Entrevista con Mercedes García, trabajadora de MSF secuestrada durante una semana en Bossaso, Somalia
Por Clara Tarrero
Mercedes García tiene claro que quiere seguir con su trabajo humanitario. La médico de León secuestrada en Bossaso (Somalia) el pasado mes de diciembre está reponiendo fuerzas para volver a salir África, donde empezó a trabajar en 2002 en una emergencia nutricional en Angola. A esta primera misión le han seguido unas cuantas: una evaluación nutricional en Argentina, varios proyectos en Darfur durante 15 meses, una emergencia de cólera en Zambia y su última misión, la de Somalia, donde aterrizó el pasado 20 de noviembre. Su destino era Bossaso pero primero estuvo 24 días en la capital del país, Mogadiscio, para poner en funcionamiento un hospital pediátrico.
En el tiempo que estuviste en Somalia ¿Cómo viste la situación del país?
Nos contaban los trabajadores nacionales que Mogadiscio era la Marsella africana, pero en la actualidad es una ciudad fragmentada, destruida, insegura y triste. Allí no se vive, se sobrevive con la violencia diaria y los sonidos de la guerra. Puedes ver edificios abandonados sin puertas ni ventanas y al lado un destartalado chamizo de desplazados. Con el recrudecimiento de la violencia han aumentado los desplazados: unos huyen de Mogadiscio y otros se van a barrios más seguros.
Los indicadores de salud son de los peores del mundo con una mortalidad infantil de 126,1 por cada 1.000 nacidos vivos, tuberculosis con altísima prevalencia y desnutrición aguda alta. Las estructuras de salud son casi inexistentes proliferando las clínicas privadas fuera del alcance de la mayoría. En el mes de diciembre cerró sus puertas uno de los pocos hospitales públicos por continuos bombardeos, y con los rebrotes de violencia pocas agencias humanitarias están presentes en Somalia.
Tenemos tres proyectos de atención primaria y en diciembre abrimos un hospital con 20 camas pediátricas que en pocos días se llenaron de niños con infecciones respiratorias, diarreas y, en tres semanas, cuatro tétanos ¡qué pena de vacuna! Es el único hospital gratuito.
Bossaso es la segunda ciudad de la región autónoma de Puntland y tiene gobierno propio. Es una ciudad portuaria y de paso para los inmigrantes, mayoritariamente etíopes, que cruzan a Yemen. Está rodeada de campos de desplazados desde hace unos 20 años, gente que huye del sur y centro de Somalia y refugiados etíopes. Son campos atípicos donde pagan renta por su chamizo, están rodeados de basura y moscas, la distribución de comida es oscura y el agua un bien escaso. Hay mafias que se lucran con el tráfico de inmigrantes. Esta es la otra cara de Bossaso.
En julio se puso en marcha el programa de nutrición y un proyecto de asistencia sanitaria a los inmigrantes que llegan al puerto. Se hizo una encuesta nutricional que nos confirmó la pertinencia del programa de nutrición y que la cobertura de vacunación es muy baja por lo que se planteaba una campaña de vacunación.
Entre las actividades que no pudimos hacer estaba la apertura de un hospital pediátrico.
Con el secuestro, ¿crees que se ha roto el pacto que permite el trabajo de los actores humanitarios?
Creo que el pacto se hizo añicos, secuestraron la ayuda humanitaria y los más vulnerables sufren las consecuencias. ¡Quedaron tantas actividades para hacer!
¿Ves al trabajador humanitario más vulnerable?
Pienso que el aumento del número de países en conflicto va parejo el aumento de vulnerabilidad, somos la voz de los invisibles, contamos lo que vemos y en determinados contextos no quieren testigos de sus acciones. La población civil, esas mujeres que hemos dejado allí, se queda en silencio.
¿Cuáles son las lecciones aprendidas?
Hay dos cosas que he aprendido: que sin seguridad no hay espacio humanitario donde podamos trabajar y que conocer el contexto permite prevenir riesgos.
¿Que planes tienes ahora?
Descansar, ir de vacaciones, mimar a mi madre, disfrutar con los amigos, cerrar puertas poco a poco y volver lentamente a la normalidad, a lo cotidiano. Cuando esté más fuerte quiero volver a salir al terreno y quiero volver a África. Y algún día quizás a Somalia.
¿Qué te empuja a querer volver a Somalia?
Me empujan los niños. Es de los países que más necesitan la ayuda humanitaria. En Mogadiscio me trataron con tanto cariño, me cuidaron, me protegieron. Te valoran porque estás ahí como trabajador humanitario y lo dejas todo, incluso a tu familia. Te miman porque valoran lo que haces. Es un agradecimiento muy grande el que sienten por nosotros.
¿Cómo valoras la respuesta de la organización?
Cuando estás en el monte piensas que eres tu la única que lo pasa mal pero cuando volví a la civilización me di cuenta de que nos tocó a todos un poco. Me he sentido acompañada cuando lo he necesitado.