MSF lanza un informe sobre las condiciones de vida y la falta de acceso a la salud de los migrantes, refugiados y solicitantes de asilo de Zimbabwe en Sudáfrica.
Violencia, abuso sexual, acoso, atroces condiciones de vida, y una seria falta de acceso a la atención básica de salud definen las desesperadas vidas de miles de zimbabwenses que actualmente viven en Sudáfrica, como recoge el informe de Médicos Sin Fronteras Sin refugio, acceso denegado: necesidades médicas y humanitarias de los zimbabwenses en Sudáfrica.
Los recientes acontecimientos tanto en Zimbabwe como en Sudáfrica poco han alterado el hecho de que muchos zimbabwenses siguen huyendo a Sudáfrica como una cuestión de supervivencia, tampoco han mejorado las condiciones de vida de los zimbabwenses una vez que cruzan la frontera. MSF apela al gobierno de Sudáfrica y a las agencias de las Naciones Unidas a que respondan urgentemente a las necesidades humanitarias específicas de los zimbabwenses más vulnerables.
Cada día, a pesar de las afirmaciones de que la situación en Zimbabue se está normalizando, miles de zimbabwenses siguen cruzando la frontera hacia Sudáfrica, huyendo del colapso económico, la inseguridad alimentaria, la confusión política y el colapso total de su sistema de salud, explica Rachel Cohen, coordinadora general de MSF en Sudáfrica. Pero en vez de encontrar el refugio que tan desesperadamente necesitan, soportan un sufrimiento intolerable tanto en el viaje como en Sudáfrica.
Desde 2007, MSF proporciona atención primaria, referencias a segundo nivel y atención especializada, tratamiento médico de urgencia a víctimas de la violencia y brotes epidémicos, y servicios específicos a los supervivientes de violencia sexual, así como a menores no acompañados. Cada mes, los equipos médicos de MSF llevan a cabo entre 4.000 y 5.000 consultas a zimbabwenses en Musina, cerca de la frontera con Zimbabwe, y en una clínica en el centro de Johannesburgo, en la Iglesia Central Metodista, un lugar seguro para miles de zimbabwenses.
Cada mes, vemos miles de zimbabwenses enfermos, heridos, psicológicamente afectados y marginados, tanto en Johannesburgo como en Musina. Vienen a nosotros porque no tiene ningún lugar a donde ir, explica el Dr. Eric Goemaere, coordinador médico de MSF en Sudáfrica. Muchos de los que llegan a nosotros sufren enfermedades crónicas como el VIH y la tuberculosis, o heridas graves relacionadas con la violencia; muchos han sido violados o han vivido una agresión sexual mientras cruzaban la frontera desde Zimbabwe, pero también en Sudáfrica. Las consultas en nuestra clínica de Johannesburgo prácticamente se han triplicado en el último año, una muestra de cómo se deniega constantemente el acceso a los zimbabwenses incluso a los servicios de salud necesarios para su supervivencia.
La Constitución de Sudáfrica garantiza el acceso a la atención sanitaria y otros servicios básicos a todas las personas que viven en el país incluyendo refugiados, solicitantes de asilo y migrantes a pesar de su estatus legal. Pero en la realidad los enfermos zimbabwenses son rechazados y a menudo tienen que hacer frente a costos excesivos, están sujetos a largos retrasos o a tratamientos inapropiados y altas prematuras, poniendo el cuidado médico fuera del alcance de muchos.
Las historias de nuestros pacientes son realmente duras, dice Bianca Tolboom, enfermera y coordinadora del proyecto de MSF en Johannesburgo. Hablo de mujeres embarazadas, inconscientes o críticamente enfermas, incluso una niña de seis años que había sido violada, a la que habían denegado la atención médica urgente que necesitaba. Es deplorable, un incumplimiento de la ética médica y una violación de sus derechos según la Constitución sudafricana. Esta pesadilla de olvido debe terminar.
MSF ha tratado a un número cada vez mayor de víctimas de la violencia sexual en Musina. En abril, más de la mitad de las personas atendidas había sobrevivido a una violación múltiple y el 70% había sido violada bajo la amenaza de una pistola, un cuchillo u otra arma. Otra tendencia preocupante es el número de menores no acompañados que cruzan solos la frontera. Luego, hacen el camino hacia la Iglesia Central Metodista, un viaje de más de 500 kilómetros, donde unos 4.000 zimbabwenses buscan refugio cada noche, tanto en el espacio disponible dentro del edifico como durmiendo fuera de la iglesia, en el pavimento. Actualmente, hay allí más de 150 niños no acompañados de entre 7 y 18 años . Estos niños son extremadamente vulnerables y están expuestos a muchas formas de abuso en Sudáfrica. Todavía no se ha encontrado ninguna solución viable para asegurar que sean apropiadamente asistidos o protegidos.
Cada día, los equipos de MSF son testigos de como el gobierno de Sudáfrica en primer lugar, pero también las agencias de las Naciones Unidas, no responden a las necesidades básicas médicas y humanitarias de los zimbabwenses más vulnerables, explica Rachel Cohen. El reciente anuncio del Departamento del Interior de Sudáfrica acerca de un nuevo sistema que ayudará a regularizar el estatus legal de los zimbabwenses en ese país, y que parará su sistemática deportación, es un buen punto de partida de su anterior política de acoso agresivo, arresto y deportación. Sin embargo, estas medida todavía no se han traducido en mejoras tangibles en la vida de la mayoría de zimbabwenses. Los únicos lugares donde encuentran seguridad pueden ser atacados y siguen relegados a las sombras de la sociedad, forzados a vivir en la miseria y sin acceso a una asistencia y protección adecuadas.