La ofensiva militar llevada a cabo por el Gobierno de Siria y sus aliados en el noroeste de Siria ha causado el desplazamiento de casi un millón de personas en solo cuatro meses en la región de Idlib. La gente ha tenido que huir de sus hogares o de los campamentos donde ya estaban desplazados para escapar de los bombardeos diarios, los ataques aéreos y las ofensivas terrestres.
El 5 de marzo pasado, los gobiernos de Turquía y Rusia acordaron un alto el fuego en la provincia siria de Idlib. Aunque la intensidad de los combates y los movimientos de población han disminuido en las últimas semanas, la situación de los sirios que han tenido que huir de los combates no ha cambiado. La mayoría de ellos todavía viven en espacios superpoblados y entornos muy antihigiénicos.
Recientemente, las personas desplazadas en el noroeste de Siria también han tenido que enfrentarse al frío invernal, con temperaturas bajo cero algunas noches. «Es otro factor que complica una situación ya increíblemente difícil y dramática«, explica Cristian Reynders, nuestro coordinador de campo en el noroeste de Siria.
«Algunas personas están tan desesperadas que han estado utilizando materiales peligrosos para calentar su tienda».
Hace un mes, una familia de cuatro falleció por asfixia tras usar materiales peligrosos para calentar su tienda de campaña, en un campamento de desplazados internos en la ciudad de Kili, al norte de la ciudad de Idlib. Y a principios de marzo, se produjo un incendio en otro campamento de la provincia norteña de Idlib por las mismas razones que causó la afluencia de 12 pacientes quemados en el hospital Atmeh que dirigimos.
«Ya habíamos aumentado considerablemente nuestras actividades desde el comienzo de la ofensiva», agrega Reynders, «pero era muy importante abordar este problema concreto de antemano «. Desde principios de marzo de 2020, hemos distribuido más de 300 toneladas de materiales de calefacción a más de 22.000 personas en 21 campamentos y asentamientos que albergan a familias desplazadas por el conflicto. También hemos distribuido otros artículos de primera necesidad, como kits de higiene y colchones, a más de 17.000 personas en 19 campamentos y asentamientos en los últimos meses. Durante el mes de marzo, se distribuirán 2.000 kits de primera necesidad más.
«Aunque ya hemos aumentado considerablemente nuestras distribuciones, también hemos incrementado otras actividades que realizamos en los campamentos», explica Reynders tras señalar que «el reciente alto el fuego en el noroeste de Siria no significa que las condiciones de vida en todos estos campamentos hayan mejorado o que la gente haya regresado a su hogar. Todo lo contrario. Casi un millón de personas aún viven en pleno frío, pero también muchas lo hacen en condiciones muy insalubres y a menudo ni siquiera tienen acceso algo tan básico como agua potable y servicios de salud.»
En febrero pasado, desde Médicos Sin Fronteras hemos garantizado el suministro de agua en más de 15 campamentos a aproximadamente 40.000 desplazados internos. Y desde diciembre de 2019, los equipos de nuestras clínicas móviles han seguido brindando servicios en varios lugares y han recibido más de 17.000 personas para consultas médicas. El 40% de los pacientes presentaron infecciones del tracto respiratorio superior y el 13%, infecciones del tracto respiratorio inferior.
Aunque la situación en el noroeste de Siria ya no copa los titulares de la prensa mundial estas últimas semanas, la lucha de la población en Idlib sigue siendo una realidad cotidiana.
Hacemos todo lo posible para responder a las necesidades, pero son mucho mayores que nuestra capacidad real de respuesta. “Cubrir las necesidades médicas de las personas desplazadas en Idlib es un desafío por múltiples razones, como el contexto inseguro en el que trabajan nuestros equipos y los límites de nuestros propios recursos. Pero tenemos que seguir ayudando a estas personas allí, muchas de las cuales lo han perdido todo y ahora solo pueden confiar en la asistencia humanitaria”, concluye Cristian Reynders.
«No podemos simplemente cerrar los ojos sobre lo que está sucediendo o desanimarnos por el hecho de que aún queda mucho por hacer para ayudar a la población aquí».