Durante años, Cristian Casademont ha ejercido la medicina en África, en lugares como República Democrática de Congo, Etiopía o República Centroafricana. Este médico de familia trabaja ahora en la sede de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Barcelona, supervisando las actividades médicas de la organización en varios países, entre ellos Níger. Cristian acaba de hacer una visita a este país del Sahel que ahora mismo sufre los estragos de la malaria y la desnutrición.
¿Cuál es la situación actual de malaria en Níger?
En nuestros proyectos de Madaoua y Bouza, en la región de Tahoua, hacemos frente a un aumento alarmante de malaria; hay semanas en las que prácticamente se triplica el número de casos respecto al año pasado. La época de lluvias, cuando prolifera el mosquito transmisor de la enfermedad, empezó antes de lo previsto, a finales de julio, y de forma mucho más intensa, provocando incluso inundaciones en la capital. Desde entonces, cada semana los casos de malaria han ido en aumento, alcanzando cifras nunca registradas en los últimos cinco años. En Madaoua, desde finales de septiembre, los casos se han estabilizado en unos 9.200 a la semana. Esta situación se traduce en un gran aumento del número de personas que llegan a los centros de salud y hospitales donde trabaja MSF. Nuestros stocks de medicamentos ya se han agotado dos veces, obligándonos a usar el stock de reserva, y ahora estamos tramitando un tercer pedido. Esta situación nos ha obligado a redefinir constantemente nuestra capacidad de respuesta y a aumentarla.
¿Continúan las lluvias? ¿Podemos saber cuándo empezarán a descender los casos?
Sí, las lluvias continúan. Es difícil hacer una previsión. Es probable que el número de casos se estabilice durante las próximas semanas y luego esperamos una bajada progresiva. Pero hay que tener en cuenta que los casos empezarán a descender desde más de 9.000 semanales en Madaoua y 8.000 en Bouza, unos números altísimos; así que, aunque bajen, la carga asistencial será enorme durante las próximas semanas.
En Níger, como en todo el Sahel, la malaria es estacional, es decir, que durante unos meses coincidiendo con la época de lluvias, se multiplica exponencialmente el número de casos. Este año estamos viendo la misma curva estacional que cada año, pero mucho más alta.
El pico de malaria coincide además con el periodo de escasez entre cosechas, cuando hay falta de alimentos y por lo tanto, más niños desnutridos. ¿Cuáles son las consecuencias?
La principal consecuencia es el gran aumento de niños desnutridos que tenemos que ingresar en el hospital. La malaria es la patología más común ahora mismo entre los niños ingresados. La desnutrición severa aguda, cuando no tiene ninguna complicación asociada, se puede tratar a nivel ambulatorio, así podemos llegar a muchos más niños y además es mejor para las familias. Sin embargo, con una incidencia tan alta de malaria, estamos ingresando un porcentaje mucho mayor de niños desnutridos gravemente enfermos. Estos niños tienen un sistema inmunológico muy frágil, así que su pronóstico es más grave cuando tienen que hacer frente a enfermedades como la malaria.
¿Cuáles son los retos sobre el terreno?
El principal problema al que nos enfrentamos es que muchas veces las madres tardan demasiado en traer a sus hijos a las estructuras de salud. Intentan primero curar al niño con medicina tradicional porque ir al médico, muchas veces, significa recorrer largas distancias y, si el niño se queda ingresado, suele poner en una situación complicada a la madre, que no puede atender a los otros hijos que se quedan en casa. Los niños llegan muchas veces demasiado tarde al hospital y la mortalidad infantil es demasiado elevada. Ahora mismo los campos de Níger están verdes y parece que habrá buenas cosechas, así que esperamos que el número de niños que estamos tratando por desnutrición empiece a disminuir.
¿Tiene capacidad el Ministerio de Salud nigerino para hacer frente a este pico de malaria?
Níger es uno de los países más pobres del mundo y, a pesar de las los esfuerzos que hace el Gobierno para combatir la desnutrición o la mortalidad infantil, los recursos con los que cuenta son limitados. En Madaoua, nos han pedido ayuda porque se han quedado sin pruebas diagnósticas y medicamentos para malaria.
¿Cómo está respondiendo el equipo de MSF a esta situación? ¿Se han reforzado los equipos?
Cada año hacemos un refuerzo programado de nuestros equipos durante la estación epidémica. Sin embargo, este año nos hemos visto obligados a solicitar un apoyo extra de recursos humanos para poder mantener nuestra capacidad asistencial. Los equipos en el terreno han hecho un esfuerzo extraordinario trabajando hasta altas horas e intentando gestionar la enorme carga de pacientes. A nivel periférico, damos apoyo a más centros del Ministerio de Salud y hemos reforzado la estrategia de intervención a nivel de las comunidades. El objetivo principal es reducir la mortalidad, descentralizando la asistencia para mejorar la cobertura. También hemos hecho más formaciones al personal de MSF y del Ministerio de Salud.
¿Cómo se prepara la respuesta a este pico de malaria y desnutrición que se repite cada año?
Tenemos que trabajar en dos grandes ejes: el curativo y el preventivo. Sabemos que cada año se repite esta situación, que durante casi medio año tenemos que hacer frente a un aumento importante de los casos de malaria y desnutrición, así que tenemos que estar preparados para atender a estos niños. Tenemos que poder garantizar que habrá espacio suficiente para los enfermos, personal suficientemente formado para tratar estas patologías, medicamentos… En resumen, que todo estará a punto.
Descentralizar el tratamiento, acercarlo lo más posible a los niños que lo van a necesitar, es imprescindible porque sabemos el problema que supone para una madre ir al centro de salud. En esta línea, este año hemos puesto en marcha una estrategia conocida por las siglas PECADOM para llevar el diagnóstico y tratamiento de la malaria a las zonas rurales, a los centros y puestos de salud, donde muchas veces no había. Para que os hagáis una idea: la unidad más básica de salud en Níger suele ser un pequeño dispensario que está en las aldeas más alejadas. Con suerte, el puesto cuenta con un agente de salud contratado por el ministerio, que ha recibido una formación de seis meses. Hemos formado y hemos dado los medios a estas personas para que puedan diagnosticar la malaria en su comunidad y referir los casos más graves al hospital. En las primeras siete semanas de funcionamiento, hemos tratado a unos 35.000 niños menores de 5 años y mujeres embarazadas a través de esta estrategia. Tratar los casos de forma temprana evita que se desarrollen malarias severas y que los niños tengan que ser hospitalizados.
¿Y qué se está haciendo a nivel de prevención?
El próximo año queremos implementar una intervención conocida como quimioprevención estacional de la malaria (SMC, por sus siglas en inglés) que consiste en administrar un tratamiento completo de malaria a los niños menores de 5 años con fines preventivos. Este tratamiento se repite mensualmente durante la estación epidémica. MSF ya ha puesto en marcha esta estrategia en otros países, como Chad y Malí, con resultados preliminares positivos.