Para mí, las palabras marcan ciertos lugares. Cuando una peculiaridad del vocabulario local se escucha tan a menudo, termina colándose y coloreando mi imagen mental del lugar. En Franja de Gaza, mientras hablaba con los pacientes de MSF, esa era la palabra «sentado» en árabe. Aquí no se escucha la airosa «Q» que usa la población en Jerusalén, sino una sólida «G». Gaad, la «A» doble arrastra la palabra, alargando la sílaba hasta el límite de lo posible, con una lentitud desafiante que recuerda a alguien relajándose en un sofá.
Una razón por la que escuché la palabra «sentado» con tanta frecuencia, es que recibir un disparo en la pierna hace que sea difícil hacer mucho más que eso, y varios habitantes de Franja de Gaza recibieron disparos recientemente. Desde finales de marzo, el ejército israelí dañó con heridas de bala a más de 4.100 personas durante las protestas, y MSF trató a más de 1700 de ellas. La gran mayoría recibió disparos en las extremidades inferiores. Hubo un brote repentino y deliberado de piernas rotas que creó un nuevo grupo demográfico: el de las personas que no tienen otra opción que sentarse y esperar a sanar.
«¿Por qué fui a las protestas?», preguntó Musaab Musa, un entusiasta estudiante de periodismo, mientras estaba sentado en la clínica de Khan Younis. Tenía una venda atada alrededor de la pequeña parte de su pie izquierdo, consecuencia de la amputación. «Durante mucho tiempo quise ir a la valla, solo para verla. No estaba tirando piedras, solo estaba sentando cuando me dispararon. Se sintió como un choque de electricidad, después mi hermano me recogió y me llevó hacia la ambulancia «.
Musaab es uno nuestros numerosos pacientes que sufrió cambios en sus vidas debido a sus heridas: las balas disparadas por el ejército israelí contra los manifestantes destrozaron huesos y arrancaron carne, nervios y venas. Nuestros equipos nunca se enfrentaron a tantos casos de personas heridas de bala en tan poco tiempo.
Los pacientes llegan a nuestras clínicas por la mañana, vienen con sus piernas envueltas en metal -que mantiene los huesos rotos en su lugar- para un cambio de vendaje, tratando de evitar las infecciones óseas que acechan a muchos. Por otra parte, en los quirófanos, los equipos con batas azules abren las piernas dañadas para cortar fragmentos de hueso, remodelar el músculo triturado y hacer injertos de piel para cerrar los agujeros. Es un esfuerzo enorme.
Julia Amando, una cirujana brasileña de MSF, me explicó lo que está en juego para los pacientes que opera. «Cuando pierdes una gran cantidad de tejido debido a una herida de bala, muchas estructuras sensibles quedan expuestas, como los huesos, y puedes tener una infección mortal o perder la extremidad si la herida no se cierra». Ese era su trabajo como cirujana plástica: cortaba y movía los músculos con precisión para rellenar las heridas con tejido vivo. El procedimiento no cura al paciente, solo lo estabiliza. «Incluso cuando la herida está cerrada, la fractura permanece, hay una gran pérdida de hueso; así que los pacientes necesitarán un injerto de hueso”, comenta.
Hay otra razón por la que escuché la palabra Gaad tan a menudo: la economía de Gaza está a punto de colapsar. Un paralizante bloqueo de diez años por parte de Israel, combinado con luchas políticas palestinas, elevó el desempleo a niveles astronómicos. «Antes de que me hirieran estudiaba en la universidad, pero tuve que abandonar los estudios y me quedaba sentado en casa debido a la mala situación financiera», dice Mohammed Dashan, de 19 años, originario de az-Zeitoun.
Menciona que su ira por la situación política lo llevó a formar parte de las protestas, y que recibió dos disparos: uno provocó un herida menor el 30 de marzo que no le impidió regresar a la marcha, y su pierna fue destrozada por una bala el 11 de mayo.
«Mi padre también está desempleado. Ahora duermo, me levanto para orar, luego me quedo sentado otra vez. No me siento bien, estoy enojado, aburrido. No son sentimientos naturales», me dijo, en un pequeño momento de vulnerabilidad dentro del estoico estado de aislamiento que había mantenido. Insistió, sin embargo, en que no le importan los efectos a largo plazo de su herida. «No pensé en el futuro. Pensé en ello dos o tres veces y después lo olvidé «.
Sin embargo, muchos otros, fueron más abiertos acerca de lo que significaba su herida para ellos. «Lo más difícil de la lesión es no poder caminar», comenta Musaab. «Estoy un poco asustado por el futuro. ¿Podré caminar de nuevo?”
Esa es una pregunta que los cirujanos de MSF aún no pueden responder a muchos pacientes. Ahora la primavera se está convirtiendo en verano y los pacientes permanecen sentados en sus casas, esperando ver si sanan. Sin embargo, MSF está segura que sin las cirugías complejas, que no están disponibles en la bloqueada Franja de Gaza, la respuesta para una proporción significativa de nuestros pacientes será, desafortunadamente, un «no».