Desde el pasado 4 de abril, una nueva oleada de violencia afecta al condado de Leer, en Sudán del Sur. Decenas de civiles, entre ellos un trabajador de MSF, han perdido la vida a consecuencia de los ataques.
Peter Mathor Tap es el segundo miembro de la organización que muere asesinado en menos de cinco meses. Llevaba trabajando con MSF en Leer desde 2007, inicialmente como supervisor sénior de departamento en nuestro antiguo hospital (que fue destruido dos veces durante la guerra civil, una en 2014 y otra en 2015) y más recientemente como auxiliar de enfermería en una de nuestras instalaciones de Atención Médica Comunitaria (CBHC).
Durante los combates del 10 de abril, Peter fue asesinado a tiros mientras estaba fuera de servicio. De niño, había sufrido poliomielitis, lo que le provocó una discapacidad que hacía que tuviese que utilizar un bastón para caminar. Debido a ello, Peter no pudo escapar lo suficientemente rápido cuando los hombres armados llegaron a la zona donde vivía.
«Estamos conmocionados y profundamente afectados por la trágica muerte de nuestro colega Peter», explica Federica Franco, coordinadora general de MSF en Sudán del Sur. «Condenamos enérgicamente la violencia indiscriminada que están llevando a cabo los grupos armados, que han matado y herido a muchos civiles inocentes en Leer, incluidos niños, ancianos y personas con discapacidad».
Desde que empezaron los últimos combates, nuestra clínica en la ciudad de Leer ha recibido a más de 30 heridos de bala y a numerosas víctimas de traumatismos, así como a un amplio número de supervivientes de violencia sexual. Debido a la inseguridad, que ha provocado la evacuación de varias organizaciones humanitarias de Leer, nuestra clínica es ahora mismo una de las pocas instalaciones médicas que funcionan a pleno rendimiento en todo el condado, y la única que ofrece servicios de urgencia especializados.
Las primeras evaluaciones llevadas a cabo reportan una destrucción a gran escala, especialmente en Adok, Pilleny, Thonyor y Touchria, donde murieron numerosas personas, incendiaron casas y se saquearon propiedades. Como resultado, miles de personas se han visto obligadas a abandonar estos lugares, incluido nuestro personal. Los desplazados están demasiado asustados para volver a casa y muchos de ellos, aunque quisieran volver, han perdido todas sus pertenencias y no tienen un lugar al que regresar. Muchas personas han buscado refugio en los humedales de los alrededores, donde corren el riesgo de contraer malaria o enfermedades transmitidas por el agua, como el cólera y la diarrea.
«Ellos [los atacantes] estaban disparando y todo el mundo corrió hacia los humedales para tratar de ponerse a salvo. Masacraron a la gente, mataron incluso a madres, jóvenes y niños pequeños», exclama Nyadeng*, una anciana residente en Adok. «Cuando salimos, vimos que habían quemado todo; se llevaron las cabras, el ganado y también saquearon [las propiedades]».
Son tiempos difíciles para los habitantes de Leer, que desde hace años vienen sufriendo un ciclo interminable de violencia y se han visto obligados a desplazarse en numerosas ocasiones para huir de los ataques. Leer fue uno de los condados más afectados durante la guerra civil de 2013-2018, en la que los brutales combates se cobraron un gran número de víctimas. Esta última oleada de ataques que empezó en diciembre ha provocado más muertes, más destrucción y nuevos desplazamientos forzados, además de dificultar el acceso a la ayuda, lo que ha agravado una situación humanitaria que ya era de por sí muy grave.
«Estuvimos escondidos en el monte durante cinco días. La gente se queda todo el día al raso, sin cobijo. Tienen hambre y no tienen comida», dijo John*, un trabajador sursudanés de MSF que está también entre las personas desplazadas en Leer. «La situación es terrible. Necesitamos recibir más apoyo«.
La violencia también ha impedido la prestación de servicios médicos vitales a las comunidades afectadas. De los seis centros de salud comunitaria que gestionamos en el condado de Leer, tres se encuentran fuera de servicio, ya que uno de ellos fue parcialmente destruido y otros dos fueron saqueados durante estos últimos ataques. A pesar de ello, seguimos tratando de garantizar el acceso de la población a la atención médica que tanto necesita.
Nuestra clínica en la ciudad de Leer y los tres restantes CBHC siguen funcionando. También hemos comenzado a llevar clínicas móviles a los principales lugares donde se encuentra la población desplazada.
«El nivel de atrocidades presenciado, el miedo constante a ser atacado y la destrucción generalizada de las instalaciones médicas dificultan el acceso a la atención sanitaria, Muchas personas evitan acudir en busca de atención médica por miedo a sufrir nuevos ataques», explica Federica Franco.
«Miles de personas desplazadas necesitan urgentemente ayuda humanitaria y atención médica. Hacemos un llamamiento a todos los grupos armados para que respeten el derecho internacional humanitario y dejen de atacar, de forma inmediata, a los civiles y a las instalaciones médicas».
*Se han utilizado seudónimos para proteger la identidad de las personas entrevistadas.