Desplazados desde 2008, viviendo en condiciones muy precarias y con la incertidumbre y el miedo como una constante en sus vidas, la población de Ndélé, en el norte de la República Centroafricana (RCA), no tiene acceso a la atención de salud más básica.
Médicos Sin Fronteras (MSF) trabaja en Ndélé desde 2010. Pablo Marco, coordinador general en RCA, nos habla más a fondo de la situación de esta población olvidada en el corazón de África.
¿Nos podrías explicar brevemente cuál es la problemática que afecta a la zona de Ndélé?
La subprefectura de Ndélé se encuentra en la prefectura de Bamingui-Bangoran, en el norte de la República Centroafricana, haciendo frontera con Chad. La debilidad de la frontera chadiana influye mucho en la inseguridad de esta zona, ya que en el corredor que va del norte de la ciudad de Ndélé, capital de la prefectura, a la frontera chadiana, no existe presencia alguna de las Fuerzas Armadas del Estado.
A finales de 2008, el grupo rebelde Convención de Patriotas por la Justicia y la Paz (CPJP) se instala en la zona rural al norte de Ndélé y, durante todo 2009, el conflicto entre este grupo y el gobierno trae la inestabilidad a la zona. Se suceden los ataques por ambas partes y, además, se identifica a cada bando con una etnia presente en la región, de forma que la estrategia militar es atacar a la población civil que supuestamente da apoyo a cada uno. De esta manera, los pueblos al norte de Ndélé son sistemáticamente atacados desde principios de 2009, y la propia ciudad sufre también estos ataques.
¿Qué consecuencias ha tenido sobre la población?
Los pueblos al norte de Ndélé están casi en su totalidad quemados y abandonados, y la población se ha trasladado al interior de la selva que rodea la zona. La dinámica del desplazamiento ha hecho que la población se haya internado cada vez más en ella, ante los diferentes rumores de ataques militares. Actualmente, gran parte de la población al norte de Ndélé se encuentra viviendo en la selva, en un radio de entre dos y ocho kilómetros de distancia de la carretera principal.
¿Cuál es la situación de estas personas?, ¿piensan volver a sus casas?
Los desplazados viven en la selva hace meses, algunos incluso desde hace dos años. La mayoría vive en nuevos poblados, en casa hechas con ramas. No tienen acceso a agua potable, normalmente consumen la que encuentran en estanques y riachuelos. Las escuelas no funcionan desde hace más de dos años y la alimentación se basa en la agricultura de subsistencia y la recolección de frutos silvestres.
La población espera que la situación de seguridad mejore antes de pensar en volver. Pero consideran que todavía es pronto. Este mismo año ha habido ataques de los grupos armados contra varios pueblos, en los que muchos civiles fueron asesinados, y la gente de los pueblos vecinos todavía está muy atemorizada.
En estas condiciones, ¿pueden acceder a servicios de salud?
El acceso a la salud no existe para estas personas: los puestos de salud quedaron abandonados y hay una gran parte de la población que está estigmatizada por el simple hecho de vivir en la zona bajo control de los rebeldes o pertenecer a una determinada etnia. Tienen limitados sus movimientos, con lo cual su acceso a la salud es todavía más difícil.
¿Por qué decidió MSF intervenir? ¿Cuáles son las necesidades?
MSF hace una evaluación en julio de 2010 que le llevará a la apertura de un proyecto con el objetivo de asistir a esta población afectada por la violencia. En un principio, los equipos de MSF se centraron en una estrategia de clínicas móviles: un equipo sanitario, basado en la ciudad de Ndélé, se desplazaba periódicamente a la periferia para hacer consultas médicas y dar medicamentos gratuitos a la población.
¿Por qué tuvo que parar MSF sus actividades en 2010?
Desde el inicio del proyecto, el mayor desafío para MSF ha sido conseguir la aceptación de los grupos armados para negociar el acceso a esta población. Así, antes de nuestra llegada, el acceso a la periferia estuvo cerrado durante varios meses hasta julio de 2010, momento en el que se inicia un periodo de acceso que aprovechamos para poner en marcha las actividades.
Desafortunadamente, a finales de 2010 el acceso a la periferia vuelve a estar cerrado por razones de seguridad. Por un periodo de seis meses, se veta el acceso de las organizaciones humanitarias a los desplazados y nosotros aprovechamos para iniciar una estrategia de apoyo a distancia de cuatro puestos de salud rurales y también empezamos a dar apoyo al hospital prefectoral de Ndélé.
¿Cuáles son actualmente los servicios que ofrece la organización a la población? ¿Qué ha cambiado para poder volver a las zonas periféricas?
En la actualidad los equipos de MSF todavía realizan algunas clínicas móviles de forma regular, tres o cuatro por semana, en los lugares donde la población todavía vive desplazada en el interior de la selva. Por otro lado, la mejora de la situación de seguridad en algunas zonas ha hecho que una parte de la población pueda volver a sus lugares de residencia.
En estos casos, MSF apoya la reconstrucción y puesta en marcha de los puestos de salud que existían antes del comienzo del conflicto, y ofrece una ayuda regular en forma de formación del personal médico, suministro de medicamentos y supervisión regular de las actividades médicas, con el objetivo de garantizar una atención médica de calidad y gratuita.
MSF también da apoyo al hospital de Ndélé, la capital de la prefectura. Es una estructura con 45 camas que cubre las necesidades de una población de más de 50.000 personas. El hospital dispone de servicios de medicina interna, maternidad, pediatría y cirugía de urgencia.
¿Qué patologías son las que más vemos?
Nos encontramos con las patologías comunes en este tipo de situaciones: enfermedades respiratorias y diarreicas. Se trata de afecciones que son sencillas de tratar en los primeros estadios, pero que pueden ser mortales si los enfermos no tienen acceso a tratamiento. Pero sobre todo nos estamos encontrando con muchísimos casos de malaria. En ocasiones, siete de cada diez niños que llegan a nuestras consultas tienen esta enfermedad. Se trata de un porcentaje altísimo, debido a la alta prevalencia de malaria en el conjunto del país, pero también a la precariedad de las condiciones de vida de los desplazados.