Mientras la crisis en Líbano exacerba las dificultades de una comunidad abandonada, estamos vacunando a niñas y niños en Wadi Khaled, una región con una de las tasas de inmunización más bajas del país.
“Tengo que elegir entre alimentar a mis hijos o llevarlos al médico”, dice Aahd mientras abraza con fuerza a su hijo de 1 año, temiendo que se lastime en el balcón abierto de su casa sin terminar.
© Tracy Makhlouf.
Aahd y su familia viven en Wadi Khaled, una de las zonas más pobres y abandonadas del distrito de Akkar, en el norte de Líbano, que limita con el centro-oeste de Siria. Su familia es una de muchas en Wadi Khaled que no tenían nada más que lo necesario incluso mucho antes de la crisis agravada en Líbano y, como consecuencia del deterioro de la situación, ahora se ven obligados a elegir entre sus necesidades básicas. “Mi esposo hace algún trabajo en el campo aquí y allá, y nuestros ingresos apenas cubren nuestros gastos de comida, agua y electricidad”, dice Aahd. “Te sientes muy impotente cuando no puedes proporcionar lo esencial para tus hijos”, dice Aahd. “Una simple inyección ha asegurado la prevención a largo plazo contra la enfermedad de mi hijo”.
Líbano siempre ha tenido varias comunidades que luchan por llegar a fin de mes, pero ubicadas en suburbios deteriorados y aldeas remotas que han estado fuera de la vista en medio de la imagen proyectada durante mucho tiempo de la riqueza de Líbano, una noción alejada de la realidad y del discurso público actual en medio de la crisis del país.
Las y los habitantes de Wadi Khaled, que no se convirtieron en ciudadanos libaneses hasta finales de la década de 1990 debido a percances históricos y políticos durante el establecimiento del Gran Líbano en 1920, tienen raíces beduinas y una identidad tribal. Aproximadamente 1.600 residentes en el área siguen siendo apátridas hasta la fecha. La comunidad vive principalmente de la agricultura y del comercio entre Líbano y Siria.
“En los días buenos, el ingreso mensual de nuestra familia puede rondar las 350.000 libras libanesas (LBP), lo que hoy equivale a $24 dólares debido a la devaluación de la moneda”, dice Aahd. «Para que te tengas una idea, una barra de pan cuesta ahora 13.000 LBP y el precio no hace más que aumentar. Antes, 10.000 LBP alcanzaban para tres comidas diarias. Hoy en día, apenas puede cubrir una comida. Muchos días mis hijos se van a la cama con hambre«.
Las personas se ven obligadas a priorizar los alimentos sobre la atención médica
Cada vez más personas en Líbano se ven obligadas a priorizar los alimentos por encima del acceso a la atención médica, en un país donde esta se encuentra fuertemente privatizada. Para evitar gastar dinero en su salud, muchas personas retrasan la búsqueda de atención hasta que su condición se vuelve crítica. A menudo, el momento en que deciden buscar ayuda es demasiado tarde para las medidas de atención preventiva y, en cambio, necesitan hospitalización, lo que significa una carga financiera aún mayor que no pueden permitirse en absoluto.
«A medida que aumenta la proporción de libaneses empobrecidos, las comunidades que ya están al borde de la pobreza son más propensas a descuidar la atención preventiva o a intentar autogestionar sus enfermedades», afirma Marcelo Fernández, jefe de misión de MSF en Líbano. «Lo que estamos viendo en Wadi Khaled es una representación directa de esa tendencia, y las personas que ya son vulnerables se ven más afectadas».
En Wadi Kaled, una región de 40 kilómetros cuadrados con más de 22 aldeas, no hay centros de salud públicos de atención primaria y las personas deben viajar distancias de aproximadamente 40 kilómetros para llegar a un hospital público. Además de esto, está el aumento del costo del transporte, y esta es otra barrera importante en la búsqueda de atención.
Programa de vacunación de rutina de MSF en Wadi Khaled
Uno de los ejemplos más tangibles de la precaria situación de salud en Wadi Khaled es la cantidad de niñas y niños que no reciben sus vacunaciones de rutina. Esto es extremadamente preocupante en un país donde los brotes de sarampión son recurrentes y en el que se sigue luchando por mantener el estado de cero poliomielitis. “No hay cifras oficiales sobre el porcentaje de baja cobertura de inmunización en Wadi Khaled, pero la cantidad de niñas y niños que llegan a nuestra clínica que no han recibido su vacuna contra la hepatitis B, una vacuna que generalmente se administra al nacer, es un indicador de la baja cobertura de las vacunaciones de rutina”, explica Rana Hammoud, enfermera de la clínica local de Médicos Sin Fronteras.
Como parte de las actividades de atención médica primaria de MSF en Wadi Khaled, nuestros equipos apoyan el programa de inmunización del Ministerio de Salud Pública proporcionando vacunas de rutina. Desde 2021, hemos vacunado completamente a más de 5.000 niñas y niños.
“La única forma en que logré completar las vacunas de rutina para mis hijos fue a través de MSF”, dice Aahd. “Las limitadas instalaciones de salud existentes en el área son gestionadas por actores humanitarios locales o internacionales, y no todos brindan todos los servicios de salud, y algunos de los servicios proporcionados no se realizan de manera constante”.
© Tracy Makhlouf/MSF.
“La dificultad no radica solo en que no hay muchos establecimientos de salud, sino también en lo lejos que están. Los costos de transporte son extremadamente elevados. Necesitaría 10.000 libras libanesas por viaje para llegar a una clínica, algo que las personas no pueden pagar aquí”, comenta.
Para ayudar a superar la barrera de los costos de transporte y facilitar un mejor acceso a la inmunización, visitamos las ladeas de Wadi Khaled para realizar campañas de vacunación semanales. Los equipos de promoción de la salud de MSF también organizan sesiones semanales de concientización sobre la salud para combatir las ideas errónes y animar a las personas a vacunarse de forma rutinaria.
Wadi Khaled, un ejemplo del estado de salud nacional de Líbano
La inmunización es solo uno de los muchos servicios médicos esenciales a los que las personas en Líbano se ven obligadas a renunciar debido a la falta de servicios sanitarios adecuados, especialmente en las zonas desatendidas del país. La situación solo empeora a medida que se intensifica la crisis en Líbano. Desde 2020, varios estudios han demostrado que el uso de las vacunas de rutina en Líbano ha disminuido un 31 % a nivel nacional. Esto se debe a las medidas de confinamiento por la pandemia de COVID-19, las barreras por los costos de transporte y la escasez de vacunas a medida que el país lucha por importar suministros médicos y medicamentos.
Fernández dice que hay dos consecuencias de esto: “En primer lugar, un aumento en el número de personas hospitalizadas con condiciones que podrían haberse evitado solo agregará más presión a un sistema de salud que ya es muy frágil. Y en segundo lugar, aunque es posible que los pacientes hayan podido minimizar sus gastos a corto plazo, al final tendrán que hacer frente a enormes costos hospitalarios que no podrán cubrir al no tener un seguro privado y al estar fragmentado el fondo nacional de seguros», concluye.