marca el retorno de MSF a Afganistán tras cinco años de ausencia, después del asesinato de cinco colegas en 2004.
Hacia las 11:30, la mayoría de los pacientes en el hospital de distrito Ahmed Shah Baba, al este de Kabul, ya han sido atendidos. Suelen llegar a primera hora de la mañana, hacen cola para su consulta y tratamiento, y están de vuelta en sus casas antes de que empiece la hora más calurosa del día. Justo antes de que el personal pare para almorzar, sólo queda un paciente en la sala de urgencias, y dos embarazadas en la maternidad. Sólo sigue el bullicio en la sala de vacunación y su sala de espera donde se concentran mujeres enfundadas en sus burkas de un azul vivo con sus hijos pequeños. El registro muestra que el personal ya ha vacunado a 150 niños hoy.
Ahmed Shah Baba es un vecindario que crece rápido y de forma descontrolada. En 2004, cuando MSF dejó de trabajar aquí, su población era de unas 80.000 personas; hoy nadie lo sabe a ciencia cierta, pero incluso aquellos más conservadores estiman que la cifra se ha duplicado o incluso triplicado. La gente procede de Jalalabad, y desde algo más lejos, desde Pakistán llegan los refugiados que regresan. La mayoría espera encontrar trabajo en Kabul, especialmente con toda la ayuda internacional que se destina a Afganistán, pero son muchos los que se sienten decepcionados y las tasas de desempleo son elevadas.
La sala de urgencias deja entrever estos problemas. El médico de guardia explica que ven a muchas personas con heridas. Un número bastante importante de ellas debido a accidentes de tráfico: Ahmed Shah Baba está situado entre las dos carreteras más transitadas que conectan Kabul y Jalalabad. Pero un número igual de elevado son sobre todo heridas de arma blanca y también ocasionalmente de bala producto de disputas y enfrentamientos. Por cuestiones de propiedad de terrenos o a veces porque la gente simplemente no puede soportar estar sin trabajo.
La clínica se está convirtiendo en un hospital de distrito. MSF está aquí para que funcione como un hospital de urgencias; hasta hoy, muchos de los pacientes tienen que ser trasladados a otros centros de salud por lo menos a una hora de viaje para recibir atención urgente. MSF potenciará los servicios actuales, añadirá un quirófano y un departamento de hospitalización donde la gente pueda quedarse en observación durante la noche, y generalmente se dedicará a mejorar la calidad de la atención dispensada y de los medicamentos administrados.
El apoyo no ha hecho más que empezar. Ayer por primera vez, una médico de MSF diagnosticó y trató a una paciente. La mujer había venido a urgencias con quemaduras en la cara, las piernas y los brazos, tras explotarle una cocina de gas. María era la única mujer médico que se encontraba allí y por lo tanto la única que pudo ver a la mujer bajo su burka, detectar más quemaduras graves en su pecho y hacer las curas necesarias. Y hoy, a una enfermera de MSF se le ha pedido que asista un parto. Leen dice que el bebé, una niña sana, salió rápido y sin problemas.
No pretendemos en absoluto llegar y hacerlo todo. Es sorprendente ver como la clínica ha seguido funcionando sin apoyo, afirma la coordinadora del proyecto, Sylvie Kaczmarczyk, refiriéndose a la retirada hace tres meses de la ONG que había asumido la gestión del hospital cuando MSF se fue. Hemos empezado a ocuparnos de la rehabilitación de algunos de los edificios y a construir nuevas áreas, para que en el futuro el hospital también tenga otros servicios de urgencia necesarios y pueda funcionar plenamente como un hospital de distrito.
Una política de ni armas, ni tarifas ha sido introducida pero esta mañana un policía estaba en la sala de urgencias con su arma y ha tenido que ser informado de la política vigente ahora por el Dr Sattar. Hoy nueve guardas reciben las primeras instrucciones, incluyendo cómo convencer a los visitantes de que dejen sus armas a la entrada. Esta regla se aplica a policías y militares así como también a los miembros de la ISAF, explica Sylvie a los guardas, refiriéndose a las fuerzas de seguridad internacionales en Afganistán.
Otra prioridad es asegurarse que nadie paga por la consulta o el tratamiento que reciba. El director del hospital, el Dr Sattar con orgullo señala un nuevo rótulo en la entrada de la sala de partos. No se permite a nadie dar regalos ni pagar al personal de la policlínica, y sigue, si alguien ve que esto ocurre, por favor avisen al director del Ahmed Shah Baba llamándole al número: .
Es importante que MSF haya regresado a Afganistán, concluye Sylvie. A primera vista, éste es un buen proyecto de MSF (mucha población para servicios que no pueden asumir la carga de trabajo, lejanía de la ciudad donde están la mayoría de estructuras sanitarias, dificultades de acceso de la población a la atención médica), pero nada de esto convierte a Afganistán en excepcional. Lo que es crucial es que utilizamos nuestra presencia aquí para conseguir tener una visión más clara de lo que está ocurriendo en el país. De lo poco que hoy sabemos, sólo podemos concluir que las cosas están empeorando. La inseguridad va en aumento, la atención sanitaria es cada vez más deficitaria. Y como siempre, es la gente de a pie quien sufre las consecuencias.
El apoyo al Ahmed Shah Baba marca el retorno de MSF a Afganistán tras cinco años de ausencia, después del asesinato de cinco colegas en 2004.
En unas semanas, MSF empezará a potenciar el hospital de Lashkargah, la capital de la provincia de Helmand, situada en el centro de los enfrentamientos entre las fuerzas de la ISAF y el ejército afgano por una parte y la oposición armada por la otra.
MSF no acepta fondos de ningún gobierno para su trabajo en Afganistán, sino que ha elegido solamente utilizar donaciones privadas para ello.