Pierre Garrigou, de nacionalidad argentina, se desempeñó como logista en la intervención de emergencia que Médicos Sin Fronteras (MSF) está realizando en Chile, para brindar apoyo a la población afectada por el terremoto. Aquí relata sus experiencias y la forma de trabajo de MSF durante esta catástrofe.
Fuiste uno de los primeros integrantes de MSF en llegar a Chile después del terremoto. ¿Cómo se organizó todo?
El mismo sábado en que se produjo el terremoto, alrededor del mediodía, recibí una llamada de la Oficina de MSF en Buenos Aires pidiéndome ser parte, como logista, de la misión exploratoria en Chile. A las seis de la tarde ya estaba viajando en avión desde Buenos Aires hacia Mendoza, una provincia argentina vecina a Chile. Desde ahí, un bus nos llevó hasta Santiago, adonde llegamos a la mañana siguiente.
Al llegar, lo primero que hicimos fue contactarnos con la coordinadora de la misión, que ya se encontraba allí. Había muchos problemas con las líneas telefónicas por lo que fue muy difícil ubicarla. Luego empezamos a comunicarnos con profesionales chilenos que habían trabajado anteriormente con MSF, y que se integraron a nuestra misión. Después llegó el momento de discutir la forma de llegar hacia las zonas cercanas al epicentro.
Todo era muy caótico, como tuvimos que partir hacia Chile tan rápido, no contábamos con tanta información sobre lo que estaba sucediendo. Las noticias que teníamos de la TV eran que la situación era muy mala en la costa. Decidimos que lo mejor sería ir a las periferias, porque la zona más dañada era Concepción y toda la ayuda se concentraba allí.
¿Cuáles fueron tus primeras impresiones?
Partimos hacia el sur el domingo por la tarde, y en la mañana del lunes visitamos el hospital de Curicó, donde encontramos que había muchos médicos pero al mismo tiempo mucho caos. En la población, todas las tiendas estaban cerradas, no había comunicaciones, había muchos escombros.
A medida que íbamos avanzando, nos íbamos informando sobre el estado de las rutas. Luego de Curicó fuimos a la costa, hacia Iloca a través de Vichuquén.
Los primeros días lo más chocante era la costa. Encontrabas gente en medio del desorden, tratando de encontrar sus pertenencias. Se sentía una tristeza terrible. La gente estaba en estado de shock, caminaba mirando al vacío, sin responder: muchos habían perdido todo, tal vez incluso a un ser querido. El personal de salud, por su parte, estaba estresado y desbordado.
¿Qué necesidades encontraron?
Hacia el interior, en las zonas alejadas de la costa, había gran cantidad de edificios destruidos, muchos escombros. Pero en la costa a los temblores se le sumaba el maremoto, que verdaderamente devastó todo. En el primer caso, tu hogar queda aplastado, pero tal vez todavía puedes rescatar algo entre el derrumbe. En la región costera, a las casas directamente se las tragó el mar.
La gente había perdido todo y se fue a acampar en refugios improvisados. En las zonas costeras, las personas por temor habían huido hacia las partes altas. De allí surgió la decisión sobre una de las principales necesidades a las que deberíamos responder: bidones, frazadas, lonas de plástico para los refugios. Por lo que habíamos visto, enseguida se pensó también en brindar atención en salud mental. Y en los días siguientes, mientras continuábamos explorando, corroboramos que también se habían perdido insumos médicos. En Curalipe estaban intentando secar material medical que se había llevado el agua.
Comenzamos rápidamente a trabajar en el pedido de 5.000 kits de higiene para la población afectada. Se comenzaron además a hacer donaciones de cajas con medicamentos en Curalipe.
¿Cómo se organizaron los equipos de MSF?
Nos dividimos por zonas: un equipo fue al área de Constitución y el nuestro fue más al sur, a Curalipe. Luego, los trabajadores médicos del equipo iban a los hospitales y yo, que me desempeño como logista, me dirigía a las municipalidades para hablar con el alcalde o los representantes de los ministerios de salud o desarrollo social, para tratar de conocer la cantidad de casas siniestradas y las necesidades. Muchos nos decían que, en algunos de sus pueblos, más del 70% de las casas habían quedado destruidas. En base a esas observaciones y reuniones definimos los pedidos de material.
¿Cómo fue evolucionando la situación con el correr de los días?
Dos o tres días después del terremoto ya había una cantidad enorme de ayuda. En Curalipe al principio no había nada, luego de unos días ya había médicos voluntarios en el puesto de salud local, recibiendo donaciones. Esos fueron los primeros indicadores que la zona comenzaba a recuperarse rápidamente.
A mi criterio el país tiene una capacidad de reconstrucción muy buena; es normal que en los primeros días haya fallas. Pero la magnitud de esta catástrofe, la cantidad de personas y casas afectadas, es enorme.