Hoy Londres es el escenario donde jefes de Estado, ministros y el Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, se dan cita para abordar la crisis en Siria. El objetivo de la conferencia es recaudar fondos para responder a las necesidades humanitarias tanto en Siria como en los países vecinos; se trata de una iniciativa conjunta de Naciones Unidas, Noruega, Kuwait, Alemania y Reino Unido.
En la superficie, esta conferencia tiene objetivos loables: mejorar de la educación y los medios de vida de los refugiados sirios en los países limítrofes, abordar la seguridad y protección de los civiles en el interior del país y recaudar importantes cantidades de ‘nuevos’ fondos para completar los llamamientos de Naciones Unidas que quedan sin cubrirse.
Puede que a los organizadores les guste presentarse como pacificadores y proveedores de ayuda; sin embargo, entre ellos hay países que participan en el conflicto.
Hace solo unos meses, el Parlamento de Reino Unido aprobó ampliar los ataques aéreos a Siria lo que supuso la entrada del país en el conflicto sirio como actor beligerante. Muchos otros estados asistentes a la conferencia tienen compromisos militares similares en Siria. La población siria no solo tiene que vérselas con las bombas de su propio gobierno sino también con las de las dos coaliciones formadas por once países.
El mismo David Cameron volvió a confirmar el pasado 9 de septiembre que Reino Unido está utilizando la ayuda como un resorte más para perseguir sus objetivos políticos. “Assad tiene que irse y el Estado Islámico también, y para ello se va a requerir algo más que el gasto de dinero y el empleo de la ayuda y la diplomacia; en ocasiones, demandará el uso de la mano dura militar”. Para los trabajadores humanitarios, esta declaración es una bandera roja, una señal de alarma, aunque nos resulte familiar.
Como hemos visto en Afganistán, Somalia y otros lugares,
mezclar ayuda humanitaria con la acción política y militar pone en peligro la capacidad de las organizaciones humanitarias para proporcionar ayuda neutral e imparcial.
Esto infunde desconfianza entre la población afectada por el conflicto que puede cuestionarse si estas organizaciones de ayuda no son más que otro brazo de los Gobiernos que las financian
Muchas organizaciones no gubernamentales que trabajan en zonas en conflicto ya deben tener mucho cuidado si no quieren ser percibidas como un caballo de Troya para las agendas políticas y, sin embargo, la conferencia de donantes de Siria está haciendo precisamente eso. Con el señuelo de buscar fondos adicionales para su trabajo, en realidad se está tratando usurpar la participación de la sociedad civil. Para las ONG que dependen de financiación externa, se trata de una elección difícil: o estás dentro o estás fuera.
La beligerancia militar y la ayuda humanitaria no deben nunca, bajo ninguna circunstancia, ser ofrecidas como dos caras de una misma agenda. Los políticos que se reúnen en Londres saben que hacerlo es imprudente y peligroso y su cinismo al continuar haciéndolo es mucho más vergonzoso.
Existe un trasfondo político mucho más profundo. Si todo va bien, la conferencia se traducirá en un incremento de la ayuda para Jordania, Líbano y Turquía para asegurar así que más refugiados sirios permanecen en la región y no emprenden viaje hacia Europa. Al centrarse en educación y en los medios de vida de los refugiados, la conferencia se enfoca en los dos principales factores que empujan a los sirios a tomar la decisión de realizar un viaje peligroso.
Visto desde esta perspectiva, empieza a parecer como si la conferencia se utilizara para respaldar una política de contención. Encajaría así con la estrategia de algunos estados miembros de la UE para proporcionar ayuda a Siria y los países vecinos de acogida de refugiados como forma de eximirse de la responsabilidad por aquellos que ya han hecho el viaje.
Para decirlo claramente, tras un velo de preocupación, esta conferencia trata de estados que persiguen sus agendas políticas para Siria y usurpan, y por ende desnaturalizan, la ayuda humanitaria en el proceso.
Médicos Sin Fronteras (MSF) ha decidido no asistir a la conferencia en la creencia de que representa un riesgo para que las organizaciones humanitarias sigan siendo percibidas como neutrales e independientes.
Estas percepciones son vitales si se quiere tener alguna posibilidad de proporcionar asistencia médica a la población atrapada dentro de Siria en la peor crisis humanitaria de nuestra época.
Sinceramente, espero estar equivocada y que la conferencia deje por un momento la política en la puerta para concentrarse en ayudar a aquellos que lo necesitan desesperadamente. En la ciudad sitiada de Madaya, la población se muere literalmente de hambre; hasta el momento 49 personas han fallecido y el número continúa aumentando. En los 70 hospitales y clínicas sirios apoyados por MSF, más de 100 personas mueren cada semana a causa de las bombas y de otras heridas de guerra. Y se trata solo de una pequeña fracción del peaje que la población paga en todo el país. Estas personas necesitan toda la ayuda que el mundo puede brindarles.