Ocho meses después de que estallaran enfrentamientos mortales entre comunidades en el estado de Rakhine, Myanmar, decenas de miles de personas siguen sin poder acceder a atención médica urgente. Médicos Sin Fronteras (MSF) hace un llamamiento a las autoridades del Gobierno y a los líderes comunitarios para que garanticen que toda la población de Rakhine pueda vivir sin miedo a la violencia, el maltrato y el acoso y las organizaciones humanitarias puedan facilitar asistencia a aquellas personas más necesitadas.
Desde que en junio y octubre se produjeron los brotes de violencia entre comunidades que anteriormente vivían unas junto a las otras, o incluso mezcladas, éstas permanecen profundamente divididas. Miles de personas han perdido sus hogares y viven en campos improvisados, apartados de la atención sanitaria, del agua potable y de las provisiones básicas. Según estimaciones oficiales, la gran mayoría de los desplazados son de la minoría musulmana, a menudo denominados Rohingya.
«Es entre las personas que viven en campamentos improvisados en campos de arroz o hacinadas en otras franjas de tierra donde MSF está viendo las necesidades médicas más urgentes», afirma Arjan Hehenkamp, director general de MSF. «La inseguridad permanente y las repetidas amenazas e intimidaciones por parte de un pequeño pero alborotador grupo dentro de la comunidad de Rakhine han afectado gravemente a nuestra capacidad para facilitar atención médica de emergencia».
Las personas desplazadas están transmitiendo a MSF lo dura que es la vida en los campos.
Estamos muy preocupados por nuestras mujeres, tenemos más de 200 mujeres embarazadas en nuestro campamento. No pueden ir a un centro de salud para el parto y tendrán que dar a luz aquí… en el barro, sin un médico, explica un hombre que vive en un campamento de personas desplazadas en Pauktaw Township, en Rakhine.
Infecciones de la piel, parásitos, tos crónica y diarrea son las dolencias más comunes que se observan a través de más de 10.000 consultas médicas en los campamentos llevadas a cabo desde octubre. Las tasas de desnutrición varían, pero en varios campos los exámenes de detección rápida de MSF muestran un alarmante número de niños con desnutrición aguda severa. Aunque el agua potable está habitualmente disponible en cantidades suficientes, algunos de los desplazados no tienen acceso a la misma.
«El único estanque de agua potable de que disponemos lo tenemos que compartir con el ganado de la aldea cercana. A cinco minutos de aquí hay una laguna de aguas cristalinas. No nos atrevemos a ir», afirma un hombre que vive en un campamento de personas desplazadas en Pauktaw Township, Rakhine.
Aunque las necesidades son acuciantes, los equipos médicos de MSF se enfrentan a continuas amenazas y muestras de hostilidad. En folletos, cartas y mensajes en Facebook, MSF y otras organizaciones han sido acusadas, en repetidas ocasiones, de tener un sesgo pro-Rohingya por parte de algunos miembros de la comunidad Rakhine. Es esta intimidación, y no el permiso formal de acceso, la que constituye el principal desafío al que tiene que hacer frente MSF. Las autoridades pueden, sin embargo, hacer más para que quede claro que la amenaza de la violencia contra el personal sanitario es inaceptable.
Nuestras repetidas explicaciones en el sentido de que MSF sólo busca brindar asistencia médica a quienes que más lo necesitan no son suficientes para frenar las acusaciones, continuó Hehenkamp. MSF insta a los líderes comunitarios y a las autoridades oficiales a hacer más para contrarrestar las amenazas e intimidaciones para que la ayuda humanitaria pueda ser facilitar a aquellos que lo necesitan con urgencia.
MSF lleva proporcionando asistencia sanitaria en todo el mundo y en Myanmar desde hace décadas cubriendo las necesidades médicas de millones de personas procedentes de múltiples orígenes étnicos. A lo largo de Myanmar, MSF facilita tratamientos antirretrovirales a más de 26.000 para el sida y fue uno de las primeras organizaciones que respondieron a los ciclones Nargis y Giri facilitando asistencia médica, artículos de supervivencia y fuentes de agua limpia para decenas de miles de personas.
MSF ha trabajado durante los últimos veinte años en el estado de Rakhine prestando atención sanitaria primaria y reproductiva, así como tratamiento del VIH/sida y tuberculosis. Hasta junio, MSF había proporcionado unas 500.000 consultas médicas al año. Desde 2005, MSF ha tratado a más de 1,2 millones de personas de todos los grupos étnicos en el estado de Rakhine contra la malaria.